Los estertores de la derrota electoral se apaciguaron hacia fuera con el dictamen de constitucionalidad de la ley de Medios, pero siguen resonando fuerte en el interior del kirchnerismo, donde quedan pendientes pases de factura y ya se mira hacia 2015 con una certeza y muchos interrogantes.
Precisamente, la certeza de fin de ciclo K es la que abre la incertidumbre de cómo el oficialismo intentará subsistir después de doce años de un Kirchner en el poder, y cuál será su incidencia en una sucesión que, pese a faltar dos años para concretarse, concentra toda la atención y la acción de la clase política. En ese sentido es necesario zambullirse en la interna del gabinete nacional y en los intereses individuales y grupales que se pretenden imponer por sobre el resto.
Son muchas las fichas en el tablero, y hay un intrincado laberinto de posturas y vaticinios donde hoy aparecen como figuras excluyentes Daniel Scioli, Sergio Urribarri y hasta el propio Sergio Massa, quien, en secreto, mantiene contactos con el oficialismo, donde un sector no lo descarta como su “posible candidato”.
“Quedó demostrado, una vez más, que el kirchnerismo tiene una base electoral de alrededor del 30 y el 32 por ciento. Es lo que se ha sacado de base en todas las elecciones, y a eso debe agregarse lo que aporte el candidato. En esta oportunidad Martín Insaurralde no pudo dar ese plus, que sí lo tiene Scioli, pero no fue candidato y no pudo volcar esa diferencia que posee respecto de otros dirigentes del espacio”, analizó ante La Tecla un funcionario nacional para quien el gobernador bonaerense es quien “mejor se posiciona hoy para ser nuestro candidato”.
En el universo K están convencidos de que a esa base debe añsdirse un dirigente capaz de aportar un plus de 15 puntos, y con ello asegurarse cierta continuidad, pese a las reconocidas diferencias existentes entre quienes suenan como candidatos del peronismo y la actual conducción del país, ejercida por Cristina Fernández. Por ello, desde el kirchnerismo extremo pretenden comenzar a posicionar a alguien del riñón, con la primaria intención de llevarlo a una interna ante Scioli.
Posicionamientos
Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico, pretendió cargar todas las culpas de la derrota bonaerense a Daniel Scioli, quien se puso al frente de la campaña de Martín Insaurralde. Pero no encontró eco en el resto de sus pares de gabinete, donde la interna está demasiado desnuda. Se espera el regreso de la Presidenta para un cambio ministerial, aunque nadie se anima a pronosticar quiénes ganarán la pulseada, si los halcones o las palomas.
Zannini quiso poner a Scioli como chivo expiatorio, pero, lejos de ser correspondido, obtuvo como respuesta cuestionamientos a su propia incidencia en el resultado bonaerense a partir de haber sido el responsable de la ingeniería electoral (ver aparte). “El Chino” ha subastado en el último tiempo parte del respeto cosechado en otros momentos, y “todos le van perdiendo el miedo, ése que había impuesto a partir de ser uno de los pocos con acceso directo a Cristina”, confesó un hombre del Congreso nacional. Está claro, cuando el ciclo tiene fecha de vencimiento, ni la propia Cristina posee crédito abierto para las futuras decisiones, mucho menos sus colaboradores directos, si a éstos se les endilgan errores sustanciales en la estrategia electoral.
Pero Zannini, lejos de amilanarse y asimilar esas supuestas responsabilidades, impulsa una continuidad sin dobleces ideológicos, con la búsqueda de un candidato bien identificado con el proyecto, aun a riesgo de una futura derrota. El secretario Legal y Técnico encabeza el sector de kirchneristas que abonan la teoría de delegar la próxima candidatura presidencial en un K de paladar negro. Su candidato es Sergio Urribarri.
El mandatario entrerriano quiere ser, y necesita para ello una mayor instalación, por lo cual aparece como uno de los posibles integrantes del nuevo gabinete nacional. Sin embargo, la mayoría de los componentes del equipo de gobierno de Nación se muestran más cómodos con la alternativa de Scioli. En la misma sintonía está el grueso de los gobernadores K y casi todos los intendentes que permanecen en el FpV.
Hay ministros nacionales que pretenden posicionarse para un cargo futuro, pero para ello deben conservar el puesto en el Gabinete, cuestión sobre la que hay mucha incertidumbre en todo el equipo de gobierno con sede en Balcarce 50. Cómo resolverá la interna Cristina Fernández es la incógnita que, a modo de espada de Damocles, tortura a los funcionarios por estas horas.
En tanto, Scioli se apura en cerrar con los diferentes sectores del peronismo, y se muestra absolutamente alineado con el Gobierno nacional. En su entorno reiteran hasta el cansancio que no pretenden una unción presidencial para la candidatura de Scioli, pero reclaman un juego limpio “sin palos en la rueda”.
Hasta Amado Boudou, quien a principios de año organizó una reunión donde el blanco de las críticas fue el mandatario bonaerense, ahora ve en Scioli la mejor carta por la cual apostar. “Hay dirigentes, como Boudou, que necesitan una continuidad del proyecto para evitarse problemas serios, que los tendrán si el cambio de rumbo es radical”, vaticinan tanto en despachos del oficialismo como de la oposición.
Contrapeso y opción
Se sabe, Scioli está lejos de ser el preferido por el grueso del kirchnerismo, pero el pragmatismo peronista lo ubica por sobre el resto de los demás dirigentes enrolados en el oficialismo. Así lo marcan los sondeos de opinión. Y la historia del peronismo, siempre rápido de reflejos para pararse del lado de quien garantice la conservación del poder.
Pero el propio peronismo tiene ahora otro candidato que ya está a pleno en su armado nacional. Sergio Massa aparece como la amenaza más fuerte para las aspiraciones de Daniel Scioli, y también como una alternativa que, contrariamente a lo previsible, es observada con atención por el propio oficialismo.
En principio, el ganador de las elecciones en la provincia de Buenos Aires aparece como un contrapeso del Gobernador, y es una noticia apreciada en algunos despachos de la Casa Rosada. Por un lado, nadie adentro del espacio puede presumir de ser el seguro heredero del poder; por otro, una pelea directa entre dos dirigentes puede dejar indemne a la Presidenta para posibilitarle transitar sus dos últimos años de gestión sin ser debilitada en demasía por la puja sucesoria.
Algo de eso busca el kirchnerismo al alentar a Massa a que tenga como único blanco de sus críticas a Scioli. El tigrense no dejará de atacar áreas específicas del Gobierno nacional, pero apunta cada vez más sus cañones a la gestión bonaerense, fundamentalmente en lo concerniente a la seguridad.
“Hay contactos con Massa”, fue la escueta pero contundente respuesta de un funcionario nacional a La Tecla. Antes de las elecciones, los hombres de Nación con más diálogo con el intendente de Tigre eran Diego Bossio y Ricardo Echegaray, y hasta habrían existido charlas entre la Presidenta y el jefe comunal. También La Cámpora, a través de algunos emisarios, dialoga con un sector del massismo. “Nunca salieron a cruzarlo”, reflexionan en el peronismo.
Las fichas danzan en torno de una ruleta donde hay varias opciones, y nadie juega a un solo número, mucho menos el oficialismo, que, aunque carece de un candidato del riñón puro, mientras busca instalarlo con la ilusión de hacerlo crecer unos 15 puntos por encima de la base histórica, apuesta a otras alternativas: una es la más cercana y alineada, otra es la que se fue y conoce como nadie los secretos puertas adentro; es la que genera reticencia en el grupo más grueso, pero no está para nada descartada
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