Fue diputado en épocas bravas de la historia argentina, y también en el regreso de la democracia. Fue secretario de Cultura durante el gobierno de su entonces amigo Carlos Menem, y luego, ya en otra posición, fue titular del Comfer, durante el mandato de Néstor Kirchner.
Con la llegada de Cristina Fernández a la jefatura de Estado, logró retener el cargo, aunque al tiempo, su admiración por la figura de CFK mutó en crítica.
Se cortaron los lazos y Julio Bárbaro se convirtió en uno de los detractores más filosos del kirchnerismo.
En tiempos de peronismos varios, La Tecla lo convocó para reflexionar sobre la actual coyuntura política.
-¿Qué entiende por “peronismo” en estos tiempos de kirchnerismo y gran dispersión del resto de los sectores que dicen defender esa bandera?
-El peronismo tiene una deuda con la sociedad, porque lo de Menem y lo de Kirch-ner es responsabilidad del peronismo. A mí me parece que lo importante es cómo la sociedad enfrenta al autoritarismo, un autoritarismo que está tan lejos de ser la expresión del peronismo como lo fue el liberalismo de Menem, que se dedicó a tomar de la derecha las medidas económicas nefastas que llevó a cabo. Y el kirchnerismo es tan conservador como Menem. Convocó a un barniz de izquierda que es absurdo en la defensa, por ejemplo, del supuesto empresario de medios Lázaro Báez, de los gobernadores Jorge Alperovich y Gildo Insfrán. Termina siendo todo un cambalache. Me parece que no es el peronismo lo que está en discusión, sino determinadas políticas de inclusión social que tuvo el peronismo, que también tuvo en su momento el radicalismo. El gran debate de los argentinos me parece que pasa por el autoritarismo y la política en serio. Lo primero por el exceso de la Presidenta, y lo segundo porque nos han sometido a una fractura sin ideas.
-¿Y los peronismos al que aluden sectores como el de De Narváez y el de Massa?
-Es más de lo mismo. En la medida que no haya superaciones, se puede decir que es más un folclore que un contenido. Por ejemplo: los gobernadores Insfrán y Gioja han aplaudido todo, y seguirán aplaudiendo. No tienen pertenencia política, sino que han convertido los lugares que ocupan en estructuras de poder y de renta. La ideología es un disfraz.
-Por eso le preguntaba por aquellos que, se supone, son más rebeldes. Como Francisco de Narváez, que se dice peronista pero juega en las filas anti K, o el propio Sergio Massa, que está entre el sí y el no.
-Massa y De Narváez no tienen historia dentro del peronismo. La historia de la rebeldía está en Hugo Moyano, que la expresó contra Menem y la expresa ahora; en el sindicalismo politizado; en aquellos viejos sindicalistas que salen a pelear. El sindicalismo empresario de Cavallieri no dice más nada, es una mutual de salud con individuos que pueden apoyar cualquier política estatal. Massa es un muchacho joven que adhiere a esta pelea, y esperemos que la lleve adelante con solvencia.
El antigobierno incluye peronistas, liberales, de derecha, radicales. Contra el autoritarismo de la Presidenta están todas las ideologías. Yo suelo decir que la fractura en la Argentina no es entre izquierda y derecha, sino entre vehemencia y cordura.
-Dejando afuera el concepto de peronismo, ¿qué significa Massa hoy por hoy?
-No lo sé, la verdad no lo puedo explicar exactamente, porque yo no estoy de acuerdo con ese juego de indefinición.
De alguna manera es la explotación del apoliticismo de los argentinos. Muchas veces les tenemos miedo a las definiciones, por eso es que hay cierto enamoramiento de esta estrategia vista en el otro. Y me parece que el crecimiento de este intendente tuvo que ver con eso. Cuando la mayoría de los argentinos votaron a Fernando De la Rúa, lo hicieron por lo que no decía, no por lo que manifestaba, porque De la Rúa no daba definiciones políticas de nada.
-¿Cómo define hoy a la presidenta Cristina Fernández?
-Alguien que recibió una gran masa de votos y no supo hacer con ellos un proyecto pacificador. Eligió como destino el capricho, y no la unidad de los argentinos. Y a partir de eso ha armado una especie de secta. Es muy triste lo que estamos viviendo. Con ese 54 por ciento de los votos, lo que necesitábamos los argentinos era una Presidenta llamando a la unidad del pueblo. La Presidenta cree que el combate tiene que ver con los cambios sociales, y enfrenta a los que no piensan como ella, no a los que están a la derecha de ella. De Vido y Echegaray son de extrema de derecha. Se trata de un gobierno que en gran parte es de derecha, con un decorado de izquierda.
-¿Tiene sucesor Cristina Fernández?
-No, ella lo hubiera matado.
-¿Y entonces, qué va a hacer?
-Mirá: uno ve que la aplaude el gobernador Daniel Scioli y ella se le va encima. Con eso demuestra todo el tiempo que la idea de ser Dios hace que no tenga herencia.
-Si no eligiera o no tuviera sucesor, ¿Cristina preferiría que el kirchnerismo llegara a su fin con la culminación de su mandato?
-Creo que hay un grado de personalismo tal, que el otro no existe; es ella y punto. Ella y los que aplauden. Hay aplaudidores de todo tipo, ortibas de toda variante. Esto es doloroso, pero es así. Cuando el kirchnerismo asumió, las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo contaban con el respeto del 95 por ciento de la sociedad; después, al ser incorporadas por la secta, todo cambió. El kirchnerismo no sólo incorpora los hoteles del sur, sino también a mucha gente a la que termina convirtiendo.
A veces me da bronca cuando escucho a los chicos decir que la culpa la tiene “la corpo”. Habría que hacer un análisis y ver quién tiene más plata, si el grupo Clarín o Cristobal López. Yo creo, evidentemente, que tiene más dinero y poder López, que es finalmente un invento de ellos. Lo que pasa es que el kirchnerismo necesita del juego, del azar, ese mismo juego del que Perón siempre se manifestó en contra.
-¿Perón se había manifestado contra el juego? ¿Lo hizo explícitamente? ¿Se los dijo a ustedes? Porque usted fue diputado nacional en uno de sus gobiernos.
-Sí, en el año 1973 el presidente Perón nos ordenó votar en contra de la ley del juego. Decía que era el impuesto al tonto. Pero ahora, las tragamonedas deben ser revolucionarias (risas).