viernes, 6 de junio de 2014

DOLORES Las faltantes que opacaron lo que debió ser un procedimiento policial exitoso.


Escribe Sebastián Comini 
El pasado lunes 2 observé una situación anormal en mi tránsito vehicular por calle Melgar y San Martín, cuando una persona de sexo masculino saltaba del paredón de una vivienda hacia el exterior, y luego de quedar en cuclillas se incorpora y se aleja del lugar.


Tras presenciar esta situación, noté que la persona llevaba en sus espaldas una mochila y que luego tomó por calle San Martín hacia el este.
Sin dudarlo un instante di rápidamente la vuelta manzana y lo crucé de frente, notando que caminaba con cierto nerviosismo y mirando a su alrededor a cada momento.
Todo esto fue determinante para tomar la decisión de llamar al 101 para dar cuenta de la novedad, con la íntima convicción de que la persona acaba de cometer un ilícito.
La Sargento Rocío Nazer (su nombre lo sabría horas después de concretarse la aprehensión del sujeto) fue la que recepcionó los diferentes llamados en la cual iba informando los cambios de direcciones de la persona hasta tanto se hiciera presente un móvil policial, el cual arribó algunas cuadras después, cuando la persona ya transitaba por Vucetich entre Líbano y Siccardi, procediendo a su rápida aprehensión tras una excelente respuesta del Sargento Matías Andreoli, quien fue el primer efectivo en llegar al lugar, evitando que el sujeto se diera a la fuga.
Con posterioridad llegaron efectivos de apoyo, y ante presencia de testigos, se dispuso a requisar la mochila, en la cual llevaba distintos elementos, producto del ilícito perpetrado contra el vecino Eduardo Pequerul, domiciliado en San Martín y Melgar de nuestro medio, tras lo cual fue trasladado al asiento de la Comisaría local.
En las horas subsiguientes lo que debió ser un procedimiento policial exitoso quedó envuelto en un cono de sombras, ya que muchos de los bienes sustraídos a Pequerul (los más valiosos) se habían esfumado, lo que motivó distintas suspicacias, y que me lleva a romper el silencio y hacer algunas aclaraciones sobre el particular, que creo que son más importantes que el hecho de saberse públicamente (que de todas maneras se sabe) acerca de mi participación en la detención de Ignacio Salto, ya que se puso bajo la lupa la actuación policial en general.


Sobre esta particularidad, debo decir en primera instancia que el detenido no estaba acompañado por otra persona tras cometer el ilícito, como tampoco se descartó de parte del botín en su recorrido, el cual fue acompañado a una distancia prudencia que no superó jamás los 100 metros. El único momento en que estuvo fuera del alcance de mi visión, fue cuando di la vuelta a la manzana para retomar por calle San Martín y cruzarlo de frente, lo cual no me llevó más de 7 segundos, en los cuales caminó unos 70 metros, sin observar terceros en las cercanías y siempre con la mochila en sus hombros.
Todo esto me hace inferir que desde que saltó por el paredón hasta que el Sargento Andreoli lo reduce, Salto no descartó absolutamente nada de lo que llevaba consigo, por lo que la pregunta cae por su propio peso: ¿qué sucedió con los objetos valiosos que no aparecieron?


Esta pregunta deberá ser dilucidada por la Justicia, dado que el damnificado hizo la denuncia pertinente respecto de los faltantes, por lo que a la investigación del robo en sí por parte de Salto, se suma la que tiene que ver con los elementos que no se reintegraron a su dueño.


Una de las teorías que se hizo pública desde el seno de la fuerza fue la de que había un cómplice en el hecho delictivo, aunque esta pierde sustento cuando uno analiza que lo secuestrado a Salto eran objetos sin valor alguno, y por el contrario faltaban los otros. Siguiendo esta línea, debería pensarse que el cómplice se llevó absolutamente todo lo mejor y a Salto le quedaron las menudencias, algo que no tiene demasiada lógica. Indefectiblemente, Salto debería haber tenido algo de valor consigo.


Otra de las teorías es que alguien se apoderó de los elementos más valiosos en el tiempo que pasó desde que Andreoli reducía a Salto hasta el momento en que los testigos hacen contacto visual con la mochila, que posteriormente fue exhibida vaciando en su totalidad el contenido.


¿Quiénes tuvieron contacto con la mochila? Con seguridad, uno o más de los seis efectivos policiales de apoyo que llegaron al lugar. Aunque también puede haber habido un tercero conocido de Salto, que tomó los objetos de valor, volvió a cerrar la mochila y se dio a la fuga, aunque hubiese tenido más lógica que se llevara toda la mochila y hacer desaparecer la prueba que lo incrimine.


De dos cosas estoy convencido. Lo primero es que Salto no se descartó de nada en todo el trayecto desde que saltó del paredón hasta que fue aprehendido. Lo segundo es que el Sargento Andreoli es ajeno a cualquier anormalidad, ya que siempre tuve contacto visual con lo que sucedía, y el funcionario policial al bajar del patrullero corrió detrás de Salto (quien arroja unos 10 metros adelante la mochila, en la más completa oscuridad), se traba en lucha con él hasta que logra reducirlo y ponerle los ganchos, y allí se quedó hasta mucho después de la llegada de los testigos.


En lo personal me quedó una amarga sensación, porque todo había resultado perfecto, y se descartaba de plano que Pequerul recuperaría todos los elementos que le fueran sustraídos. Pero lamentablemente no fue así.


¿Qué pasó? Lo determinará (como corresponde) la Justicia a través de la investigación que se inició al día siguiente, abogando por un rápido esclarecimiento de la cuestión de fondo, entendiendo que debía hacer referencia sobre el particular.
En los días posteriores me cuestioné – debido a lo sucedido – mi intervención en el hecho. Hasta llegué a pensar que quizás hubiese sido mejor seguir mi camino, llegar a mi casa, preparar el mate y despotricar contra la inseguridad, como solemos hacer frecuentemente.
Más fríamente creo que hice lo que debía hacer, que es ni más ni menos que asumir el compromiso social que cotidianamente ejerzo con la comunidad, no mirar para otro lado, y menos que menos borrar con el codo lo que escribo con la mano.
Mis hijos aprobaron lo que hice, y eso es motivo suficiente para saber que hice lo correcto, independientemente de lo que sucedió después. Saber que la lección del día fue que uno no debe hacerse el distraído, que debe comprometerse, que debe ser solidario y jugarse por el semejante.


Ni estar declarando hasta las tres de la mañana (porque mi testimonio era el único que podía agravar la situación procesal del detenido), ni la declaración posterior por las faltantes, ni la rueda de reconocimiento que tendrá lugar este lunes en la sede de la DDI, ni las posibles represalias futuras, me han desanimado como sí lo hizo el hecho de saber qué no todo estaba donde tenía que estar, porque no había forma de que allí no estará.
Pese a todo, creo que los funcionarios como la Sargento Rocío Nazer y como el Sargento Matías Andreoli lo convencen a uno de que vale la pena todavía luchar y que las instituciones no están tan corrompidas como uno cree. Hay mucha gente buena, comprometida, solidaria, profesional, y todos y cada uno de nosotros debemos redoblar los esfuerzos para que día a día sean más.
Ojalá pronto quede aclarada esta situación, pues nos merecemos saber qué es lo que realmente pasó.

Sebastián Comini

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