lunes, 22 de febrero de 2016

Macri juega con la idea de un solo mandato y prepara a Marcos Peña como sucesor


Por Ignacio Fidanza
El presidente ordenó que empiecen a posi
cionarlo. La tensión con Rodríguez Larreta y
 Vidal.
 Como se sabe, el único problema serio que plantea la política es la suce
sión, que la monarquía resolvió de manera simple. Para las democracias
 no es tan sencillo. Mauricio Macri dejó trascender, cuando la posibilidad 
de ganar las presidenciales tomaba cuerpo, que su idea era hacer un solo
 mandato “fundacional” que pusiera a la Argentina en la senda del progre
so, y luego abrir paso a nuevas generaciones.
Hasta donde se sabe esa idea no ha sido
 revisada, aunque habrá que ver si el po
der logra encandilarlo como hizo en to
dos los casos conocidos. Sin embargo, 
un dato no pasó desapercibido en el nú
cleo íntimo del gobierno: Macri pidió que
 se empiece a trabajar en la construcción 
de Marcos Peña como posible sucesor.
Se trata de una decisión -¿tanteo?- que 
más allá de su evidente provisionalidad, ge
nera de manera automática tensión con los
 dos sucesores naturales del PRO: María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez 
Larreta.
Marcos Peña no tiene territo
rio propio ni carisma, pero 
posee por estos días algo 
acaso igual de valioso: ac
ceso pleno al oído del Pre
sidente.
Marcos Peña no tiene territorio ni carisma, pero posee por estos días algo acaso igual de valioso: el acceso pleno al Presidente. Es su principal consejero y el cerebro del discurso y la estrategia política del Gobierno.
Es curioso como se dan las cosas. Peña inicialmente fue muy resistido por Macri y Gabriela Michetti, cuando era vicejefa de Gobierno, tuvo que insistir durante meses para que lo sacara de la Legislatura. Fue así que casi se le inventó el cargo de secretario General de la Ciudad, inicialmente sin poder.
Pero si hay un talento en el actual jefe de Gabinete es la habilidad para mover
se en el Palacio. Supo ganarse un lugar cerca de Macri y luego fue el verdugo 
que empujó a Michetti a la Cámara de Diputados y la sacó de la mesa chica a 
la que ella lo había invitado. Hasta hoy los recelos entre ambos son volcánicos.
Peña cree que él es el autor del “milagro”, como diría Durán Barba, de que
Macri haya llegado a la Presidencia. Pero mucho más importante, Macri cree
 lo mismo. Le está además infinitamente agradecido por haber logrado recon
vertir su imagen de empresario impiadoso de derecha, en una suerte de líder
 centrista y moderno.
Con el arribo a la jefatura de Gabinete y el desplazamiento de los dos suceso
res naturales a otros distritos, Peña logró su viejo sueño de apoderarse de to
dos los resortes de comunicación, decisión y discurso del Gobierno y del Pre
sidente. Al punto que fue él quien le dijo a Macri que hable poco y en pocas ocasiones, como reveló LPO. “No hace falta que hables, el que habla es el Go
bierno”, le sugirió.
Macri no está del todo convencido con este consejo y no son pocos los que 
le advierten que nada reemplaza la palabra del Presidente, en su comunica
ción directa con el pueblo que lo votó. Ejemplos del daño que hace esta falta
 de comunicación directa son las escasas o nulas explicaciones ante dos de
 las decisiones más polémicas que tomó en estos setenta días: La triplica
ción de la coparticipación de la Ciudad y la eliminación de las retenciones 
a la minería.
Peña creció en el entorno de Macri concentrándose exclusivamente en ayu
darlo en su proyecto presidencial y evitando abrir una línea interna propia q
ue insinuara un proyecto personal. Pero resultó que no era que le faltarán am
biciones, sino que trascendían lo esperado. 
Esto se vio con claridad cuando hubo que definir la fórmula presidencial. Pe
ña fue el más enfático, junto a Durán Barba -su aliado forzoso- en defender 
la fórmula pura. Luego se supo que estaba preparando la cena para un único
 invitado: él mismo. Esto quedó en evidencia en el libro “Cambiemos” de Her
nán Iglesias Illia, donde este colaborador y amigo de Peña que trabajó en la 
campaña presidencial del PRO, confirma como el actual jefe de Gabinete pre
sionó para ser elegido vice y la enorme decepción que sufrió él y su equipo
cuando esto no ocurrió.
Y es ese acaso uno de los principales problemas de Peña. Como todo juga
dor exitoso se empieza enamorar de su jugada. La revelación de estrategias
 tan íntimas como esas en el libro de Illia son un flanco innecesario, tan contraproducente como detallar al diario Clarín el plan que implementará pa
ra que la gente deje de percibir a Macri como “el presidente de los ricos”.
 Hay cosas que es necesario hacer y no decir: el cinismo político es una de
 ellas.
Pero acaso es natural lo que sucede. Marcos Peña fue mas que nada un je
fe de campaña. Y sigue actuando como tal. Lo curioso en todo caso es que
 Macri haya decidido entregarle la conducción de su gobierno. Lo natural 
cuando se fusionan en un mismo funcionario el pensamiento estratégico 
de la política y el día a día de la gestión, es que una de las dos funciones a
hogue a la otra.
Pero lo cierto es que por ahora, Peña goza del enorme poder que le da el ma
nejo de la relación con los medios y la inversión en las redes sociales, para 
empezar a construir su propia candidatura, con una excusa inmejorable: Co
mo jefe de Gabinete es lógico que concentre las apariciones públicas, como
 está ocurriendo.
En esta columna ya se analizó que confundir gestión de la comunicación 
con gestión suele ser una trampa mortal. Todos los gobiernos creen que 
sus problemas son básicamente de comunicación, porque es más placente
ro decirse eso que revisar las políticas y su ejecución. Pero si el gobierno 
funciona, se puede sobrevivir hasta con mala comunicación. Al revés, impo
sible.

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