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lunes, 30 de junio de 2025

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En Pinamar, subir al colectivo se convirtió en un lujo. Y todo indica
 que lo será aún más si se aprueba el nuevo pedido de aumento prs
entado por la empresa 12 de Octubre S.R.L. (Costa Azul), que actual
mente presta el servicio de transporte urbano de pasajeros en la ciu
dad. La compañía solicitó un incremento del 24,73% sobre una tarifa
 que ya está entre las más caras de la Argentina: hoy, el boleto míni
mo cuesta $2.105.



El pedido será tratado en una audiencia pública convocada por el Mu

nicipio para el 28 de julio, pero el reclamo vecinal crece al mismo rit

mo que la indignación: si se aprueba, el pasaje pasará a costar $2.627.

 En una ciudad donde el salario promedio ronda los $700.000 y el al

quiler de un monoambiente puede costar $400.000 (solo de marzo a no

viembre), este nuevo golpe al bolsillo se siente como un ataque direc

to a la economía diaria de cualquier vecino.


Según datos oficiales, en junio de 2025, una familia tipo argentina —dos

 adultos y dos menores— necesitó $1.110.624 para no ser considerada

 pobre. En ese contexto, ¿cómo se justifica que el boleto urbano en Pi

namar termine absorbiendo una porción tan desproporcionada del ingre

so mensual?


El costo por kilómetro que paga un pasajero en Pinamar ya es alar

mante: se calcula que el recorrido más extenso dentro del ejido urba

no (de Pinamar Norte a Cariló) es de poco más de 7 kilómetros. Eso 

significa que, con la tarifa actual, los usuarios pagan unos $301 por

 kilómetro recorrido. Con el aumento solicitado, esa cifra subiría a

 $375/km.


El contraste con otras ciudades vecinas es tan claro como doloroso. 

En Villa Gesell, el pasaje urbano cuesta $600, lo que equivale a unos 

$86/km. En el Partido de La Costa, el primer tramo es de $1100,60, 

con un sistema moderno que incluye seguimiento en tiempo real de

 las unidades mediante app. Pero la diferencia más impactante se da

 con General Madariaga, donde el servicio de transporte urbano es 

completamente gratuito para los vecinos, también con monitoreo en

 tiempo real mediante código QR.


Mientras tanto, en Pinamar, el transporte público sigue funcionando 

con un esquema plano, sin segmentación por tramos, sin tarifas so

ciales activas, sin abonos ni competencia. El modelo actual está ba

sado en un monopolio sin controles efectivos ni mecanismos de par

ticipación ciudadana sostenidos. La audiencia pública, aunque impor

tante, aparece cada vez más como una formalidad, y no como una he

rramienta real de incidencia.


La pregunta es inevitable: ¿por qué en la ciudad más cara para viajar 

no se piensa un modelo de transporte accesible, integrado y con crite

rio social? ¿Cómo puede ser que mientras en otras localidades se in

vierte en garantizar el derecho al transporte, en Pinamar se siga ajustan

do sobre quienes menos tienen?


Cada aumento no sólo encarece un pasaje: encarece la vida. Afecta al

 trabajador que no llega, al estudiante que no puede pagar, a la madre

 que lleva a su hijo al hospital, al abuelo que va a cobrar su jubilación. 

El transporte público debe ser un servicio esencial, no un privilegio.


El 28 de julio hay una oportunidad. La audiencia pública puede conver

tirse en una instancia de expresión, pero también debe ser el comienzo

 de una discusión más profunda. Pinamar necesita, y merece, un mode

lo de transporte inclusivo, eficiente y justo.


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