miércoles, 4 de marzo de 2015

En el PJ ya empiezan a pensar en una vida sin Cristina


Por Ignacio Fidanza
Duhalde planea un "congreso" partidario para
el 14. El rol de Servini de Cubría y los intendentes.
Un movimiento subterráneo está creciendo desde el peronismo bonaerense, con la participación activa de Eduardo Duhalde. “Es el último servicio a la Patria de Eduar
do”, afirman con ironía cerca suyo.
La movida empalma además con las necesidades y rencores que acumulan intenden
tes y dirigentes del peronismo bonaerense y sectores de la Justicia. La idea, sintetiza
da, es sacarle el PJ a Cristina y dejarla sola con la franquicia del Frente para la Victo
ria.
O mejor dicho, asegurarse el control del sello del PJ para que Scioli y todos los que acompañen su candidatura presidencial, tengan un instrumento electoral para presen
tarse en las elecciones de Octubre, si Cristina decide negarle la boleta.
En esta trama compleja hay intereses cruzados y hasta identidades partidarias hoy enfrentadas. Pero el espanto de quedarse afuera del próximo ciclo de poder en la
 Argentina, es lo que une.
Duhalde trabaja con la ayuda activa de su mujer para realizar una suerte de Congre
so del Partido Justicialista el próximo 14 de marzo. Hay contactos con referentes de provincias –en su mayoría de su época- como José Manuel de la Sota y Jorge Busti.
Pero ese “Congreso” sería el marco político para una jugada más amplia que imagi
na algún tipo de concurso de la jueza federal con competencia electoral, María Ro
milda Servini de Cubría. El año pasado Duhalde ya había intentado que la jueza de
crete la intervención del PJ, que por presión directa de Cristina viene funcionando
 con una conducción prorrogada y eludiendo las elecciones internas para definir su conducción.
Esta jugada, anticipada en su momento LPO, fue desestimada por Servini de Cubría
 que la rechazó de plano. Hoy, al calor de la pelea de la Presidenta con la Justicia,
los promotores de la jugada ven mayor permeabilidad en el fuero federal para “ha
cerle una maldad a Cristina”.
Granados y los intendentes
De manera simultánea a los trapicheos de Duhalde -y acaso sin que exista coordina
ción- el influyente ministro de Seguridad bonaerense, Alejandro Granados, encabe
za ciertas conversaciones. El hombre fuerte de Ezeiza está convencido que existe
una posibilidad cierta de que Cristina no le de la boleta a Scioli y por eso es necesa
rio tomar el control del PJ. El gobernador asegura en la intimidad que eso no va a
 pasar, pero precavido, deja hacer.
Granados logró empalmar esa necesidad de Scioli con un deseo de los barones del Conurbano: Recuperar autonomía política y financiera frente al avance de la Casa
 Rosada que vivieron estos años. “Quieren volver a armar las listas de la provincia
 y manejar los presupuestos de sus distritos. Ellos sienten que han sido un respal
do importante del gobierno nacional y no se les reconoce ese lugar”, explicó a LPO
 una fuente al tanto de las negociaciones.
Las charlas trascienden las actuales fronteras partidarias, pero no la identidad po
lítica. Participan de esas conversaciones además de Granados, los intendentes ofi
cialistas de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde y de La Matanza, Fernando Es
pinoza; pero también los massistas críticos de Malvinas Argentinas, Jesús Carigli
no; de Pilar, Humberto Zuccaro y de Hurlingham, Luis Acuña. Todos peronistas.
En las conversaciones preliminares se sobrevoló la idea de Insaurralde candidato a gobernador acompañando la boleta de Scioli presidente. Todo bajo el amparo del
 PJ. Este regreso vertiginoso a la pejotización es la consecuencia lógica del fin de
 ciclo que sufre el kirchnerismo. Entre los sucesivos “ismos” los peronistas suelen
 acordarse de la calidez de su casa natal, buen refugio hasta que se consolide el
próximo liderazgo.
Los actores mencionados están hoy en proyectos distintos y hasta tienen aspiracio
nes similares y excluyentes: Cariglino, Espinoza e Insaurralde quieren ser candi
datos a gobernador. Pero más que a sus diferencias le temen –en un caso- a la ra
dicalización de Cristina y su opción por La Cámpora; y en el otro, a la pulsión
nestorista de Massa de armar todas las listas y concentrar todas las decisiones.
La respuesta frente a esos riesgos es lo que genera consenso: Armar un polo de
 poder propio que permita bajo el paraguas del PJ, recuperar espacios de autono
mía política y marcar límites de abajo hacia arriba. “Ellos nos necesitan más a no
sotros que nosotros a ellos”, afirman estos fanáticos del poder local.
Con Scioli no tienen ese problema. Es sabido que el gobernador jamás demostró
 interés por los armados territoriales.
Es muy probable que esta Intifada, como tantas otras que desde el peronismo de
safiaron a Cristina, termine en nada. Pero su mera existencia revela el deslizamien
to que se vive en el poder, que como se sabe, suele transformarse por sucesivas
oleadadas de corsi e ricorsi.

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