domingo, 17 de marzo de 2013

LECTURA RECOMENDADA La carta secreta del Papa a Cristina


 
Esta carta me quema las manos. Sé que es recontra privada
 y confidencial, pero me resisto a no publicarla. Aunque suene
 demagógico, me debo a mis lectores. Eso sí, no diré cómo
llegó a mis manos.

Temo que un nuevo VatiLeaks caiga sobre mi cabeza y la haga
 rodar. Señores, señoras, todos y todas: éste es el texto de
la respuesta que Francisco, el primer papa argentino, dirigió a
Cristina, que horas después de su llegada al trono (la llegada de
 Bergoglio, digo) le había enviado una salutación.
"Señora Presidenta, vayan estas líneas para expresar mi gratitud
 por su carta. Como se demoró unas horas (sé que mientras se
conocía el resultado del cónclave estaba ocupada mandando tuits),
 antes me llegaron unas 15.000, de todo el mundo. Pero ninguna
 acarició mi espíritu tanto como la suya.
"Aprecio su entusiasmo y emoción, apenas contenidos, y que haya
 podido condensar todo lo que usted sentía en sólo dos párrafos.
La misma austeridad de palabras, el mismo esfuerzo de síntesis
que le conocemos en sus discursos.
"Aprecio que no haya usado la cadena nacional para referirse
al tema y que la Televisión Pública haya preferido emitir Paka-Paka
 en vez de seguir la transmisión desde la Plaza San Pedro. Esto ha
ce a la pluralidad de voces que usted y yo tanto defendemos.
Además, podríamos pensar que el Paka alude a un Papa K, nada
 muy alejado de la realidad.
"Aprecio, desde luego, las cálidas palabras que me tributó durante
su discurso de esa noche en Tecnópolis. Se contuvo durante 40
minutos, mientras hacía importantes anuncios para cooperativas,
 y después me dedicó las palabras de cierre. Eso habla de orden:
primero el trabajo y después el placer.
"Por cierto, muchas gracias por superponer sus palabras a
 los silbidos que aparecieron cuando empezó a hablar de mí. Cuánto
 lamento que se hayan infiltrado en el acto desilusionados seguido
res del cardenal brasileño Scherer.
"Gracias también por haber ordenado a sus diputados que se resis
tieran a interrumpir la sesión para saludar mi elección, como
pedían los bloques opositores. Era una burda artimaña de los
obstruccionistas de siempre para impedir la sanción de leyes funda
mentales.
"Le agradezco, asimismo, que en el acto del día siguiente, en Ave
llaneda, no haya hecho ninguna alusión a mi persona. Me viene
muy bien. A ver si todavía me la creo.
"He sabido, señora, que el martes vendrá a mi asunción. Para mí es
un honor, y una responsabilidad. Como jefe de Estado del Vaticano
 he ordenado que el Tango 01 pueda aterrizar sin temor a embargo
 alguno. Y no sé si también vendrá Boudou -acaso interesado en
conocer de cerca el funcionamiento del IOR (el Banco del Vaticano)-,
 pero por las dudas he hecho saber a los celosos guardias suizos
 que el señor vicepresidente es persona de mi confianza.
"A propósito de su venida, querida señora, no puedo dejar de
 pensar en lo insondables que son los caminos del Señor. Todos los
años usted se iba a cualquier provincia para evitar mis homilías
en los tedeum, y ahora, pobre, va a tener que venir hasta el Vaticano
 y escucharme de punta a punta sin poder decir nada. Pero despreo
cúpese. Soy una persona de códigos. Cuando hable de pobreza me
estaré refiriendo al áfrica. Cuando hable de riqueza excesiva no esta
ré pensando en nadie en especial. Cuando pida libertad de expresión
será un mensaje a los chinos. Cuando reclame diálogo y con
fraternidad entre hermanos será una referencia a las dos Corea.
Cuando critique la falta de libertades y el discurso único será por
Cuba. Condenaré el consumismo desenfrenado pensando en
Estados Unidos. Condenaré la corrupción pensando en Turkmenistán.
"Sí, Cristina, soy hombre de códigos. Hablaré de justicia y democracia,
 pero no de la democratización de la Justicia. Deeducación, pero
 no de paros docentes que dejan a millones de chicos sin clases duran
te semanas. Me referiré al flagelo de la inseguridad, pero des
de un ángulo psicológico, vinculándola con el ámbito de las sensaciones.
"Usted comprenderá que, como Papa, estoy obligado a hablar de paci
ficación de los espíritus. Prometo no mirar a nadie a los ojos. De hu
mildad. Pero lo haré en forma abstracta. Por supuesto, una y otra vez
me referiré a El, a su bondad, a su poder, a las maravillas que ha hecho.
 ¿Cree usted necesario que yo haga alguna aclaración?
"Señora, me despido, no sin antes decirle nuevamente gracias. Gra
cias por todos estos años de amable convivencia. Por permitirme que
 ahora llegue a mis compatriotas de una forma distinta. Por las críticas
 en 6,7,8 , que me ayudan a reconocerme como un pecador.
Por prohibirle al embajador ante la Santa Sede, Juan Pablo
Cafiero, que siga hablando con los medios (bajo la consigna, me ima
gino, de que es tiempo de meditación y no de palabras). Desde ya,
gracias por la alegría con que va a llegar a Roma, por pasar desa
percibida entre tantos líderes de todo el mundo, por hacer trans
mitir en vivo la ceremonia por Canal 7, por escuchar mi homilía, por
 aplaudirme, por sonreír. Gracias por postrarse ante mí y besar mi anillo,
 en actitud de respeto y sumisión. ¡Gracias, hija mía!"
La señora terminó de leer la carta y quería destruirla. Después hizo
cuentas: "Doce párrafos de él contra sólo dos míos. Además, para mí
 seguirá siendo Bergoglio, y yo soy más Cristina que nunca"

Por Carlos M. Reymundo Roberts

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