Las operaciones en dólares van a estar restringidas sólo al comercio exterior y los viajes fuera de la Argentina. No se trata de medidas temporarias destinadas a hacer frente a los compromisos externos del año en curso sino a la decisión, en las más altas autoridades del Gobierno, de darle un impulso al peso del peso –valga la redundancia– en los circuitos de formación de valor e intercambio de bienes. “El atesoramiento en dólares terminó”, dijo a este cronista una de las autoridades más altas del área económica del Gobierno. “Era indispensable frenar la demanda de dólares” porque el posicionamiento en moneda norteamericana era una condición para presionar a la devaluación, y agregó: “Vamos a administrar los dólares, no vamos a devaluar”. El desafío consiste en transitar a una Argentina que no emite sus pesos en función de las reservas en dólares sino en función de las necesidades de su producción. “Los dólares se necesitan para otra cosa” –fue enfática esta fuente– y no para alimentar el colchón que, dicho sea de paso, en general consiste en quitar billetes verdes de la circulación oficial y mezclarlos con los dólares provenientes de mercados ilegales (llamados paralelos, pero que cuidan puntillosamente de no pagar los impuestos). “Los dólares que hay en la Argentina no alcanzan para que la gente atesore en esa moneda”, dijo sin vueltas el interlocutor, aclarando que los “dólares genuinos” ingresan por la liquidación de exportaciones.
En concreto, y para disipar las dudas y especulaciones crecientes, las medidas en curso no están pensadas para que los exportadores reciban al cambio oficial “bajo” en los próximos meses para luego devaluar el peso. Tampoco se trata de medidas que se flexibilizarán si las turbulencias externas mejoran. Estas medidas llegaron para quedarse.
Más que a desmerecer al dólar están destinadas a fortalecer el peso.
Si se tratara de una pelea de box, no se trata de confiar en que el billete verde se debilite sino que el peso nacional gane en confianza y pegada. Dicho en términos futboleros, y como suele remarcar el mejor número diez de la actualidad cuando le preguntan por las fortalezas de los equipos contrarios: No pensamos en ellos, pensamos en nosotros.
De allí que el problema no es desalentar a los ahorristas en dólares sino alentar a los que inviertan en pesos. En ese sentido, esta fuente destaca que cuanto menor sea el mercado ilegal de dólares será más fácil evitar que las corridas mediáticas tengan efectos en el comportamiento de los operadores. Respecto de si se trata de corridas generadas por grandes bancos o comercializadoras de granos, afirma que la lupa de la Afip, la Aduana, los ministerios de Industria y Economía y del Banco Central está encima de todas las operaciones. “No es nada sencillo sacar dinero –ni en pesos ni en dólares– sin que lo podamos detectar.” Sí reconoce que en la tercera semana de mayo se acentuó el retiro de depósitos en dólares de los bancos y que treparon, esa semana, a 400 millones de dólares. Esto no es un dato menor y requiere darle confianza a la clase media que puede ganar plata si sus ahorros los invierte en pesos, algo que realmente sería un cambio cultural. En este sentido, afirmó que los bancos “están muy líquidos”; es decir, que tienen fondos suficientes como para ofrecer a los ahorristas que inviertan en pesos. Esto significa que si los banqueros no crean instrumentos financieros en pesos para atraer a los ahorristas, el sistema perderá fondos. “Los bancos no están especulando”, se trata de circuitos pequeños, aunque sus operadores tengan vínculos con el poder económico.
Respecto de si se tiene estudiado sacar por decreto la pesificación de las operaciones inmobiliarias y de otros sectores dolarizados, consideró que no les parece la mejor opción y que es mejor ver cómo se van adaptando compradores y vendedores a estos nuevos paradigmas. “Que decanten”, dijo. En ese sentido, destacó que la compraventa de automóviles se fue pesificando sin mayores dificultades. Hasta los autos importados se ofrecen en pesos y no en dólares. Cabe destacar que las incertidumbres de quienes buscan comprar una vivienda o quienes mandan ayuda familiar en dólares a sus familias (sobre todo de residentes de países limítrofes) no son las únicas inconveniencias de este cambio.
Reconoció que con el valor de dólar actual, hay ciertos sectores económicos que pierden competitividad a la hora de exportar. “El Banco Central está trabajando para facilitar el acceso al crédito de esos sectores”, dijo, pero enfatizó que “la economía no pierde competitividad por el tipo de cambio”.
“Hay condiciones objetivas –afirma la fuente– para desdolarizar. Esta no puede ser más una economía bimonetaria.” Las incomodidades que resaltan muchos analistas deben ser sopesadas en relación a las recetas de los sectores de poder económico: “Ellos siempre son devaluacionistas o endeudadores” a la hora de manejar la economía.
“Nosotros no somos ni una cosa ni la otra –afirma– y tenemos las reservas suficientes (en el Banco Central) como para resistir embates.”
Respecto de quienes están pagando casi 600 pesos por la plancha de 100 dólares de los Boden 2012 que vencen el 3 de agosto, dijo que no hay ninguna idea de diferir los pagos y que no constituye más que una presión puntual. “La Afip sabe muy bien quiénes son los que tienen los cupones de Boden y si quieren pasar los dólares al circuito ilegal los pueden enganchar”, dijo. Los mecanismos de control existen también para algún operador financiero que quiera sacar dinero de los circuitos legales.
Si bien reconoce la lentitud de la liquidación de exportaciones de granos, aclara que no tienen otra salida que ingresar en forma legal por el mercado único de cambios y que las especulaciones devaluatorias evalúan mal la fortaleza del Gobierno. “El Banco Central puede bancar de sobra”, grafica. En ese sentido, resalta la decisión tomada a fines de 2012 respecto de que las petroleras y mineras estén obligadas a liquidar sus utilidades en la Argentina. Dado el enojo de las grandes mineras y su resistencia a cumplir con estas medidas, recientemente se tomó una medida (resolución 197 del Ministerio de Economía) que obligaba a esa liquidación en un plazo de 15 días. Dada la operatoria del transporte en barco de ciertos minerales, que insume en algunos casos hasta un mes, el plazo se extendió a 30 días. No se trató de una concesión sino de una adecuación.
En cuanto al contexto mundial, “esto es anticiparse al mundo como un caldero” –dijo–; un caldero del cual la Argentina no será ajeno. Pero, agrega, con control sobre su endeudamiento externo, con superávit fiscal y con reservas suficientes.
La Argentina tiene un 2012 con muchos desafíos. El año pasado marcó un récord en la remisión de utilidades de las grandes corporaciones económicas. Con las medidas tomadas –las comentadas en estas líneas y muchas otras– está la determinación de revertirlo. También se marcha a una lenta –y dificultosa– sustitución de importaciones, que requerirá de mucho más estímulo crediticio y fiscal. Se intenta un camino que requiere el acompañamiento de los actores económicos, tanto empresarios como de los trabajadores.
En ese camino, el imaginario de la cara de Washington es uno de los espejos que deberían dejar de devolver la imagen del ahorrista argentino. Cabe preguntarse quiénes serán las caras argentinas que deban acompañar nuestros billetes para que el cambio cultural sea de identidad con lo nacional y popular. No parece que los billetes de cien pesos tengan el rostro adecuado. Más bien todo lo contrario. Un detalle, pero un detalle de un cambio cultural complejo.