viernes, 28 de marzo de 2014

Mentiras : ¿de qué se ríe Cristina?

de que se rie cristina
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Ayer,  la presidenta Cristina Kirchner estaba sonriente en la quinta de Olivos, junto a su ministro preferido, Axel “El marxista” Kicillof.  Hizo transmitir su discurso por cadena nacional, comunicando como si fuese un gran hecho que le entregó una suerte de subsidio a una fábrica de alfajores, mostrando una particular obsesión con esa golosina ya que, un día antes, había elogiado los “alfajorcitos” nac & pop que se distribuyen en los vuelos de cabotaje de Aerolíneas Argentinas.
"No me trajeron el triple, me trajeron el Fantoche mini, porque me dijo el dueño que no me quiere ver gorda", dijo la presidenta. Y bromeó: "No sé si fue un piropo o una indirecta". Como era de esperar, los aplaudidores que estuvieron ayer en Olivos hicieron lo mejor que saben hacer: aplaudir. Aludiendo a la marca del alfajor, fue una auténtica fantochada. Más bochornoso resultó cuando la primera mandataria, se autocalificó como “la madre del país”: 
“"Yo me siento un poco la madre del país, la madre de todos los argentinos ", afirmó CFK sin ruborizarse. Fue penoso.
Acto seguido, con la misma sonrisa y haciendo chistes, Cristina salió a defender la quita de subsidios que, unas horas antes, había anunciado el propio Kicillof, que en los hechos implicará un tarifazo fenomenal que acrecentará la espiral inflacionaria. Y que pegará de lleno en el poder adquisitivo de la clase media y de los sectores populares. Fiel a su estilo, así como el gobierno en vez de hablar de “inflación” insiste en decir que en la Argentina existe “aumento de precios relativos”, la primera mandataria se negó a hablar de tarizafo. Concretamente, afirmó que los aumentos que se vienen en las boleta de gas y agua "tienen que ver con la equidad".
Obviamente, en un país en crisis, nadie puede estar en desacuerdo en que los sectores socialmente más acomodados dejen de pagar boletas de agua, luz y gas subsidiadas con fondos estatales. De hecho, este tipo de beneficio se tendría que haber eliminado hace varios años. Ahora bien, lo que ayer anunció el gobierno nada tiene que ver con eso. Significará un ajuste en momentos en que la Argentina asiste a una aguda recesión económica.
Como si fuese una broma de mal gusto, la presidenta aclaró: “les dejamos los subsidios a las industrias, porque no queremos dañar la competitividad”. Las palabras corresponden a la máxima representante de un gobierno que, en los últimos años, con una presión fiscal agobiante y un cúmulo de medidas desacertadas, como ponerle trabas a las exportaciones, destruyó a sectores productivos claves del país. Por ello en la Argentina, que hasta hace algunas décadas era el granero del mundo, cada vez se produce menos carne, suman miles los frigoríficos y los tambos que tuvieron que bajar las persianas y, en los últimos meses, los pocos sectores industriales que se mantienen en pie no tienen otra alternativa que despedir empleados o suspender a gran parte de su personal. 
Si se tuvieron que mantener las tarifas subsidiadas durante años, es porque ya no tenemos soberanía energética. El kirchnerismo permitió, avaló y se asoció con Repsol en la destrucción de YPF,  y ahora continúa profundizando el esquema que dejó al país sin gas y sin petróleo. Por ende, al escasear la energía, los valores se vuelven más caros, puesto que la importación que se tiene que realizar se hace a precio dólar. Por ello, mantener artificialmente las tarifas en el mercado interno implica un enorme esfuerzo fiscal que, a esta altura, ya no se puede sostener. 
En tanto, la emisión monetaria, es decir recurrir a la máquina de imprimir pesos para financiar el gasto improductivo, se ha convertido en un remedio mucho peor que la enfermedad ya que lo único que hizo fue alimentar la ola inflacionaria.  
Está claro que, por más que la presidenta se muestre sonriente, la fiesta kirchnerista llegó a su fin. El Estado se quedó sin recursos para seguir financiando el despilfarro del clientelismo, y llegó la hora del recorte. Para aplicarlo se están recurriendo a las recetas de la ortodoxia económica neoliberal, que llevaron a que nuestro país atravesara la  peor crisis de su historia en 2001. 
En otras palabras, pagar el jolgorio K ahora corre por cuenta de la ciudadanía que tendrá como única forma de reducir el impacto del tarifazo pasar frío durante el invierno. 

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