El aumento de la pobreza, la elevada inflación y las escasas perspectivas de recuperación generaron contactos entre dos polos opuestos. Pero los hombres de negocios desconfían de Cristina
La presencia de Wado de Pedro en un reservado encuentro de empresarios en Bariloche resultó toda una novedad. El kirchnerismo siempre fue receloso de este tipo de reuniones, como sucedió durante años con el coloquio de IDEA en Mar del Plata, considerado como una suerte de “antro macrista”. Por eso sorprendió que concurriera el ministro del Interior y no Martín Guzmán, Miguel Pesce o Matías Kulfas, los principales responsables del área económica. Se trata de uno de los mayores exponentes del “kirchnerismo duro” y uno de los principales referentes de La Cámpora el que finalmente concurrió a debatir.
El funcionario habló sobre los desafíos de la Argentina, aseguró que él entiende a los empresarios porque viene de una familia de productores agropecuarios y que el objetivo es dejar de lado la “grieta” para pensar en la Argentina del futuro. También reconoció la preocupación del Gobierno por la proliferación de planes sociales: “El desafío es ver cómo hacemos entre todos para generar empleo genuino”.
Imposible que Wado de Pedro haya concurrido a este encuentro sin la aprobación de Máximo Kirchner, su jefe político directo. El hijo de la vicepresidenta y diputado nacional, viene impulsando un discurso que también alude a la necesidad de encontrar puntos de entendimiento con la oposición y con los empresarios. Las últimas negociaciones para postergar las PASO, en negociación con los principales referentes de Juntos por el Cambio, parecen ir en esa dirección.
Aunque parecen el agua y el aceite, el ala dura kirchnerista y los empresarios tienen una preocupación común: el rápido deterioro del tejido económico y social de la Argentina. El derrumbe viene de hace ya muchos años y la pandemia lo único que hizo fue acelerar los tiempos. El peligro es que la Argentina se vuelva un país “invivible”. El éxodo arrancó con muchos hombres de negocios que se fueron a vivir a Uruguay, junto a muchas familias de clase alta. Pero ya en los últimos tiempos son cada vez más familias de clase media las que deciden emigrar a probar suerte a destinos como Estados Unidos, España e Israel, ante la falta de horizonte.
El deterioro económico y social que atraviesa la Argentina provocaron lo que parecía imposible: que el ala dura kirchnerista y los principales empresarios del país analicen juntos posibles salidas a la crisis. Por ahora, sólo los une el miedo a un derrumbe mayor
El kirchnerismo también observa con preocupación las encuestas. El deterioro de la imagen del Gobierno, pero también de Cristina. Y la provincia de Buenos Aires no es la excepción. El bastión de la Cámpora también se ve fuertemente afectado por el rápido descenso a la miseria de sus habitantes: una de cada dos personas que viven en el Gran Buenos Aires son pobres. Y entre los niños y adolescentes la proporción supera el 60%. Como bien reconocen ellos mismos, no hay plan social que alcance para revertir semejante infierno. Los estudios de opinión muestran que se mantiene el apoyo del “núcleo duro” que sigue al kirchnerismo a sol y a sombra, con un nivel de aceptación que oscila entre el 30% y el 35%.
Los empresarios intentan buscar señales alentadoras en las políticas oficiales. Elogian, por ejemplo, la ley de la denominada “economía del conocimiento”. Aseguran que es mejor que la que en su momento había sancionado el macrismo, incluyendo la eliminación de retenciones para las exportaciones de servicios. También cayó positivamente la reglamentación de la ley de teletrabajo por parte del ministro de Trabajo, Claudio Moroni, con varias aclaraciones que estuvieron en línea con las inquietudes de las empresas. Además, valoran el rol de Gustavo Béliz al frente del Consejo Económico y Social para buscar alternativas conjuntas entre empresarios, sindicalistas y el propio Gobierno ante la crisis. También habrá una recomposición para las empresas de medicina prepaga, que venían reclamando subas en las cuotas ante el fuerte aumento de los insumos importados y la necesidad de dar una adecuada cobertura en medio de la pandemia.
Alberto Fernández no consigue dar señales claras sobre el rumbo que le quiere dar a su gestión. El año pasado la excusa fue la pandemia, pero tampoco en 2021 logra que se entienda con claridad de qué manera piensa atraer inversiones y sentar las bases para volver a crecer y generar empleo
No queda claro, sin embargo, si se trata de señales reales o simplemente de las ganas de vislumbrar un rumbo que no es tal. Mientras tanto, el Gobierno insiste en ahuyentar a cualquiera que esté pensando en invertir en la Argentina. El acuerdo con el FMI, que sería clave para anclar expectativas, pasó para después de las elecciones. Y en los últimos días volvieron las amenazas acostumbradas: la posibilidad de cerrar las exportaciones de carne si no bajan los precios o la exigencia a las compañías alimenticias para que produzcan “a plena capacidad” para evitar cualquier tipo de desabastecimiento. Es decir que la decisión de producción ya dejaría de estar en manos del empresario para pasar a depender del Estado. Un dislate por donde se lo mire.
La sombra de Cristina
La sombra de Cristina Kirchner está siempre presente. Ella fue la que dinamitó los puentes que Martín Guzmán había tendido con el FMI para llegar a un acuerdo. Y quien dejó bien claro que la Argentina eligió al menos en esta etapa el eje conformado por China y Rusia, alejándose de los Estados Unidos. Las vacunas pasaron a ser el nuevo campo de batalla de este reposicionamiento geopolítico. No es casualidad que desde la Ciudad de Buenos Aires hayan aclarado que saldrán a negociar la llegada de vacunas de tres laboratorios norteamericanos: Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson. Los mismos que el Gobierno rechazó con mil excusas.
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