jueves, 19 de junio de 2014

Necesitamos al abogado de Dios


Por Esteban Eseverri
Esto no comienza en 2008 con las demandas,
ni en 2005 con los canjes de la deuda sino cua
ndo pedimos la plata prestada y no la pagamos.
Durante el larguísimo juicio contra los fondos NML y otros, llamados buitres, tu
vimos distintas posturas. Insultamos los jueces, luego los adulamos, prometimos
 cumplir las sentencias, juramos no hacerlo, aseguramos que pagaríamos pero fil
tramos que iríamos al default. Todo en general al mismo tiempo.
Perdimos. En primera instancia, en segunda instancia y la Corte de USA no aceptó
nuestros “recursos extraordinarios”, los certiorari. También habilitó la justicia ame
ricana los Discovery, es decir, aquellos recursos presentados por los Fondos Buitre
 para saber dónde embargar y ejecutar activos argentinos, lo que se dice, una derro
ta total.
La Corte Suprema de nuestro país había dejado claro durante estos procesos que 
no atendería ejecuciones de sentencias extranjeras que pudieran poner en riesgo 
los canjes, ante el pedido de un fondo inglés. De tal modo, si no pueden cobrar su
 sentencia aquí, que es donde están nuestros activos principales, los acreedores de
ben poder hacerlo en otro país.
¿Cuáles son los activos que tenemos y por qué tanto escándalo judicial y político?
 Pues bien, Argentina se encuentra pagando deudas de bonos con aquellos acree
dores que entraron en los sucesivos canjes. Cuando paguemos en el circuito ban
cario conectado a New York, técnicamente, el dinero que depositemos podría ser embargado por los Fondos Buitres ya que además de todo, nos levantaron el “stay”
 la medida cautelar que nos protegía de esa posible maniobra.
De tal manera, para poder pagar a los bonistas que entraron en el canje, debemos 
lograr la aquiescencia de los Fondos Buitres, que litigan desde el 2008 y a quienes 
hemos acusado públicamente como “los malos” en un imaginario relato donde no
sotros seríamos los “buenos” o bien desobedecer las advertencias del Juez Griesa 
y pagar en Buenos Aires. O ser condenados por otro juez, por ejemplo, un europeo,
 a pagar en otro domicilio que no sea Nueva York a los bonistas que entraron al can
je, a quienes les nace el derecho de reclamar lo que resignaron si antes del 31 de di
ciembre pagamos mejor a los Buitres que a ellos.
Lo cierto es que todo esto no comienza en 2008 con las demandas, ni en 2005 con 
los canjes de la deuda en default sino antes. Concretamente, comienza cuando pe
dimos la plata prestada y no la pagamos. Y luego continuó y se hizo más grave cuan
do legisladores argentinos resignando su potestad de manejar la deuda externa de
 la Nación, prefirieron aplaudir de pie, en Asamblea Legislativa, cuando Adolfo Ro
dríguez Saá, electo por la misma Asamblea, anunciaba el no pago de la deuda argen
tina.
Varios parlamentarios de ese momento están hoy en el Gobierno, incluída la Presi
dente, quien por aquel entonces integraba el Congreso. Resta saber si quienes fue
ron nuestros abogados en las instancias inferiores y Paul Clement, ex Procurador 
ante la Corte de USA, hicieron todo lo que pudieron con un cliente extraño, que 
nunca creyó que llegaría a ser condenado con una mezcla de soberbia e infantilis
mo, faltó que cantáramos “acá tenés los pibes para ir hacia el default”.
La Dra Fernández de Kirchner pidió por cadena nacional el año pasado “Dios ilumi
ne a la Corte”. Evidentemente, nuestros abogados no eran ni Dios ni muy lumino
sos y ahora en inferioridad de condiciones, necesitamos una real mano extraordina
ria del destino. Generalmente, cuando se obtiene una sentencia favorable, quien 
ganó el juicio no negocia, exige. El tiempo para la negociación es antes.
El oficialismo parece convencido de que, con seis años de pleito, tal vez a los fon
dos acreedores les resulte tentador no seguir dilatando el cobro de su acreencia.
Sin embargo, eso es meramente potestativo de los vencedores. A esta debilidad, 
nos llevó la impericia del Gobierno, quien no parece dispuesto a aceptar el costo 
de sus errores, y por el momento, mantiene en secreto lo que realmente buscará 
hacer. Tal vez, porque no lo sabe, o porque sabe que ya no depende de sí mismo 
para evitar un descalabro de nefastas consecuencias no sobre esta administración
 saliente, sino sobre el resto de los argentinos.

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