Por Marco Antonio Leiva / Precios descontrolados, descuidados,
disparatados. Tarifazos constantes, crecientes, asfixiantes. Salarios
en permanente caída, dejando el poder adquisitivo lejos de poder
hacer algo más que sobrevivir cada día que pasa dentro de este
régimen macrista. Y así empieza a sonar la pregunta que nadie
quiere hacerse: ¿Ahorramos con el hambre de nuestros hijos?
que un padre y una madre hacen ante la escasez es sacarles la comida
a sus hijos.
Sin embargo, estamos comprobando que lo que aplica para nuestra vida cotidiana, lo que el sentido común y el instinto de supervivencia nos indican, lejos está de ser aplicado por quienes hoy detentan el poder en la Argentina, que cada día parecieran esforzarse más por ahogar a los trabajadores en lugar de generar oportunidades para que todos participemos de la construcción de nuestro país.
Estamos apenas entrando al último trimestre del año y ya no podemos prever cuánto va a seguir hundiéndose nuestra economía, a esta altura del año la deuda que tomó la gestión de Cambiemos ya es igual al 82% del PBI, que es lo que la Argentina produce en todo un año. Tres meses faltan todavía para terminar el 2018 y todo indica que al llegar a diciembre estaría superando el 100% del PBI. Es decir, cuando los medios se encargaron durante todos estos años de instalar que el kirchnerismo “se robó un PBI”, lo cierto es que el macrismo —avalado y blindado por los medios de difusión que hoy ya consiguieron hacerse del poder judicial de manera explícita y descarada— en 3 años de gobierno ya se ha robado, literalmente, un PBI entero.
Pero como eso no sale en la televisión, entonces no existe. Esa es la lógica en los tiempos de la posverdad. Lo que no se visibiliza a través de los medios hegemónicos, se va perdiendo y desdibujando en el tiempo, que cada vez es menor para la naturalización de la miseria. Y una de las herramientas más eficaces y utilizadas en los últimos tiempos para normalizar la pobreza es la romantización de la misma, la utilización de historias aisladas presentadas como “desafíos ante la adversidad”, en lugar de ser consecuencia del desamparo del Estado; de la superación de esas circunstancias a fuerza de mérito y grandeza, en lugar de hablar de la vida que los protagonistas dejan de lado para poder vivir un día más de sus vidas sin derechos y sin libertad. Militancia del ajuste.
Y el ajuste es el ahorro con el hambre de los hijos. Es el país ajustando el cinturón en nombre de un “déficit cero”. Recortan, achican, reducen lo que llaman “gasto” y es el propio pan para las mayorías. El gobierno va a seguir haciendo ajustes y los va a seguir profundizando, porque es su naturaleza y proyecto. Y también porque un ajuste conduce a otro de manera indefinida, pues la cuenta nunca llega y el “déficit cero” nunca se alcanza: el ajuste destruye la actividad económica, el Estado recauda menos en impuestos y por más que siga recortando la cuenta jamás va a cerrar. Se gasta cada vez menos, pero se recauda también cada vez menos. La cuenta nunca va a cerrar y el ahorro es con el hambre de todos los argentinos sin llegar a ser ahorro, porque no se gana nada ahorrando en un sentido de dejar de invertir para que el país crezca.
El costo que los trabajadores representamos para los oligarcas se reduce a números, a poner por un lado y sacar por el otro, a empujar a los que menos tienen a que no tengan nada y vayan desapareciendo casi como por arte de magia. Pero para un peronista eso no tiene pies ni cabeza, porque para un peronista el trabajo dignifica y el ocio, el disfrute de los frutos del esfuerzo, es un derecho que hoy muchos van perdiendo, porque tienen que elegir entre salir a pasear y dar de comer en casa. Y esto, para un peronista, es intolerable, insoportable. El hambre de los más chicos, que fueron siempre los privilegiados del peronismo, no se negocia. Se combate.
Marco Antonio Leiva
Referente Identidad Peronista