lunes, 21 de noviembre de 2011

Disponen un drástico recorte en los vuelos de Aerolíneas Argentinas

Julio de Vido anunció ayer una serie de medidas que apuntan a morigerar las millonarias pérdidas. La semana pasada, el titular de la compañía, Mariano Recalde, había negado el rojo

 
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Desde que Aerolíneas Argentinas inició el proceso de “reestatización”, en junio de 2009, ha recibido 2.100 millones de dólares del presupuesto nacional para su funcionamiento. Sin embargo, sigue siendo deficitaria.
Este año, el rojo proyectado era de 200 millones, pero esas estimaciones ya subieron a 387 millones, y según un informe presentado por el gremio de los técnicos aeronáuticos (APTA), las pérdidas ascenderían a 700 millones.
A pesar de que Mariano Recalde, el titular de la empresa y militante de La Cámpora, aseguró la semana pasada que la aerolínea se estaba recuperando del déficit a “pasos agigantados”, las medidas anunciadas ayer muestran que la empresa necesita reducir las inmensas pérdidas que genera.
Las medidas
El ministro de Planificación, Julio de Vido, presentó ayer un paquete de disposiciones entre las que sobresale la revisión de las frecuencias en rutas internacionales, dado que los vuelos a Estados Unidos, Europa y Oceanía representan el 40% del déficit de la empresa, cuestión que distintos sectores venían señalando desde hace tiempo.
Y por otro lado, el Gobierno decidió enfrentar a los gremios y anunció que maximizará la productividad de las horas de trabajo de los gremios aeronáuticos, especialmente de pilotos y mecánicos, para alinearlas con los estándares internacionales y evitar períodos de inactividad que sean innecesarios.
El rojo de fondo
Más allá de los anuncios de ayer, hay otros datos que muestran que el problema de la gestión de Aerolíneas Argentinas trasciende las rutas internacionales o los problemas gremiales.
Por ejemplo, entre Aerolíneas y Austral tienen una flota total de 71 aviones, de los cuales vuelan sólo 47. Mientras la mayoría de las aerolíneas de todo el mundo utilizan un único modelo para toda la flota, en este caso la empresa de aviación nacional tiene aeronaves de cuatro marcas y modelos, lo que cuadruplica los costos de mantenimiento, repuestos, cursos específicos y mecánicos. Además, sólo 28 aviones del total son propios.
Por otro lado, un informe de una aerolínea privada destaca que en los últimos 18 años se triplicaron los pasajeros internacionales que llegan a Argentina, pero Aerolíneas Argentinas, en vez de aumentar, redujo a la mitad los pasajeros transportados: bajó del 40% al 18%.
La mala administración abarca otros aspectos, como la realización del chequeo de los aviones en el
extranjero -gastando 278 mil dólares más por avión-, el alquiler de aeronaves obsoletas que se encuentran en desuso, la incorporación indiscriminada de personal, el pago discrecional de viajes a funcionarios, entre otros puntos que dan cuenta de una pésima gestión.
La gestión Cámpora en el ojo de la tormenta
Entre las personas que han realizado críticas agudas y fundamentadas a la gestión de Aerolíneas Argentinas está sin dudas el expiloto y cineasta Enrique Piñeyro.
En ese sentido, reiteradas veces ha resaltado que uno de los principales errores del Gobierno es haber puesto a personas a cargo de la empresa que poco saben sobre navegación aerocomercial. “Todas las cosas obvias que hay que hacer no las hicieron porque Recalde no tiene la menor idea de lo que es un avión”, afirmó Piñeyro la semana pasada.
Mariano Recalde (foto) es el actual titular de Aerolíneas, y su formación claramente nada tiene que ver con ello: es abogado especialista en derecho laboral, dio cla-ses en la UBA y fue asesor de su padre en la Cámara de Diputados.
El resto de los militantes de La Cámpora que ocupan puestos de dirección son Eduardo “Wado” de Pedro (abogado), Axel Kicillof (profesor de Macroeconomía y Política Económica), Javier Rodríguez (ingeniero agrónomo), Alvaro Francés (trabajó como gerente comercial) y Juan Pablo Lafosse (operador turístico). Como se ve, ninguno se ha ganado el lugar por saber cómo se maneja una aerolínea.
EN FOCO
Demostración de un rotundo fracaso
Los anuncios realizados ayer por el Gobierno nacional fueron tragicómicos. Al informar como si se tratara de un hecho positivo que Aerolíneas sólo realizará vuelos de cabotajes y algunos viajes a países latinoamericanos, lo que en realidad se terminó poniendo de manifiesto es que el kirchnerismo pulverizó las ruinas de lo que quedaba de la línea aérea de bandera. Ya no alcanza a ser ni una fotocopia de mala calidad de la empresa que supo ser un ejemplo a seguir, antes de la privatización realizada por el menemismo, cuando competía de igual a igual con cualquier aerolínea privada del mundo.
La entrega a los españoles de Aerolíneas significó el despido de 5.000 trabajadores, el desmantelamiento de la flota y la colocación de la bandera de remate a la compañía. El objetivo fue destruir la línea aérea de bandera de nuestro país para beneficiar a la empresa del Estado español, Iberia, que se había convertido en accionista mayoritaria de la firma argentina.
La reestatización de la que tanto hizo gala el Gobierno nacional terminó por ser una farsa. No sólo porque Aerolíneas Argentinas
-que por aquel entonces estaba en manos del grupo español Marsans- nunca fue expropiada por el Estado, sino también porque terminó siendo un negocio que sólo favoreció a los españoles, que finalmente devolvieron una empresa devastada, en quiebra.
Pese a que ahora intenta bañarse con agua bendita, el kirchnerismo tuvo mucho que ver con las privatizaciones de los años ‘90. Los Kirchner gobernaban la provincia de Santa Cruz y, en aquel tiempo, nada dijeron contra la entrega del patrimonio nacional. Y hasta aportaron votos, en el Congreso, para que las empresas nacionales fueran vendidas por migajas a los amigos y socios del poder.
La nueva Aerolíneas Argentinas que ahora promociona el Gobierno nacional no existe. Las aeronaves que dice haber incorporado en los últimos años de poco y nada sirvieron: las inversiones realizadas habrían estado ligadas a intereses oscuros (se habla del pago de importantes sobreprecios), que nada tenían que ver con la puesta a punto que requiere una línea aérea de bandera.

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