Christine Lagarde, del FMI, junto a Mauricio Macri, en marzo pasado.
En emergencia, el Segundo Gobierno Radical, que presidía Fernando
De la Rúa, El Traicionable, debió recurrir también a la relativa salva
ción de los créditos stand-by que otorga el Fondo Monetario Interna
cional.
Entonces conducía el organismo multilateral la señora Anne Krueger,
directora adjunta, a quien en un exceso del lenguaje llamaban La Da
ma de Hierro. Ella ponía el rostro duro, pero quien boicoteó a la Argen
tina, y la mandó a la lona por 1.300 millones, fue Horst Köhler, el direc
tor gerente, el alemán puesto por Schroeder, Primer Ministro.
Pero en la historia quedó Krueger. Se trataba apenas de una cruzada
estrictamente reaccionaria del Partido Republicano.
La dama se situaba demasiado a la derecha. A su lado, comparativamen
te, Donald Trump era un socialdemócrata recatado.
En un rapto de pragmatismo, Krueger supo decirle al colega Bercovich
que el Fondo le imponía sus políticas sólo a los países que le debieran
dinero.
Como aquella Argentina. Que se puso al día con las cuentas en 2006,
durante la presidencia de Néstor Kirchner, El Furia, porque quería recau
dar tranquilo. Sin las fastidiosas revisiones, que se limitaban a ser, en
realidad, visitas inofensivas. Eran burócratas que mojaban la medialu
na de los viáticos durante cinco días. Se fortalecían con los “ojos de
bife”, adoraban el malbec y se ponían, en general, de novios.
Sin embargo El Furia no soportaba que husmearan entre sus logarit
mos, y para quitárselos de encime puso irresponsablemente de frente
8 mil millones de dólares de las reservas del Banco Central, El Gorro
Frigio.
En emergencia, otra vez, el Tercer Gobierno Radical, que preside Mau
ricio Macri, El Ángel Exterminador, recurre, sin mayor originalidad, a la
misma relativa salvación del stand-by, de amplio acceso y penetra
ción, del FMI.
DIFERENCIAS SIGNIFICATIVAS
Deben destacarse, en relación con el Fondo, las ostensibles diferen
cias entre el 2do y el 3er Gobierno Radical.
En principio, un cambio de mujer. Del temperamento inconmovible de
la republicana Krueger (la que ponía el rostro por Köhler) se pasa al
charme “sarkozista” de madame Christine Lagarde, Madame Bovary.
Lagarde se vino también a comer a Buenos Aires para una reunión abu
rrida, irse a Bariloche y comer sus ensaladas de rúcula, palta y huevo
duro, con su novio, un “mec”. Y generó un desparramo de elogios para
El Ángel Exterminador, porque ponía (avec courage) a la Argentina de
nuevo en el mapamundi.
Pero Madame Bovary no imaginaba que 45 días después los argentinos
ponderados irían a Washington. Pero para mangarla.
En segundo lugar, es excesivamente distinto el negociador.
De la vigorosa frontalidad de Domingo Cavallo, El Can de Calle, que se
debatía intensamente por la Convertibilidad que había creado para otro
gobierno, se pasa al refinamiento académico de Nicolás Dujovne, Bruno
Gelber. Un dandy del análisis económico que recibió, en su residencia,
a Madame Bovary. Pero ahora trata de seducirla intelectualmente para
que salga rápido, y como un tubo, el stand-by.
EL PAÍS DE SOMBRERO
El lunes, en la encerrona, durante el esplendor de la mala praxis, se deci
dió pedir el crédito salvador.
Después que Mario Quintana, Luz de mis Ojos I, y Fernando Sturzenegger,
Bailarín Compadrito, se hubieran amagado, empujado, mojado la oreja
omo pibes de barrio, en una esquina de Pompeya.
Necesitaban salir del descalabro económico que atormentaba al Ángel
Exterminador. Buscaban un formidable título para taponar la negatividad
desastrosa de quienes patrióticamente se ponían el país de sombrero.
Con las tasas al 40%, mientras nadie podía bajar el dólar, ni siquiera con
las montañas de dólares que el mercado -ese conjunto de atorrantes- le
absorbía al Bailarín.
La desesperanza, con su nube negra, hacía trizas las expectativas de los
muchachos que creían llevarla atada al pié, hasta hacía dos meses.
Tenían afilada la big data y estaban ensoberbecidos por los focus groups
de El Equeco, Durán Barba, que los mostraban ganadores hasta 2027.
Mantenían un paragolpe de cristal para contener a los peronistas que pre
tendían anexarse al Colectivo ganador.
Pero la felicidad fue incompleta. Interrumpida por la miserable realidad.
El tablero de control con rueditas, que conducía Quintana junto a Gusta
vo Lopetegui, Luz de Mis Ojos II, servía apenas para mantener controla
dos a los gerentes de áreas, denominados ministros.
Pero el tablero nada podía hacer para detener el retroceso de la confian
za. Mientras asistían al desaforado avance de las tasas y del dólar, que
subía y se rajaba del circuito.
Aparte, los trolls de Balcarce tampoco servían para calmar la plaza. De
pronto se extendía la voracidad inoportuna de los buenos vecinos que
hacían una vaquita para comprar, al menos, 200 dólares. Para atesorar
los y sacarlos del circuito.
Persiste un consuelo nada menor. Madame Bovary no tiene, hasta hoy,
el menor interés de brindar una lección moral a los argentinos incorre
gibles. Como lo tenía la dama Krueger, por mandato de Köhler, que no
alcanzaba a admitir que la Argentina soberana gastara mucho más
dinero del que producía. Ni que las provincias se endeudaran también
con sistemática algarabía. Porque también estaban habituadas a la cer
canía natural de Dios, que siempre se apiadaba de las economías regio
nales.
Al cierre del despacho, cabe consignar que El Tercer Gobierno Radical
convive con el complejo del Segundo Gobierno Radical.
Pero se trata de un complejo que debe superarse, con terapia lacaniana,
pronto, de una buena vez.<
EL Escritor y periodista,
ES responsable de jorgeasisdigital.com