jueves, 1 de diciembre de 2011

De Narváez: la oposición que se desvaneció

Tras el 28 de junio de 2009, cuando venció en las legislativas, De Narváez reprodujo sus apoyos municipales. Dos años y medio después, los que se multiplican son los distritos donde sus representantes lo abandonan

 
A casi dos años y medio de la épica victoria sobre Néstor Kirchner en las legislativas de 2009, Francisco de Narváez dejó que todo el capital político que entonces ganó drenara a otras fuerzas opositoras, o incluso kirchneristas. Aquel triunfo que le sirvió al desde entonces diputado nacional para jactarse de ser el único político capaz de vencer en las urnas al patagónico, hoy quedó en la anécdota. Porque, como dijo el concejal varelense Omar Colombi a La Tecla, “nosotros habíamos ganado y parecía que habíamos perdido”.
Desde entonces, la figura del Colorado no hizo más que decrecer en los municipios, donde, poco a poco, los bloques de Unión Celeste y Blanco y Unión-Pro se fueron desmembrando, hasta dejar casi nula la representatividad del espacio. Con el tiempo y la disolución del entramado que lo llevó a torcerle el brazo al Frente para la Victoria, la figura de De Narváez como la opción bonaerense se desvaneció como una voluta de humo en el aire.

Esa ruptura entre la cúpula del denarvaísmo y las bases distritales son la primera explicación de la debacle electoral que Udeso sufrió en octubre. Como Colombi, muchos referentes peronistas que no cuadraban dentro del kirchnerismo se sintieron abandonados y a la deriva, sin ninguna estructura que los cobijara. Ese vacío organizativo dejó un campo fértil para nuevas alianzas y jugadas autónomas en un contexto donde el duhaldismo y otros sectores del peronismo disidente estaban tal vez debilitados pero receptivos al justicialismo tradicional.

A la sangría de dirigentes que se precipitó por los errores organizativos y programáticos posteriores a la elección legislativa de 2009 se sumó la producida por el acuerdo a puertas cerradas con el radicalismo de Ricardo Alfonsín, un pacto no aceptado por las mayorías peronistas que apuntalaban el proyecto político de De Narváez.

La conformación de ese frente provocó una fuga justicialista hacia las huestes de Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, que dilapidó el poder territorial de muchos peronistas clásicos que no terminaban de comulgar con el kirchnerismo. Esos dirigentes históricos que, como el ex intendente de General Alvear Gaudencio Fernández, le advirtieron a De Narváez que un acuerdo con radicales no sería aceptado por las bases, optaron por jugar solos antes que verse debajo de un Alfonsín en la boleta. El acercamiento tardío a Rodríguez Saá no sirvió de mucho: el error ya había sido cometido.

Udeso nos costó horrores por una cuestión de pensamiento, de forma de ver las cosas y de forma de armados que tenemos internamente”, explicó a La Tecla Sebastián Seijas, concejal por Unión-Pro de Adolfo Alsina. El viraje que significó esa alianza dejó mal parados a todos aquellos que planteaban a De Narváez como la opción peronista al kirchnerismo. Desde el nacimiento de Udeso ese discurso quedó vacío, y la fuga de votos peronistas se hizo incontenible. “A los que venimos del peronismo nos dejó decsoncertados”, admite el edil duhaldista Marcelo Pacífico, quien abandonó -como tantos otros- el espacio denarvaísta por el que ingresó en el Concejo Deliberante una vez que se selló el acuerdo entre el diputado y su par Ricardo Alfonsín. El resultado son innumerables concejos deliberantes con peronistas disidentes que reniegan de De Narváez y toman con pinzas cada uno de sus movimientos o, directamente, dan por terminado su crédito político.

Vale aclarar que, curiosamente, lo mismo ocurrió de parte del radicalismo: el evocativo ascenso de Ricardo Alfonsín, envuelto en el aura de su padre, describió una perfecta curva descendente a partir del inesperado pacto programático con De Narváez, y despertó los fantasmas de la interna radical, tan en boga por estos días en razón del penoso resultado electoral de octubre. Fue noticia la pancarta izada por parte de la Juventud Radical en la que podía leerse el recordado “Nunca Más” sobre un enorme afiche construido con las boletas rojas y blancas de octubre que proponían a Alfonsín Presidente y De Narváez Gobernador.

“Sí, salimos perdiendo los dos”, confiesa Seijas. “Yo tengo amigos radicales, y aunque estamos desde distintas veredas, a esto lo charlamos y estamos igual; ellos habrán pensado que iba a funcionar, pero hoy no sé si estarán muy conformes”, señala, con resignación. Para los radicales, al menos, queda el consuelo de algunas intendencias ganadas.
Pero éste es un proceso que continúa: la semana pasada, el empresario Obdulio D’Angelo, elegido primer concejal dentro de la lista que postuló a Eduardo Schiavo como candidato a intendente en Quilmes, siguió los pasos del diputado provincial Jorge Srodek y cambió denarvaísmo por PRO, bloque al que se unirá cuando asuma. Srodek se alejó diciendo que PRO era “lo nuevo” y que trabajará por el proyecto presidencial de Mauricio Macri de aquí a 2015, mientras De Narváez lo tildaba de “oportunista”.

Consultado para esta nota, el legislador por la Segunda sección hasta hoy identificado con el espacio, Jorge Solmi, se refugió en el silencio ante la pregunta sobre su futuro a partir del 10 de diciembre, aunque hoy se sabe que el bloque denarvaísta en la cámara Baja que presidirá Mónica López no lo tendrá entres sus miembros. Casos similares se dieron -antes y después de la elección de octubre- en casi todo el territorio de las secciones Primera, Segunda y Tercera, donde el Movimiento Federal Peronista
-que fue el que impuso a De Narváez en el Conurbano- le quitó su apoyó y se acercó a los oficialismos kirchneristas. Algunos, con escándalo incluido, como el caso de Moyra Ryan en Pilar o, en la sección Capital, con el choque entre Gonzalo Atanasof y Sergio Panella, que redundó en el ingreso de dos concejales que trabajarán juntos: Guillermo Renna, referente del primero, y Fernando Gando, del segundo.

Así, el denarvaísmo no sólo logró introducir menos de los concejales previstos en estos comicios, también dejó ir a buena parte de los ediles que habían ingresado en 2009.

Ese año, el denarvaísmo -que comandaba aquel espacio del peronismo disidente que se llamó Unión-Pro y aglutinaba a sectores del felipismo y el macrismo- había logrado superar el 40 por ciento de los votos en distritos como General Rodríguez, Necochea y Carlos Casares. En 2011, esos tres municipios fueron ganados por el kirchnerismo por un margen claro. Aunque con menor porcentaje, similar cuadro de situación
se da en Moreno, Punta Indio y Villarino, otros tres distritos donde Unión-Pro logró la victoria con más del 30 por ciento de los votos, y hoy, a dos años y medio, perdió claramente; incluso en los dos últimos el manejo del Poder Ejecutivo pasó a manos de kirchneristas puros. Otro tanto sucedió en Balcarce, Dolores, Carmen de Patagones, Pilar, San Vicente, Hipólito Yrigoyen. General San Martín y Berisso, donde el alcance electoral del denarvaísmo perdió entre 20 y 10 puntos, rupturas con Solá, Duhalde y Macri mediante.

Hasta ahí, los ejemplos más notables, pero el goteo es constante y, en la mayoría de los distritos bonaerenses, muy a pesar de los plenarios que impulsó el propio De Narváez en las secciones electorales de la Provincia. Los espacios de discusión ya fueron encabezados por el propio Colorado en las secciones Cuarta y Sexta, desde donde no salieron mayores definiciones. Allí estuvieron José Scioli, Mauricio D’Alessandro, Gustavo Ferrari y Mónica López, sus más fieles laderos, pero también algunos que ya se fueron, como el pergaminense Jorge Solmi, quien armará un bloque autónomo con el diputado dolorense Ramiro Gutiérrez.

De esos cónclaves, De Narváez se llevó más disgustos que otra cosa, ya que los dirigentes locales estuvieron allí con los resultados en la mano para pedirle un porvenir con mejores decisiones. “Nosotros seguimos y estamos, pero con otras condiciones”, resume Sebastián Seijas, de Adolfo Alsina.

De aquí en más no será fácil volver a encantar a las bases. Al abandono y el desmenbramiento político luego del éxito de 2009, al acuerdo con el radicalismo resistido por muchos y al magro resultado en las elecciones de octubre habrá que hacerlos olvidar, y eso no será tarea fácil. Ya no están de su lado las fuerzas de Felipe Solá -quien se acercó a Daniel Scioli-, ni de Eduardo Duhalde -que prefiere jugar la suya y tender puentes con el PRO-. Menos aún lo está el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri -desembarcó en la Provincia con su primo Jorge Macri, intendente electo de Vicente López-.

El horizonte no se plantea demasiado promisorio para De Narváez, de quien esperan -aquellos que estuvieron con él y hoy están más afuera que adentro- que esta vez sí haya entendido la ingeniería política necesaria para vencer al aparato justicialista en la provincia de Buenos Aires.

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