ESCUCHANOS A TODO EL MUNDO

domingo, 11 de abril de 2021

La visión de un país distinto: anticipo del libro “Mi Camino”, de María Eugenia Vidal



La ex gobernadora presentará el miércoles el libro con el que vuelve 

a subir el perfil, en medio de un año electoral clave. Lo editó Penguin

Random House y cuenta con prólogo del psicoanalista José Abadi

Maria Eugenia Vidal y su libro "Mi Camino"

La visión de un país distinto

El poder aleja, pero no cambia a las personas, solo desnuda cómo son

 Algo parecido ocurre con el manejo de la crisis del COVID-19, que ha 

expuesto a los países y la verdadera capacidad de respuesta de sus li

derazgos, sus sistemas sanitarios y sus economías. La pandemia no

 generó nuestros problemas, pero los dejó a la vista y los profundizó.

Es una crisis que muestra el lado B de la política, ese costado que la 

gente no siempre puede ver: la dimensión humana de quienes gobier

nan, que incluye desde las actitudes más altruistas hasta los compor

tamientos más miserables para sacar ventajas políticas. Y es un buen 

recordatorio de la diferencia que existe en todo el mundo entre los sis

temas democráticos y los sistemas autoritarios. En Argentina, todo es

to pone un debate sobre la mesa: ¿qué tipo de líderes vamos a elegir 

en los próximos años? ¿Vamos a elegir figuras paternalistas, autoritue

 repetir la historia, o vamos a fortalecer los liderazgos moderados, 

que buscan el consenso, que son más cooperativos y que quieren dar

 respuestas reales?

Frente a la incertidumbre, el miedo y los fracasos repetidos, los dirigen

tes también podemos elegir un camino autoritario, dogmático y vertica

lista o un camino que salga por arriba de la crisis con la fortaleza que 

puede dar el consenso de la mayor parte del sistema político. La crisis

 del COVID-19 confirmó que en la política argentina y en el mundo se va

 plantear cada vez más esta dicotomía. Puede pasar que al final se con

soliden las visiones autoritarias, o quizás esto sea una oportunidad pa

ra asumir su fracaso y dar nacimiento a otro tipo de liderazgos. Yo elijo

 el segundo camino. Quiero pensar que somos muchos los que vamos 

a elegirlo, porque en el camino del autoritarismo las respuestas nunca 

son sustentables y, más grave todavía, nos obligan a resignar nuestras

 libertades.

Es cierto que todavía hay una respuesta frágil del liderazgo político a 

este desafío. Por un lado, gran parte del gobierno y algunos represen

tantes de la oposición son líderes verticalistas, endogámicos, a los que

 les cuesta abrir el juego, escuchar, cambiar. Están acostumbrados a 

plantear y a ganar la política en términos de conflicto. Para ellos, la coo

peración es una imposición, no una vocación.

Esto no plantea un juicio de valor de mi parte sobre ellos como perso

nas; simplemente creo que están formateados en la no cooperación, en

 el prejuicio, en la confrontación. Quizá ni siquiera se deba a que no 

quieren cooperar: simplemente, no saben cómo hacerlo. No tienen incor

porada esa lógica y sienten que cada paso en función del diálogo y del

 encuentro con el otro es debilidad.

Gran parte del gobierno y algunos representantes de la oposición son

 

líderes verticalistas, endogámicos, a los que les cuesta abrir el jue

 

go, escuchar, cambiar

No representan el liderazgo innovador y cooperativo que es necesario 

para que nazca un nuevo sistema, y no se debe a que tengan una mira

da ideológica u otra. Simplemente, es una vieja forma de concebir y de

 hacer política.

Pero también hay cada vez más dirigentes en la política argentina, tan

to en el oficialismo como en la oposición, que estamos cansados de

 esto, que nunca nos sentimos cómodos en esta posición, que nos da

mos cuenta de que este no es el camino, que tenemos una mirada menos

 prejuiciosa y que no asumimos que el otro nunca va a hacer algo bueno 

por la gente y que nos quiere destruir solo porque se ubica políticamente

 en un lugar distinto. Cuando en política se puede aceptar que el otro qui

zá también quiere algo mejor, lo que nos diferencia ya no es la confronta

ción por la confrontación, sino la visión del país, la capacidad de generar

 diálogo, de superar situaciones de crisis, de innovar y de armar buenos

 equipos, de producir resultados.

La irrupción del COVID-19 también opera sobre esto: quizás en Argenti

na vuelva a afianzarse la política de la confrontación, quizá vayamos ha

cia un esquema más moderado y cooperativo, o quizá se instale una si

tuación de anomia y de fuerte cuestionamiento a la política, que es un 

riesgo real, producto de tantos años de crisis económica y de desilu

sión con el sistema.

Los cambios en política son lentos a menos que la sociedad provoque una

 ruptura, y por eso, el estilo de liderazgo cooperativo puede demorar años 

en consolidarse. Incluso puede que, antes de que eso ocurra, se desarrolle

 una fase autoritaria aguda, pero estoy convencida de que el autoritarismo 

no se tolera durante mucho tiempo. El autoritarismo no dura para siempre.

 El autoritarismo no da respuestas ni mejora la vida de nadie. En algún mo

mento, el autoritarismo se agota, y por eso confío en que tarde o temprano, 

la moderación y el estilo cooperativo de liderazgo van a terminar por ins

talarse en Argentina.

Pero lo que hagamos los dirigentes políticos no es indiferente para que 

esto pase. Hay que entender que no es tiempo de mezquindades ni de es

peculación personal y que cada uno de nosotros tiene que decidir qué 

posición va a tomar y qué mensaje quiere transmitir. Hoy más que nun

ca tenemos la responsabilidad de definir en qué creemos y dónde va

mos a pararnos. Yo ya decidí dónde quiero pararme: quiero ser parte 

de la generación que supere la grieta. Porque la grieta nos trajo hasta 

acá, y no es lo que nos va sacar adelante.

A mí no me desvela el poder. El 10 de diciembre de 2019 cumplí un ciclo

 en mi vida política. El fin de mi período de gobierno en la provincia y, 

prácticamente al mismo tiempo, la crisis del COVID me pusieron en un 

lugar en el que puedo elegir dónde y con quiénes quiero estar, y en este


 proceso también elijo no volver a acompañar posturas de las que no 

estoy convencida, aun cuando eso suponga que en mi espacio político 

no estén todos de acuerdo. Quiero ser fiel a mí misma y a lo que creo.

Quiero ser parte de la generación que supere la grieta. Porque la

 grieta nos trajo hasta acá, y no es lo que nos va sacar adelante"

Por eso, hoy no dudo en plantar bandera en mi posición y hablar abierta

mente en los debates internos cuando algo no me representa. No lo ha

go desde un lugar combativo ni de especulación personal ni de pelea

 interna, sino desde la convicción de lo que estoy dispuesta a ceder, y 

lo que no. No es una posición autoritaria, al contrario, creo en un lideraz

go que no se guíe por dogmas ni busque imponer una mirada única.

La idea de que hay una sola manera de hacer las cosas bien, un solo

 camino, una sola forma de gobernar siempre me incomodó, en la vida

 y en la política porque limita la libertad. Uno puede tener valores claros

 y ordenadores, que no se discuten, pero las estructuras tienen que ser 

flexibles, no pueden ser mecanismos que someten y nos convierten en 

prisioneros.

Es cierto que, si Juntos por el Cambio quiere cambiar Argentina, el pri

mer requisito es la unidad. Es una exigencia del 41% que nos votó. Pe

ro si algún dirigente cree que esos votos tienen nombre y apellido, se

 equivoca: ese 41% votó a Juntos por el Cambio y a lo que representá

bamos. Votó una manera de ver el país y votó determinados valores y

eso, lejos de ser un cheque en blanco, nos pone en un lugar de respon

sabilidad.

El voto es un mandato para hacer aquello que representamos: defender 

las libertades, un sistema judicial independiente, la igualdad de oportu

nidades y la posibilidad de ponernos de pie con nuestro propio esfuer

zo. Pero con la unidad no alcanza. Si queremos ser un espacio que su

pere el 41%, no hay que escandalizarse con el hecho de que haya mira

das distintas.

Si Juntos por el Cambio quiere cambiar Argentina, el primer requisito

 

es la unidad. Pero con la unidad sola no alcanza

La unidad no es uniformidad. La unidad no es unanimidad. Puede haber

 unidad en la diversidad y podemos compartir los mismos valores aun

 con miradas diferentes sobre determinados temas, y hay herramientas 

democráticas para saldar las diferencias internamente. Claro que no se 

puede construir con todos.

Siempre hay límites, pero entre todo y nada tiene que haber algo, y la 

situación del país es lo suficientemente difícil como para creer que se 

puede solucionar en soledad, sin otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario