El último mes comenzó uno de los ataques más grandes a un gobernador, que se tenga conocimiento, desde el Gobierno nacional. Esta situación no se veía desde que Carlos Menem comenzó a tratar de esmerilar la figura de Eduardo Duhalde
(*) Por Mario Baudry
El último mes comenzó uno de los ataques más grandes a un gobernador, que se tenga conocimiento, desde el Gobierno nacional. Esta situación no se veía desde que Carlos Menem comenzó a tratar de esmerilar la figura de Eduardo Duhalde cuando éste ocupaba la primera magistratura provincial. Pero en aquella época los ataques nunca fueron con tanta agresividad. A pesar de ello, Scioli sigue creciendo en las encuestas.
Días pasados, el intendente de Lanús, Darío Díaz Pérez, cargó personalmente contra Scioli: “Es una cáscara. Es un buen tipo, pero es un híbrido. No te podés pelear con él porque es un vegetal. No emite opinión política”. Palabras muy duras si se toman desde el ámbito institucional que representa el orador, pero comunes desde una tribuna de mitin peronista.
Nadie se explica por qué dentro de la debacle de la gestión que el Gobierno nacional ve en la Provincia, su gobernador se muestra inmune a las críticas que, ciertas o no, parecen no hacer mella en la imagen política del principal referente opositor que tiene la Presidenta en su propio partido. Las razones, según los analistas, son múltiples y de variadas causas. En primer lugar, los interlocutores que se utilizan para atacar las políticas de gestión de Scioli no son los mejores: tanto Luis D’Elía como Emilio Pérsico y Carlos Kunkel no tienen una imagen positiva suficiente como para ser tomadas en serio por el común de la gente.
Los temas con los que se ataca al Gobernador son siempre los mismos: la inseguridad, su no sumisión al proyecto kirchnerista, etcétera. Cuando uno analiza los números de las encuestas y ve lo que la gente piensa, se da cuenta de que la sociedad entiende que la seguridad es un problema global del país y no privativo de la provincia de Buenos Aires.
Cuando se analiza si el Gobernador se encuentra encolumnado detrás de la Presidenta, el tema es claro: en todos estos años, a pesar de los ataques del kirchnerismo, a Scioli siempre se lo convocó para un cargo, y siempre cumplió con el mandato presidencial. En conclusión, la gente no cree que no haya cumplido, es más, piensa que es un obsecuente de CFK pero con distintos modales, y ése es el centro del problema del kirchnerismo.
El Gobernador se diferencia de la Presidenta en las pequeñas cosas. Habla con la prensa todos los días, e incluso les contesta preguntas a los más críticos; la Presidenta no atiende a periodistas y no contesta preguntas, y si contesta, seguramente es para retarlo. En sus discursos, la Presidenta trata siempre de explicarnos a los argentinos cómo funcionan las cosas, dando un discurso por día, en su gran mayoría en cadena nacional. En cambio, Scioli no da discursos, sólo presencia los de la primera mandataria, y casi siempre se queda mudo, recibiendo los golpes que le suelen dar durante los mismos.
La Presidenta se muestra en muy pocos lugares de carácter popular; en cambio el Gobernador, a través del deporte y de sus espectáculos con artistas populares, siempre está con las masas.
Cuando existe una confrontación por cualquier situación, el mensaje de la Presidenta es claro: ir al choque y, siempre, redoblar la apuesta, porque los ataques vienen de los grupos monopólicos y los grupos golpistas. Scioli, por el contrario, cuando se presenta un problema, lo primero que hace es convocar a los sectores y tratar de realizar una reunión para encontrar un punto intermedio de comunión entre las partes y tratar se arribar a una solución consensuada. Lo que dice Díaz Pérez es cierto: con Scioli es imposible pelearse.
Estas son, entre otras varias, algunas causas que han hecho cambiar el humor popular, y lograron que se diferencien las imágenes positivas de la Presidenta y el Gobernador. La confrontación contra la mesura, la prepotencia contra un mensaje de paz. La gente elige y está optando. A esto se suma el malestar económico imperante en la actualidad, en el que la gente entiende que es el Gobierno nacional el causante del problema, y no distingue si Daniel Scioli es o no un buen administrador.
Es hora de que alguien le explique a la Presidenta la situación; los argentinos merecemos vivir un poco mejor, no por la situación económica, sino en un lugar de paz y armonía, donde la confrontación no sea el motor que guíe nuestros actos de cada mañana. En el Gobierno nacional hay funcionarios que ven estos mismos problemas, pero manifiestan por lo bajo que no pueden hacer nada para cambiarlos. Mientras esto siga así, la brecha de imagen positiva seguirá distanciándose.