Moreno autorizó subas de hasta el 12 por ciento en alimentos básicos, pero podrían ser mucho mayores. Regirá desde el 15 de noviembre. Un país que “estalla por los aires”
"Si la inflación fuese del 25 o el 26 %, el país estallaría por los aires”, había dicho Cristina Kirchner en Harvard, y por una vez tuvo razón. La mentira se desmonta poco a poco, la crisis decanta y hasta los representantes más duros del kirchnerismo tienen que ceder. Por eso, Guillermo Moreno esperó a que pase el temblor de las elecciones y puso fecha al colapso de las economías familiares: “15N”.
A mediados de noviembre, las empresas de alimentos tendrán vía libre para aumentar sus productos, a partir de un acuerdo con la Secretaría de Comercio Interior que también alcanzará al sector de limpieza y bebidas. En las planillas, el aumento promedio será cercano al 7%, con variaciones del nueve y el doce por ciento según los productos. Eso en el papel, en el país imaginario, en la panacea K. Según los especialistas, las góndolas marcarán, como siempre, el verdadero pulso de la inflación, y las subas podrían duplicar lo que promete el pacto entre gobierno y empresas.
La información se desprendió de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), cuyas crónicas relatan las negociaciones con Moreno. “Está cumpliendo, está aprobando los ajustes en las listas de precios que había prometido para después de las elecciones”, señalaron, para agregar que “el aumento de los productos masivos será del 3%, para los selectivos, el 7%, y para los premium, 9%”, con “casos puntuales que llegarán al 12 por ciento”.
Si a cada uno de esos números lo multiplicamos por dos, podemos tener una idea real del destape inflacionario que se viene en el país, pero sólo podremos dimensionar cómo afectará nuestros bolsillos si entendemos que será el alimento de cada día, el pan, la leche, las pastas y la carne, lo imprescindible del día a día, lo que subirá su valor. Las familias de menores recursos, los más pobres, la clase media que llega con lo justo a fin de mes, y no los sectores acomodados, serán los primeros que sentirán el impacto, como siempre.
Eso se llama ajuste, aquí y en la China, aunque el gobierno le tema a la palabra, la niegue y la silencie. En este sentido, el economista José Luis Espert señaló a Hoy que “el gobierno dice que no hará un ajuste, pero eso ya está ocurriendo, y al negarlo, continúa incrementando el gasto público e incentivando la inflación”. Por eso, para el especialista, el dilema se convierte en “un círculo vicioso” que la Casa Rosada no está dispuesta a romper.
Al contrario. Con distintas estrategias, Moreno intentará camuflar el impacto autorizando los aumentos en forma gradual. A algunas compañías, por ejemplo, les dice que lo hagan desde el 15 de noviembre, a otras desde el 20, a otra del 25 y algunas desde el 30, buscando que los índices de precios no reflejen con fidelidad lo que sucede. Pero la estrategia fallará, como tantas otras, porque no se puede ocultar la realidad. Pese a que el funcionario congeló los precios, puso listas de valores máximos y frenó aumentos hasta después de las elecciones, la inflación sigue creciendo. Mientras el Indec nos habla de un exiguo 10%, el país “estalla por los aires”.
Costos que se trasladan a nuestros bolsillos
Entre los sectores que más aumentarían sus productos en las góndolas, se encuentran alimentos de primera necesidad como la leche y el azúcar. Para las empresas lácteas, su principal preocupación pasa por un aumento en “los costos”, debido a que han firmado una paritaria salarial que los gremios exigen se comience a pagar de inmediato, pero que estaba prevista para principios de enero. La desesperación de los trabajadores es entendible, pues no llegan a fin de mes, y las empresas quieren trasladar estos costos a nuestros bolsillos.
Por su parte, quienes también reclaman un incremento especial son los azucareros, uno de los grupos que más han sostenido el congelamiento de precios, según ellos mismos afirman.
Cada vez más lejos de las economías regionales
Las alzas, si bien tendrán un nuevo despegue a partir del 15 de noviembre, ya se vienen reflejando en los supermercados pese al presunto “congelamiento”, y han posicionado a la Argentina en un extraño podio internacional: el de los países con mayor inflación.
Con una suba de precios minoristas superior al 25 por ciento, según todas las consultoras serias, el gobierno de Cristina Kirchner tiene el extraño privilegio de posicionarnos en tercer lugar del polémico ranking, compartido, encima, con Venezuela e Irán.
La lista, que incluye a 187 países, se basó en un informe que dio a conocer el Banco Ciudad. Muy por debajo de esas posiciones, se ubican economías de la región, como las de Colombia (2,4%); Chile (2,6%); Perú (2,8%); Brasil (5,9%) y Uruguay (8,9%).
Antes del 2006, la inflación argentina estaba en línea con las regionales, pero después se despegó y figura en los primeros puestos desde hace más de cinco años. Ahora, con las nuevas subas en los productos básicos, podríamos incluso disputarle el primer lugar a la Venezuela chavista y al régimen iraní, que atraviezan sendas crisis. Lo único que le faltaría a un gobierno desprestigiado y alejado de las potencias.