domingo, 24 de noviembre de 2013

“La sociedad está buscando otra alternativa”

POR ANDREA RECÚPERO


FUENTE REVISTA 23
Molesto con los dirigentes de su partido que critican y no hacen nada, el diputado radical quiere consolidar un frente progresista para 2015. Asegura que no será candidato. 
foto: pablo stubrin
Fue una larga conversación. Ricardo Alfonsín es vehemente y les pone energía a todos los temas. Mueve las manos, maneja los tonos y busca la complicidad del interlocutor, sobre todo en la ironía. Conoce desde la cuna los hilos secretos de la política, casi tanto como los altibajos del radicalismo. Hijo del ex presidente Raúl Alfonsín, exhibe en su fisonomía su genealogía. También, en los ademanes y en el dejo campechano. Sentado en el ya histórico despacho de avenida Santa Fe, donde su padre hizo carrera política, el diputado reelecto dialogó con Veintitrés. Horas antes de la entrevista, Leopoldo Moreau y Federico Storani habían reclamado el recambio de las autoridades del radicalismo bonaerense con el argumento de que los resultados de las legislativas fueron desastrosos en la provincia. “Se hubieran presentado”, desliza y agrega, mordaz: “Seguramente ellos hubieran obtenido mejores resultados. Lástima que no se presentaron”. Aunque dice que hablar de la internas es espantar a la gente, “preocupada por la inflación y la inseguridad”, es una cuerda que sabe tocar.

–¿Qué está pasando hoy en el radicalismo?
–A nivel nacional, somos segunda fuerza, en el marco de un frente. Y en la provincia de Buenos Aires se produjo una polarización alentada por el Gobierno y por sectores poderosos de la sociedad que cuentan en términos de comunicación con gran capacidad para polarizar. No creo que ni Moreau ni Storani ignoren estas cosas. Lo que pasa es que creerán que no les conviene decirlo ahora.

–¿Por qué no les conviene?

–Prefieren ignorar cómo juegan estos factores en la política y responsabilizar a quienes son candidatos, cuando ellos tuvieron una actitud que puede ser muy cómoda pero para nada política, porque ellos no se postularon.

–¿Siente que es fácil criticar sin participar?

–No quisieron participar de nada, son los críticos de café, comentaristas. Pero tienen todo el derecho del mundo.

–Visto desde afuera, parece que en el radicalismo existe una discusión interna que no se termina de saldar.

–Salvo esas voces que mencionás, no siento que haya tantas discrepancias en el partido. Hoy el que habla de cuestiones vinculadas a la interna no comprende qué quiere la sociedad. Deben estar creyendo que la sociedad está esperando que abran los quioscos para enterarse que es lo que está pasando en la interna del radicalismo. Y la verdad es que no le interesa a nadie. Lo que interesa es lo que pasa con la inflación, la seguridad, el narcotráfico, la competitividad de la economía y los niveles de inversión. Y por otro lado, yo las discusiones de mi partido las doy, para no dañar a mi partido, hacia adentro.

–Más allá de la interna, ¿cuál es su balance de los resultados de las legislativas?

–Conseguimos cinco millones y medio de votos y hay que consolidar el frente que construimos en 16 provincias. Me parece que consolidar este espacio supone reemplazar al oficialismo, desde un sentido de superación, y aventar el riesgo de restauración de las políticas noventistas. Tenemos una gran responsabilidad y que la sociedad confíe en nosotros para el 2015 depende de lo que seamos capaces de hacer desde ahora. No solamente entre nosotros sino también en relación al oficialismo. El que vaya al Congreso pensando en posicionarse para 2015 le va a hacer daño a este frente y al país.

–¿Le parece que la sociedad todavía le pone un voto de confianza al radicalismo o se siente fundamentalmente atraída por lo que se presenta como “nuevo”?

–La sociedad está atenta a los problemas que padece. La indiferencia hacia los partidos se profundizó en 2001. Recién empieza a pensar en las alternativas y las propuestas que hay poco tiempo antes de las elecciones. Ahora está pensando en lo que hace la política en su conjunto para resolver sus problemas.

–¿Se sintió cómodo cediéndole el primer puesto a Margarita Stolbizer en la lista de diputados?

–Por supuesto, soy un caballero.

–¿Fue un paso positivo? ¿Había otra salida?

–Fue un aporte a la construcción de este frente. Yo creo que estos frentes deben construirse no sólo en función de la coyuntura. La política como instancia ordenadora de lo social ha ido perdiendo capacidad de maniobra, de acción, relevancia. Y no hemos sido capaces de definir una instancia que nos permita recuperar para la política la potencia que tuvo en otros tiempos. Una de las cosas que hay que hacer es reunir a todos los partidos que piensan igual. Es difícil explicar por qué los partidos que piensan igual compiten entre sí en una elección general. Es mucho más racional que los que piensan igual trabajen juntos. Los que tenemos una idea de que la política debe hacerse cargo de ordenar aquellos aspectos de la sociedad de los cuales depende la calidad de vida, si además coincidimos en valores republicanos fundamentales y creemos que la corrupción es una lacra, debemos trabajar juntos. Ningún proyecto revolucionario justifica corrupción.

–Sin embargo, en el debate de los candidatos de UNEN surgieron contradicciones.

–Y en el oficialismo también. Las cosas que decían de Scioli y después lo pusieron al frente de la campaña y tal vez termine siendo el candidato del Frente para la Victoria. Y nadie dice que por esas contradicciones el oficialismo pueda fracturarse. Muchos de los que se pueden ir no se van a ir por eso sino porque hay un vehículo electoral más interesante.

–¿En este momento es Massa?

–Sí, el Frente Renovador. Por lo menos, es lo que puede llegar a pasar entre los que tienen origen justicialista. 

–La migración hacia el Frente Renovador la están sufriendo todas las fuerzas políticas.

–Todas, todas. Pero eso no es consuelo. Mal de muchos… consuelo de tontos.

–¿Se puede frenar esa tendencia?

–Es necesario hacer docencia y reunir a los dirigentes de un espacio social demócrata, muy comprometido con lo que hay que hacer desde el Estado para la Argentina, y que además estén comprometidos con una visión republicana y decente. En esa unión nos va a acompañar la sociedad.

–¿Cómo se imagina hoy el 2015?

–Falta mucho y es difícil acertar, sobre todo en la Argentina, que no es demasiado previsible. Pero me imagino al justicialismo compitiendo con el nombre del Frente Renovador. Una expresión minoritaria del Frente para la Victoria en el que permanecerán los que no tienen origen justicialista y un frente socialdemócrata, como el que vinimos construyendo en 16 provincias.

–¿Y Macri?

–Se va a asociar al Frente Renovador.

–A muchos dirigentes del Pro no les gusta para nada el peronismo.

–Sin embargo, hay muchos peronistas en el PRO, que no va a poder resistir la atracción que ejerce lo que es electoralmente muy atractivo. Nosotros sí.

–En ese escenario hay chance de ballottage.

–Sí, sí. También puede haber un oficialismo que no gane la elección, pero que continúe siendo un actor de peso en términos de porcentajes electorales relativamente importante y en ese caso la primera vuelta estaría entre el Frente Renovador y el frente progresista.

–¿Pero le parece que el 2015 es ocasión de un cambio?

–Sí, de cambio. Nada hay eterno. Nunca en la historia. Están produciéndose los síntomas más claros de que la sociedad está buscando otra alternativa.

–Usted decía recién que el riesgo es un retorno a las políticas de los ’90.

–Sí, pero no necesariamente repetidas. Y es culpa del oficialismo, porque pretendió hacerle creer a la sociedad que lo contrario del neoliberalismo eran ellos o que el progresismo eran ellos. El oficialismo reivindica la idea de que el mercado por sí solo no resuelve los problemas, que es necesaria la presencia y la intervención de la política, y con eso se adueña de la idea progresista y le hace creer a la sociedad que con eso alcanza. Pero no se trata de reivindicar la intervención de la política, además hay que intervenir de manera virtuosa, eficaz, en nombre del interés general y con transparencia. Muchos creen que después de este daño la sociedad termine acompañando a aquellos que dicen “menos política, más mercado”.

–Usted dijo hace poco que no quiere ser candidato a presidente en 2015, ¿tenemos que creerle?

–Sí, por qué no. Si yo quisiera ser candidato lo diría o en todo caso podría eludir la respuesta. Pero creo que no están dadas las condiciones políticas y prefiero estar trabajando para consolidar el frente progresista. Para mí se trata de construir un nuevo actor político y social en la Argentina que perdure en el tiempo y que represente, en serio, concepciones socialdemócratas y una ética de la austeridad republicana.

–¿Hoy por hoy Cobos es uno de los candidatos para encabezar este frente que usted sueña?

–No sé. No. Puede ser Cobos, Binner, Sanz. También puede ser Lilita o Pino. Qué sé yo. Pero lo va a tener que decidir la gente. Discutir esto ahora no es lo más inteligente si lo que queremos es consolidar este frente. Nosotros lo que deberíamos hacer ahora es generar más confianza entre nosotros y después salir a trabajar muchísimo para que la gente comprenda que somos una alternativa al justicialismo. Porque en definitiva, el Frente Renovador es justicialismo.

–Sin embargo, el Frente Renovador no participará de las internas del PJ bonaerense y escamoteó su identidad peronista en la campaña.

–La manera de concebir la Argentina y el poder es del peronismo. Yo no creo que en nuestro partido podrían estar las corporaciones como están en el Frente Renovador. Yo no lo critico, no tengo nada contra el peronismo. Sabés qué cosas indignan: el agravio personal, la difamación.

–¿Usted sufrió ese tipo de agravios?

–Todo el mundo en política es víctima de este tipo de cosas. Sí, tengo diferencias muy serias con respecto a las ideas que tienen de las instituciones de la República. Para ellos, nosotros somos fetichistas institucionales. 
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Los cambios

Al cierre de esta edición, Alfonsín se expresaba sobre los cambios de Gabinete que dispuso la presidenta Cristina Fernández y sobre la renuncia del secretario de Comercio: “No me gusta hacer leña del árbol caído, pero siempre pensé que Guillermo Moreno era responsable de los estilos y las formas, pero no de las decisiones políticas. Espero que no estemos nada más que ante otra maniobra gatorpardista”.

Eduardo Anguita Cristina, con equipo nuevo



(TELAM).
La primera observación, por más que haya pasado casi una semana, es que la Presidenta está bien de salud, animada, con la energía de siempre y con la determinación de no perder la iniciativa política. Si se soslaya eso no puede entenderse la buena recepción que tuvieron los cambios de Gabinete, tanto en casi todo el arco político como al interior del espacio del peronismo y del kirchnerismo más identificado con Cristina. Es difícil saber si habrá más modificaciones en el elenco de ministros o bien reestructuración de algunas carteras en las próximas semanas. También es prematuro aventurar si para la conmemoración de las tres décadas de continuidad democrática habrá un acto masivo. Lo que sí parece despejado, tras casi seis semanas cargadas de especulaciones, es que Cristina tomó nota de cada una de las demandas políticas y asumió un cambio de rumbo.
La segunda observación es que en su aparición pública, al poner en funciones a los tres nuevos ministros, no esquivó su determinación de buscar inversores externos por vía de las grandes empresas norteamericanas, como Chevron, y también de abrirse a medidas destinadas tanto a aliviar la falta de divisas a través de la apertura al mercado de capitales como de buscar la tan esquiva inversión externa directa.
La tercera observación, más incómoda, es que la llamada heterodoxia económica o neokeynesianismo, o cualquiera otra denominación que pretenda alejar del ideario neoliberal, se encuentra frente a un hecho contundente: los problemas del sector externo son delicados y los paliativos o soluciones que buscará el Gobierno serán los llamados mercados, ni más ni menos que el desvencijado y especulativo capital financiero. Los riesgos de esa apertura no son ni más ni menos que limitar la capacidad soberana de la Argentina y de reconocer que el ideario latinoamericano no está acompañado de medidas concretas que potencien las reales y concretas ventajas comparativas que exhibe la región.
En síntesis, el Gobierno retoma la iniciativa política y recurre a recetas tradicionales que le dan oxígeno, tales como la apertura al diálogo con empresarios y sindicalistas, el compromiso del nuevo jefe de Gabinete de asistir al Congreso mensualmente y su contacto directo con los periodistas sin vueltas ni exclusiones. El desafío, a la vez, es hacer frente a una economía que tiene muchos signos de agotamiento y requiere medidas urgentes.
Panorama post-electoral. El Gobierno dejó de lado el plan de reelección de la Presidenta y decidió convocar a Jorge Capitanich, un hombre de probada capacidad que a la vez tuvo una muy buena performance en las legislativas chaqueñas de octubre pasado. A su vez, Capitanich es parte del armado de los gobernadores justicialistas y no oculta sus ambiciones presidenciales. Ésta es la gran novedad política: se trata de un jefe de Gabinete con peso propio. La palabra “lealtad”, tan utilizada en el peronismo, tendrá un significado diferente. Ya no será la defensa extrema de la figura presidencial sino que requerirá capacidad de trabajo y eficiencia. Capitanich habla con voz propia, será un aliado que tratará de conciliar su clara afinidad con el kirchnerismo al tiempo que intente conducir medidas económicas y políticas que no detonen sus posibilidades futuras. Capitanich suma el reconocimiento de la oposición y sus buenos vínculos con el empresariado y con organismos internacionales como el Banco Mundial. Es un buen interlocutor para esta evidente etapa de acercamiento a las políticas de Estados Unidos y a los centros financieros internacionales.
Lo dicho no es una apreciación ideológica ni pretende una descalificación. En efecto, conviene detenerse en el panorama actual. Entre las PASO y las elecciones legislativas, el Gobierno llegó a un acuerdo para resolver los laudos con cinco empresas extranjeras que tenían sentencias favorables del tribunal arbitral del Banco Mundial (Ciadi) a cambio de renunciar al litigio por un total de 677 millones de dólares. Argentina pagará con bonos en dólares (Bonar 2017 para el capital, y Boden 2015 para los intereses). En paralelo, a través del Fondo de Inversión Gramercy, el Gobierno intenta llegar a un acuerdo consensuado con aquellos tenedores de títulos de deuda en default que no entraron en ninguno de los dos canjes (2005 y 2010). La operatoria pergeñada por el Gobierno fue pedir a las entidades financieras que sí canjearon deuda (básicamente bancos norteamericanos) para que cedan el 20% de los intereses en los próximos cinco años y así poder conformar una suerte de fondo común con el que se pagaría a quienes no entraron. Una estrategia activa para intentar evitar el posible fallo adverso de la Justicia de Estados Unidos impulsado por el llamado fondo buitre NML Capital de Paul Singer. El claro propósito de este acercamiento es la respuesta argentina al pedido de Barack Obama de resolver los conflictos con el Ciadi y esperar el apoyo de su gobierno en la apelación a la Corte Suprema de ese país. Respecto de Chevron, es sabido que los presidentes norteamericanos hacen lobby a favor de las petroleras de ese país. Se podrá discutir si esto es pragmatismo o pérdida de soberanía, lo que parece evidente es el claro sinceramiento del Gobierno respecto de quiénes son los interlocutores y el camino elegido para amortiguar conflictos.
Respecto de atraer dólares, hasta el momento, las señales de acercamiento al sector financiero internacional dieron algunos resultados. Se destrabaron créditos del Banco Mundial (BM) por 3.000 millones de dólares (mil millones de dólares anuales entre 2014 y 2016) destinados a infraestructura rural y servicios de educación y salud y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aprobó el pasado 30 de octubre un crédito por 300 millones para financiar obras viales en el norte argentino.
La historia de los movimientos nacionales latinoamericanos está signada por variaciones que van desde la confrontación directa con los poderes imperiales llegando hasta la aceptación lisa y llana de sus intereses. Sería anticiparse demasiado evaluar si el camino elegido por Cristina Fernández de Kirchner permitirá, a la vez, profundizar el modelo en el sentido de redistribuir la riqueza a favor de los más necesitados y, al mismo tiempo, alinearse con estos intereses concentrados.
Competitividad. Los dos años de restricciones cambiarias impulsados por el Banco Central (el llamado cepo cambiario) y de manejo discrecional por parte de Guillermo Moreno de las llamadas licencias no automáticas de importación no lograron frenar el drenaje de divisas. Por el contrario, las reservas del Central cayeron a 33.000 millones de dólares. En lo que va del año, nada menos que 10.000 millones. Pero sería injusto creer que la reticencia de los exportadores de granos a liquidar dólares, o el incremento del turismo argentino al exterior, o el retiro de cuentas bancarias en dólares son las causas principales del estreñimiento de divisas.
La potente industria automotriz significa un altísimo nivel de importación de las autopartes con mayor valor agregado. El financiamiento bancario para la compra de cero kilómetros llevó a que el parque automotor argentino se renueve como si estuviéramos en el mejor de los mundos. Las plantas de armado de televisores y teléfonos móviles de Tierra del Fuego, con grandes beneficios fiscales que deberían auditarse con seriedad, implican altísimos niveles de importación. Aquí se ensambla, en eso consiste el valor agregado por más que las etiquetas digan industria argentina. La Argentina está inundada de teléfonos celulares y de plasmas, también financiados vía tarjetas de crédito. Creer que el consumo de estos productos es un proyecto económico en sí es desconocer que son segmentos funcionales a las notables ganancias que tienen las multinacionales automotrices y de productos electrónicos antes que un descubrimiento argentino.
Los subsidios al consumo de electricidad, gas y agua llevaron a que en la Ciudad de Buenos Aires y parte del Conurbano, salvo excepciones, las facturas lleguen con importes cinco veces menores a los que pagan otros ciudadanos del país. Esto impacta de modo directo en el déficit de la balanza comercial energética y significa una erogación millonaria. En 2012, en ese rubro se fueron 60.000 millones de pesos. Por otra parte, quienes más se benefician con estas medidas son sectores medios y medio altos. Algo similar que con la reposición de autos. Aerolíneas Argentinas significa un drenaje de dinero para el presupuesto público y eso debería justificarse vis a vis con otros rubros del transporte tanto de cargas como de pasajeros. Transportar carga en camión es carísimo y potencia el drama de los accidentes viales.
Es decir, la sintonía fina siempre se interpretó como la implementación de medidas redistributivas a favor de los más carenciados. Estos, en verdad, son los que sufren la falta de cloacas, los malos trenes o el trabajo precario. Para mantener los planes universales se busca un alto aporte de los impuestos directos y las retenciones. Es decir, aumentar el consumo y el saldo comercial favorable con la mayor exportación de soja y girasol. El camino difícil es mejorar la ecuación por vía de apostar por una industrialización que no copie el consumismo funcional a las grandes multinacionales. Algo que este gobierno, en diez años, hizo, pero sin poner la energía y los recursos suficientes.
Cabe consignar que con la sojización se pierde competitividad en otras producciones agropecuarias. En el trigo, por ejemplo, que en octubre el precio de la tonelada llegó a pagarse 4.500 pesos por la estrechez de la oferta. No bien entró el grano de la cosecha (principalmente de Santa Fe), bajó a 1.440 pesos. La estrechez hizo saltar el precio del kilo de pan a 26 pesos pero la caída no produjo un brusco descenso del precio. Y estamos hablando nada menos que del pan. Es más que ingenuo pensar que estas cosas las resuelve un secretario de Comercio con modales enérgicos. Porque la realidad es que el acuerdo de precios que llevó a cabo Guillermo Moreno por 500 productos con los supermercados (grandes formadores de precios con poder económico real) fue un fracaso. Nada hizo el secretario de Agricultura Norberto Yahuar con la cadena de valor de la industria lechera salvo decir que los supermercadistas son unos chorros (junio de 2013).
Parece evidente que la llegada de Axel Kicillof va en la dirección contraria a una cadena de desaciertos. Una mejora en la gestión tiene que estar acompañada de un programa y de planes muy concretos. Todo indica que no habrá desdoblamiento cambiario pero sí habrá desgravaciones fiscales y nuevos impuestos como para armar un menú donde se pueda favorecer, por ejemplo, a las economías regionales que se quejan del retraso cambiario y desfavorecer, por ejemplo, a quienes quieran importar autos de lujo.
El desafío de dos años. El asunto es que, a esta buena recepción inicial a los cambios de equipo, deberán seguir resultados. Si los hay, y el país necesita que los haya, no van a ser ni inmediatos ni impactantes. En 2014 empezará a regir un nuevo índice de precios. Se descuenta que el Gobierno deberá nombrar funcionarios insospechables al frente del Indec. Demos el crédito de que así será. Pues bien, ¿cuáles serán los reales niveles de precios y cómo afectarán a esta convocatoria de Capitanich de tratar de bajar las expectativas para el diálogo paritario que empezará mucho antes del estreno del nuevo índice? ¿Y cómo se comportará el mercado paralelo del dólar? Un reordenamiento de la gestión pública de asuntos tan sensibles como la emisión monetaria, los salarios, los precios al consumidor, el precio de las divisas y tantos otros sólo son viables con metas razonables tras un diagnóstico preciso. Es decir, metas alcanzables que requieren de un clima social y político favorable. Un clima donde el Gobierno deberá corregir rumbos. Pero el Gobierno no está solo. Suponiendo que estos cambios permitan aquietar las movidas aguas del frente interno, habrá que preguntarse si la oposición política y el empresariado le darán oxígeno al oficialismo.
De allí la importancia de que, en estos próximos dos años, la Presidenta mantenga no sólo la iniciativa, sino también la imagen positiva registrada a su regreso.

Economía: las claves de lo que se viene


claves economia

La insistencia en los fracasados acuerdos de precios y la suba de tasas, están marcado el ritmo de la economía. Una recesión que se profundiza 
La semana que pasó estuvo marcada por los cambios en el gabinete, que pusieron de manifiesto lo que nuestro diario viene anticipando desde hace semanas: lejos de haber tomado nota del pedido de cambio que hizo la ciudadanía en las últimas elecciones, el gobierno K decidió profundizar las políticas de entrega y de saqueo.
Así es como, en una copia barata de las políticas que suele implementar el chavismo en Venezuela, el gobierno K anunció como gran logro la extensión de los acuerdos de precios hasta fin de año. Se trata de un parche que venía siendo implementado por el saliente secretario de Comercio (Guillermo Moreno) que, lejos de haber constituido una solución al problema del aumento del costo de vida, no hizo más que echarle nafta al fuego inflacionario. 
De hecho, la inflación cerraría el año por encima del 27%, produciendo una sensible pérdida en el poder adquisitivo de los sectores medios y populares, que recibieron aumentos salariales varios puntos menores a ese índice. Esto, claro está, en los sectores que se encuentran registrados, en blanco. Para lo que trabajan informalmente, la merma fue mucho mayor.
En un sistema capitalista es imposible encorsetar las variables económicas con acuerdos que suelen realizarse entre un puñado de socios y amigos, reunidos en torno a un mesa del ministerio de Economía, entre gallos y medianoche. En ese sentido, por más que el gobierno diga y decrete que ciertos productos de consumo masivo tienen que venderse a determinado valor, los actores que intervienen en las distintas cadenas de comercialización no se van a suicidar económicamente, si los números no les cierran y si los pesos que circulan en el mercado valen cada vez menos. 
La escalada inflacionaria se sustenta, básicamente, en la destrucción del aparato productivo de nuestro país, que es el resultado de las políticas seguidas en los últimos años que tendieron a agobiar a los sectores que aún se mantienen en pie, que dan valor agregado a la economía y generan trabajo genuino, con una mochila fiscal cada vez más pesada, a lo que se sumaron las improvisaciones permanentes que no hacen más que generar un clima de incertidumbre extrema, que ahuyentan cualquier posibilidad de inversión. 
Si a todo esto le sumamos la alocada emisión monetaria para sostener un incontrolable gasto público improductivo, consecuencia del enorme aparato de clientelismo que montó el gobierno K para tapar la desocupación real y obtener el voto fácil en los sectores socialmente más postergados de la sociedad, obtenemos un cóctel explosivo.
Hay números que hablan por si solos: en lo que va del año la base monetaria creció en $34.125 millones (a $335.078 millones) debido fundamentalmente a la emisión de $60.084 millones para el sector público. En otras palabras, darle rienda suelta a la maquinita hace que la moneda nacional, el peso, cada vez pierda más valor en el mercado. De hecho, el propio tipo de cambio oficial muestra una marcada devaluación. 
En solo cinco días el peso se devaluó 1,3% al saltar el dólar de 6 pesos redondos el viernes 15 de noviembre a 6,09 de anteayer. Mientras tanto, el dólar blue, en la mayoría de las cuevas, se encuentra por encima de los $10, más allá de que algunos operadores del gobierno se empecinan en hacer creer que el viernes último cerró a $9,92.
 Tasas para arriba
Para colmo de males, sin reconocerlo públicamente, en un intento de frenar la fuga de depósitos provocada por la incertidumbre que genera el gobierno, la nueva conducción del Banco Central, encabezada por Juan Carlos Fábrega, un fiel exponente de la denominada “patria financiera”, no tuvo mejor idea que empezar a aumentar las tasas de interés. Se trata de una medida inspirada en la más dura ortodoxia económica, como la que predominó en los años durante régimen de la convertibilidad, que en el corto plazo podría llegar a generar una profundización de la recesión económica.
Según trascendió en la última semana, la tasa de interés de los préstamos del Banco Central a las entidades financieras (operaciones de pases activos) treparon al 19% anual a un día de plazo y al 19,5% por dinero a siete días. Se trata del mayor nivel desde la debacle de la convertibilidad. Pocos días antes el costo de estas operaciones era del 11,5%. En tanto, los rendimientos ofrecidos a los ahorristas de plazo fijo ajustaron, pero en menor medida, ubicándose en torno al 15% y al 16% anual
Esta medida, a su vez, implica un serio dolor de cabeza para aquellas personas que vienen pagando un crédito a tasas variable, característica central de la enorme mayoría de las pocas las líneas de préstamos disponibles. Un ejemplo habla por si sólo: un deudor hipotecario, que venía abonando una cuota de un crédito hipotecario de aproximadamente $5000 mensuales, en los últimos días se encontró un aumento sideral ya que pasó a pagar $5900, es decir, un aumento de 18%, que podría ser mucho si el gobierno K continua con este tipo de medidas.
En definitiva, estamos asistiendo a la implementación de las mismas recetas que siempre fracasaron en el pasado reciente. Y nada indica que, en esta ocasión, la historia sea diferente.

FR: pujas en Diputados por la vicepresidencia


En la Cámara de Diputados, el presidente del bloque, Rubén Eslaiman, pretende una de las vicepresidencias, pero la llegada de Juan José Amondarain aparece como una piedra en el zapato. El ex senador platense tiene como misión mantener y hacer crecer al massismo en la Legislatura, y también reclama un lugar protagónico.
De los 22 legisladores que tendrá el bloque después del 10 de diciembre, Eslaiman cuenta 14, pero Amondarain porotea más de los 8 que restan. El “Vasco” se apoya en los dirigentes con varios años en el recinto, como el radical Ricardo Jano, quien ya tuvo algunos contactos con Horacio González con el objetivo de posicionar a Amondarain para el cargo de vicepresidente. El dirigente platense y el presidente de la cámara aparecen como más afines a un esquema de trabajo que el pretendido por el massismo renovador.

Siempre queda como opción la jefatura de bloque, pero está clara la puja por la vicepresidencia por parte de los dos sectores. “Es una pelea que va a cerrar Massa con una orden”, minimizan en el FR.

“Eslaiman es hombre de Luis Barrionuevo, es decir que no viene del riñón de la influyente familia política de Massa, y aunque posea la rienda de un acuerdo con el sindicalista, ése es un dato a tener en cuenta”, se escucha en la cámara. De todos modos, Massa da suma importancia a los acuerdos con los sectores sindicales.

En cuanto a las conversaciones que encarará el oficialismo con los diferentes sectores del Frente Renovador, debe tenerse en cuenta que varios de sus integrantes presidieron bloques y tienen ya una dinámica aceitada con las autoridades oficialistas. Además de Ricardo Jano, figuran en la ristra Marcelo Di Pasculale, Ramiro Gutiérrez y Mónica López.

Capitanich preocupado porque su sucesor ratificó que reprimirá las protestas


El ahora jefe de Gabinete recibía personalmente a los movimientos sociales que se manifestaban frente a la gobernación. Y cada vez que dejaba la provincia, su vice Bacileff Ivanoff, enviaba a la policía a reprimir. “Cortar rutas es un delito, en 4 x4 o en bicicleta”, dijo a poco de tomar el mando.
Chaco: Capitanich preocupado porque su sucesor ratificó que reprimirá las protestas
Juan Carlos Bacileff Ivanoff.
Mientras se afianza como funcionario full time del Gobierno nacional y visita a Cristina en Olivos hasta dos veces al día, Capitanich expresó estos días su preocupación porque su vice y ahora gobernador de Chaco, Juan Carlos Bacileff Ivanoff, ratificó que está dispuesto a reprmir a las protestas sociales.  

“Para mí cortar ruta es delito, se lo digo al que anda en camionetas 4x4 o el que anda en bicicleta. No tengo ningún problema con los movimientos sociales, pero ley pareja para todos”, dijo Bacileff Ivanoff en su primera declaración como gobernador.

Según pudo saber LPO, los chaqueños que ya aterrizaron en Capital Federal para trabajar con Coqui admitieron que el jefe de Gabinete está preocupado por la escalada de violencia que puede generar esa conducta.

Es que vicegobernador nunca dudó en enviar a la policía cada vez que tuvo la provincia a su cargo y hubo protestas sociales frente a la gobernación o en las rutas de la provincia. Ocasionó uno de los primeros encontronazos que Coqui tuvo con su esposa, la diputada Sandra Mendoza.

El problema tomó tal envergadura que, como acostumbra, Capitanich cortó por los sano sin delegar nada a nadie y empezó a recibir personalmente a cada movimiento social que hacía una protesta. El diálogo se hizo tan frencuente que los piquteros desconocían a cualquiera de sus funcionarios y querían hablar con él

Una prueba de eso fue en marzo último, cuando a comunidad Qom del impenetrable chaqueño lo culpó de la represión. Y en el mismo comunicado remarcaron que sí podían hablar con el gobernador, con quien ya no podrán hablar.

El problema es que el ahora gobernador no se encontraba pocas veces con la obligación de tomar medidas por su cuenta: Capitanich solía ausentarse seguido de la provincia y no era de enviarle directivas a su vice, quien proviene del PJ más ortodoxo.

Para ganar en 2007, el Coki hizo un acuerdo con sectores del peronismo que luego mutaron al frente grande, de perfiles técnicos más que políticos.

Aunque repita por estos días que Capitanich puede volver en cualquier momento, Bacileff Ivanoff siempre hizo gala de su condición de “elegido por el pueblo” y hasta llegó a echar a ministros elegidos por Coqui. Pör haber tenido la lapicera en las elecciones provinciales, tiene el control de la Legislatura, donde el presidente es nada menos que su hijo. 

“Sacarlo ahora a Moreno es un error”


Alberto Samid, dueño de las carnicerías La Lonja criticó la salida de Guillermo Moreno del gobierno en diciembre, por el impacto que podría tener en los precios para las Fiestas. También elogió la llegada de Capitanich al gabinete.

El empresario de la carne Alberto Samid cuestionó hoy el despido del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, de la secretaría de Comercio Interior y aseguró que se trata de un “error total” que abandone su cargo el 2 de diciembre.

En declaraciones radiales, el dueño de las carnicerías La Lonja explicó que Moreno funcionaba como una barrera para el aumento de precios y que, tras su salida, podría haber una escalada en la parte más sensible del año: durante las Fiestas.

“Sacarlo a Moreno el 2 de diciembre es un error total, nadie está pensando, yo lo hubiera sacado el 2 de enero, porque en noviembre y diciembre todos queremos aumentar los precios, porque vienen las Fiestas, los aguinaldos, las vacaciones”, sostuvo Samid. “Más allá de todo lo que se diga, Moreno era un freno a los precios”, agregó.

Por eso, el empresario reivindicó la figura de Moreno y afirmó que podría lanzarse una escalada en los precios ahora que los empresarios no serán presionados por el secretario de Comercio.

“Yo no sé si lo vamos a extrañar a Moreno, pero el tiempo es el gran regulador: dentro de 90 días si la inflación es menor, vamos a decir menos mal que se fue Moreno, lo tendríamos que haber sacado antes; si la inflación es el doble, lo vamos a tener que llamar y pedirle disculpas”, dijo.

Durante la entrevista, Samid también relató la particular relación que mantenía con el polémico secretario de Comercio: “En algunas cosas estábamos de acuerdo y en otras no, era muy difícil en el trato, pero era un muy buen funcionario. Él no tenía que luchar con señoritas descalzas: los empresarios somos muy bravos y más los tipos que tienen plata”.

“Los supermercadistas festejaron la renuncia, ya están remarcando como locos. Fue una gloria para ellos: Moreno era un freno para estos tipos”, explicó. A pesar de las etapas “buenas y malas” que tuvo con Moreno, Samid afirmó que jamás llegó a insultarse con el secretario.

Sobre el recambio de nombres en el Gabinete y la llegada de Jorge Capitanich como jefe de Ministros, Samid expresó que “necesitábamos un Capitanich, un hombre así”. Sin embargo, descartó hablar de una posible interna entre el chaqueño y el gobernador bonaerense Daniel Scioli, amigo personal de Samid. “El 2015 está muy lejos, lo importante es el momento, y tenemos que terminar con esta sangría de los dólares”.