viernes, 23 de septiembre de 2011

Atlántida Argentina, la Universidad de los amigos del ministro Boudou

Tras veinte años de manejo por parte del óptico Omar Burgos y el contador Marcelo Eyras, se produjo en agosto el cambio de autoridades en la fundación. El nuevo presidente es el empresario Antonio Dorigoni, quien no milita políticamente pero tiene relaciones cercanas con el poder local. Los cuatro miembros restantes del Consejo de administración pertenecen al Frente para la Victoria
 
La Universidad Atlántida Argentina nació al amparo de una fundación homónima, que en 1991 tuvo el objetivo de “terminar con la permanente migración de los jóvenes hacia otras localidades para continuar sus estudios superiores. De acuerdo a los sondeos realizados, el 98% de estos jóvenes no regresaban. Se reconocía entonces que esta anhelada aspiración tenía fundamentos sociales, culturales y geopolíticos”. Así se describe en la carta de presentación del establecimiento educativo.
Pese a asentarse, permanecer y extender sus brazos desde la sede de Mar de Ajó a las subsedes de Dolores y Mar del Plata, la casa de altos estudios se estancó en alumnado, creció en cantidad de docentes y no logró aún la acreditafción definitiva por parte del ministerio de Educación de la Nación.
Tras veinte años de manejo por parte del óptico Omar Burgos y el contador Marcelo Eyras, se produjo en agosto el cambio de autoridades en la fundación. El nuevo presidente es el empresario Antonio Dorigoni, quien no milita políticamente pero tiene relaciones cercanas con el poder local. Los cuatro miembros restantes del Consejo de administración actúan en política, y tres de ellos pertenecen al Frente para la Victoria. Más aún, son cercanos al ministro Amado Boudou.


Cuando se conoció el traspaso, la política de La Costa, Dolores y Mar del Plata tomó nota. Desde la oposición se dio por entendido que “hay una innegable vinculación con el Gobierno nacional”, y se apuntó a Boudou como el principal impulsor del cambio. Amado Sogbi, actual tesorero, ratificó a La Tecla el impulso que dio el ministro y candidato a vicepresidente de Cristina Fernández. También hay una activa participación del intendente Juan Pablo de Jesús, y de su padre y socio fundador, el diputado Juan de Jesús.
Se levantan algunas voces críticas. Dicen que “la intención es usar a la universidad como un bastión político”, y ven en la maniobra un primer ensayo para “quedarse con universidades que estén mal financiadas”.

El candidato a intendente de Udeso en La Costa, Marcos García, señala que “hace tiempo a esta universidad le pusieron mu-chísimas trabas para no otorgarle la acreditación definitiva, siempre quisieron debilitarla”; a su entender, para después comprarla.
Se habla de un monto de seis millones de pesos, y subyace allí uno de los puntos más conflictivos. Una fundación no puede ser transferida como si se tratara de un inmueble. Quienes quedaron a cargo y sus antecesores niegan cualquier transacción de este tipo.
“Teníamos hipotecadas la Universidad de Mar de Ajó y la de Mar del Plata; una con el banco Credicoop y la otra en dólares. Como teníamos miedo, y acá se responde con el patrimonio de uno, con mi socio usamos la plata de unos terrenos nuestros que habíamos vendido para saldar la hipoteca; entonces lo pusimos en el pasivo, como para recuperarlo. Ese pasivo era lo que quedamos que iban a pagar ellos, y cumplieron enseguida; entonces, algunos creen que se pagó por la fundación, pero no es así”, asevera el ex tesorero Marcelo Eyras.
“Estos rumores salen porque en algún momento hubo algunas universidades privadas que no tenían pie en la provincia de Buenos Aires y buscaban franquicias, salir a comprar una chapa, pero eso no pasó, y una fundación no se puede comprar”, expresa el nuevo tesorero, Amado Zogbi.
El responsable de las finanzas de la fundación Atlántida Argentina, funcionario municipal y candidato a concejal, sostiene además que “no hay qué vender. No hay patrimonio, casi. La universidad está en un equilibrio, y lo que necesita es gestión en todo nivel. Hay que hacer una administración austera, hacer que las cuotas se cobren, porque más del treinta por ciento del alumnado está becado, y eso es muy difícil de sostener”.
Por allí pasa el primer objetivo de una administración que necesitará recursos para solventar el crecimiento programado, y en la cual toman participación directa e indirecta miembros de la política.
Más allá del orden en los números, que podría llegar mediante ayudas extra, las autoridades también tienen un desafío: la acreditación definitiva. “Lo primero es lograr el apoyo del ministerio de Educación; el último informe que vino fue bastante auspicioso, casi no hubo observaciones”, dice Zogbi. Quizá con tanta gente del palo, y veinte años después de abierta, la Universidad Atlántida Argentina tenga el sello definitivo de Educación.
“Es la política”, dicen unos. “Son las formas K”, cuestionan otros.

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