la indicación precisa para la dilatada estructura propagandística del oficialismo fue sencilla, lineal: en el caso de Salta, deben sumarse los votos de los dos candidatos peronistas y presentar el resultado como otro escalón del triunfalismo. No vale reparar en cuestiones ideológicas, que en otros terrenos parecen de hierro aunque tampoco lo son. Aún así, aplicando la matemática K , los resultados salteños de ayer están lejos de los anotados en 2007. Eso no significa que la Presidenta tenga registros negativos en aquella provincia –por el contrario, cosecha un buen nivel de imagen positiva–, pero sí expone que el fanatismo de palacio desdeña las complejidades de la realidad, en su evolución y a futuro.
Juan Manuel Urtubey obtuvo ayer su reelección por muy amplia diferencia. Logró incluso un crecimiento de unos diez puntos respecto de 2007. Mantuvo, también después de la victoria, un perfil cuidado, diferenciado del poder kirchnerista aun apoyando el proyecto reeleccionista de Cristina Fernández de Kirchner.
Alguna vez más expuesto como neokirchnerista o incluso como poskirchnerista, mantiene sus definiciones a distancia de Olivos. Defiende además al electorado distante o crítico de los K que ayer lo acompañó otra vez: entre sus aliados se destaca un sector del Partido Renovador, de origen procesista .
Para las cuentas del cristinismo, todo eso no cuenta, ni en términos numéricos ni en un pretendido sentido ideológico . El mismo pragmatismo admite alianzas locales como la sociedad con Carlos Menem en La Rioja o el silencio ominoso frente a las declaraciones de la catamarqueña Lucía Corpacci sobre el caso María Soledad.
La Presidenta visitó Salta en plena campaña para mostrarse junto a Urtubey , pero también mantuvo un contacto con Walter Wayar , apoyado sin vueltas y en concreto por Julio De Vido y Hugo Moyano. Los operadores cristinistas creían que Wayar, ex menemista, podría disputar el segundo lugar, pero quedó lejos: ese escalón fue para Alfredo Olmedo, exponente controvertido de un ensayo populista-conservador con apoyo de PRO y del romerismo .
A la hora de hacer cuentas, en los días previos a la elección, desde el kirchnerismo se propagandizó la idea de un enorme respaldo implícito y mecánico a la Presidenta. Ese registro, prescindiendo por supuesto de datos políticos como los referidos, se ubicaría incluso por encima de las encuestas más jugadas sobre Salta que maneja el círculo más próximo a la Presidenta.
Se puede hacer una lectura de esos números, pero retorcer su sentido político es poco recomendable a favor y también en contra de la lógica cristinista. Veamos.
La suma de apoyos obtenidos ayer por el gobernador y Wayar se ubicó alrededor del 64 por ciento de los votos . En 2007, la competencia, similar al menos en cuanto a los protagonistas, registró una suma bastante superior: más del 90 por ciento de los sufragios .
Aquella vez, la elección fue muy reñida sólo para gobernador. Urtubey alcanzó la victoria con el 45,5 por ciento de los votos y su competidor arañó los 45 puntos. En cambio, la elección presidencial exhibió un aplastante triunfo de Cristina Fernández de Kirchner: anotó un 76 por ciento . Aquella cifra aparece lejos incluso de los mejores cálculos actuales del oficialismo para Salta . ¿Se puede entonces sacar cuentas en sentido inverso al cristinismo? Sería infantil, además de prematuro .
Es cierto que la Presidenta cosecha una imagen positiva muy fuerte en Salta y otras provincias. Lo es tanto como que la realidad es más compleja que lo que refleja la propaganda oficialista, de un exitismo lindante con el fanatismo. Desde esa óptica, vale forzar las cuentas y trabajar la ideología como si fuera masilla , sin observar un contexto más amplio y contradictorio.
Juan Manuel Urtubey obtuvo ayer su reelección por muy amplia diferencia. Logró incluso un crecimiento de unos diez puntos respecto de 2007. Mantuvo, también después de la victoria, un perfil cuidado, diferenciado del poder kirchnerista aun apoyando el proyecto reeleccionista de Cristina Fernández de Kirchner.
Alguna vez más expuesto como neokirchnerista o incluso como poskirchnerista, mantiene sus definiciones a distancia de Olivos. Defiende además al electorado distante o crítico de los K que ayer lo acompañó otra vez: entre sus aliados se destaca un sector del Partido Renovador, de origen procesista .
Para las cuentas del cristinismo, todo eso no cuenta, ni en términos numéricos ni en un pretendido sentido ideológico . El mismo pragmatismo admite alianzas locales como la sociedad con Carlos Menem en La Rioja o el silencio ominoso frente a las declaraciones de la catamarqueña Lucía Corpacci sobre el caso María Soledad.
La Presidenta visitó Salta en plena campaña para mostrarse junto a Urtubey , pero también mantuvo un contacto con Walter Wayar , apoyado sin vueltas y en concreto por Julio De Vido y Hugo Moyano. Los operadores cristinistas creían que Wayar, ex menemista, podría disputar el segundo lugar, pero quedó lejos: ese escalón fue para Alfredo Olmedo, exponente controvertido de un ensayo populista-conservador con apoyo de PRO y del romerismo .
A la hora de hacer cuentas, en los días previos a la elección, desde el kirchnerismo se propagandizó la idea de un enorme respaldo implícito y mecánico a la Presidenta. Ese registro, prescindiendo por supuesto de datos políticos como los referidos, se ubicaría incluso por encima de las encuestas más jugadas sobre Salta que maneja el círculo más próximo a la Presidenta.
Se puede hacer una lectura de esos números, pero retorcer su sentido político es poco recomendable a favor y también en contra de la lógica cristinista. Veamos.
La suma de apoyos obtenidos ayer por el gobernador y Wayar se ubicó alrededor del 64 por ciento de los votos . En 2007, la competencia, similar al menos en cuanto a los protagonistas, registró una suma bastante superior: más del 90 por ciento de los sufragios .
Aquella vez, la elección fue muy reñida sólo para gobernador. Urtubey alcanzó la victoria con el 45,5 por ciento de los votos y su competidor arañó los 45 puntos. En cambio, la elección presidencial exhibió un aplastante triunfo de Cristina Fernández de Kirchner: anotó un 76 por ciento . Aquella cifra aparece lejos incluso de los mejores cálculos actuales del oficialismo para Salta . ¿Se puede entonces sacar cuentas en sentido inverso al cristinismo? Sería infantil, además de prematuro .
Es cierto que la Presidenta cosecha una imagen positiva muy fuerte en Salta y otras provincias. Lo es tanto como que la realidad es más compleja que lo que refleja la propaganda oficialista, de un exitismo lindante con el fanatismo. Desde esa óptica, vale forzar las cuentas y trabajar la ideología como si fuera masilla , sin observar un contexto más amplio y contradictorio.