A los mercados financieros los dominan dos fuerzas, en un sentido, la
codicia, y es así cómo se gestan las burbujas, en el sentido inverso, el
pánico, y así ocurren las crisis.
codicia, y es así cómo se gestan las burbujas, en el sentido inverso, el
pánico, y así ocurren las crisis.
La economía argentina se encuentra a la deriva, presenta serios
desequilibrios estructurales, y no se observa ninguna actitud de
parte de la política económica que apunte a atenderlos.
Tras dos años y medio de haber ganado tiempo, cubriendo con
endeudamiento déficits gemelos que se ampliaban, mientras el
mercado interno se debilitaba, y la vulnerabilidad ascendía de
manera alarmante, la situación se tornó insostenible, reapareció
el fantasma del default, y aquellos inversores internacionales que
venían disfrutando las mieles de una bicicleta financiera que les
permitía jugosas ganancias, decidieron retirarse del juego. Los
activos argentinos comenzaron a caer, y el peso empezó a perder
valor. Comenzó a regir el pánico. Frente a esta situación, sin lograr
el Banco Central contenerla se decidió recurrir al prestamista en
última instancia en las finanzas internacionales, el FMI.
Sin embargo, el desembolso original de este organismo, de
US$15.000 millones, no alcanzó para contener la fuga. En tan sólo
tres meses todos esos dólares se esfumaron de las Reservas
Internacionales del BCRA, en otro fallido intento de contener un
dólar que no paraba de subir. Mientras estos fondos se iban, el
dólar pasó de 27 a 40 pesos. Este fracaso de parte de la autoridad
monetaria terminó con la salida abrupta de su titular, Luis “Toto”
Caputo. Sin embargo, en sus últimos cuatro días al frente de la
entidad, Toto logró contener la dinámica alcista de la divisa. La
estrategia fue hacer relucir a la codicia frente al pánico.
Tras el vencimiento de Lebacs, que con una tasa de interés de corte
de un 45% en la licitación, dejó libres alrededor de $150.000 millones,
ofreció al mercado un nuevo instrumento, la Lecap, que a primera
vista pareciera haber sido bautizada con el nombre del padre,
“Letra de Caputo”, aunque se trata del apócope de Letra d
Capitalización. Un instrumento financiero con vencimiento de
corto plazo, 196 días, y a una tasa de interés del 4% mensual, ca
pitalizable, es decir, con un rendimiento por encima del 50% anual.
En paralelo, se daba a conocer un nuevo acuerdo con el FMI, por
el cual el organismo ampliaba el monto original del préstamo stand-by,
que finalmente se conoció sería en 7.100 millones de dólares, a la
vez que comprometía el adelanto de los fondos a desembolsar
trimestralmente por US$3.000 millones. Estos adelantos de los
años 2020 y 2021, a este año y el próximo, implican que en lugar
de recibir US$6.000 millones este año, se obtengan US$13.400, y
en lugar de ingresar US$11.400 en 2019, ingresen US$22.800. El
objetivo de esta transacción es hacer desaparecer, de forma tran
sitoria y en el corto plazo, al fantasma del default. Con estos fon
dos, la Argentina tendría cubierto su programa financiero, al
menos hasta el fin del año próximo, vale aclarar, año electoral.
Sin embargo, esta novedad resultó acompañada de un ejercicio
académico puesto en marcha en el BCRA, por sus nuevas autori
dades, Guido Sandleris, y su amiga, Verónica Rappoport. Con pre
tensión de clase de Política Monetaria I, se dió a conocer un
esquema mediante el cual el tipo de cambio oscilará entre dos
amplias bandas, un límite inferior en $34, y un límite superior en
$44. A este segmento se lo denomina: zona de no intervención,
en un forzado intento comunicacional de alejarlo de la famosa
Tablita de Martinez de Hoz, tal como se recuerda al experimento
del crawling-peg en la Argentina. Es decir, mientras el tipo de
cambio fluctúe entre ambos límites, el BCRA se desentenderá
de la cotización.
Asimismo, estas bandas crecerán diariamente a un ritmo del 3%
mensual. Es decir, que para noviembre las bandas ya serían de
$35,02 y 45,32, y así sucesivamente. Pero, a la vez, como para
poner todas las cartas sobre la mesa, lo cual sería necesario en
el planteo del ejercicio de Política Monetaria I, aunque no queda
claro que se trate de la mejor estrategia para contener una corri
da en el mercado cambiario argentino, Sandleris reconoce que en
caso de quebrarse alguna de las bandas, intervendría en el mer
cado, pero sólo con 150 millones de dólares por día. Eso es todo
lo autorizado por su jefa, Christine Lagarde. Cabe recordar que,
en momentos en que la corrida contra el peso se profundizaba, el
BCRA tuvo que realizar intervenciones por más de 1.000 millones
de dólares en una sola jornada. Pareciera un magro poder de fue
go el que Christine le otorga a Guido.
Con los desequillibrios presentes, tras reflejar un déficit comercial
récord, de US$1.127 millones en agosto, devaluación mediante, y
con una fuga de capitales acumulada de US$23.000 millones en tan
sólo ocho meses, las dudas son si alcanzan los dólares compro
metidos por el FMI para cubrir el programa financiero, y los déficits
externos que parecieran no cerrarse, sino todo lo contrario.
El apoyo conseguido por el gobierno en el mundo es político. Res
ponde a decisiones de estrategia geopolíticas. Pero la reacción del
mercado evidencia que allí donde no hay más dios que el dinero,
dominan los números. Los precios de los activos argentinos vol
vieron a caer, y el dólar retomó la suba y con más fuerza. La vulne
rabilidad es muy alta. Reaparece el fantasma del default. La realidad
se impone a la idea. Guido no es Toto. Las cartas están echadas
. Ahora, el pánico le gana a la codicia.
(*) Economista, Docente (UBA), Especialista Macroeconomía y Mer
cados Financieros, Director de Ágora Consultores
desequilibrios estructurales, y no se observa ninguna actitud de
parte de la política económica que apunte a atenderlos.
Tras dos años y medio de haber ganado tiempo, cubriendo con
endeudamiento déficits gemelos que se ampliaban, mientras el
mercado interno se debilitaba, y la vulnerabilidad ascendía de
manera alarmante, la situación se tornó insostenible, reapareció
el fantasma del default, y aquellos inversores internacionales que
venían disfrutando las mieles de una bicicleta financiera que les
permitía jugosas ganancias, decidieron retirarse del juego. Los
activos argentinos comenzaron a caer, y el peso empezó a perder
valor. Comenzó a regir el pánico. Frente a esta situación, sin lograr
el Banco Central contenerla se decidió recurrir al prestamista en
última instancia en las finanzas internacionales, el FMI.
Sin embargo, el desembolso original de este organismo, de
US$15.000 millones, no alcanzó para contener la fuga. En tan sólo
tres meses todos esos dólares se esfumaron de las Reservas
Internacionales del BCRA, en otro fallido intento de contener un
dólar que no paraba de subir. Mientras estos fondos se iban, el
dólar pasó de 27 a 40 pesos. Este fracaso de parte de la autoridad
monetaria terminó con la salida abrupta de su titular, Luis “Toto”
Caputo. Sin embargo, en sus últimos cuatro días al frente de la
entidad, Toto logró contener la dinámica alcista de la divisa. La
estrategia fue hacer relucir a la codicia frente al pánico.
Tras el vencimiento de Lebacs, que con una tasa de interés de corte
de un 45% en la licitación, dejó libres alrededor de $150.000 millones,
ofreció al mercado un nuevo instrumento, la Lecap, que a primera
vista pareciera haber sido bautizada con el nombre del padre,
“Letra de Caputo”, aunque se trata del apócope de Letra d
Capitalización. Un instrumento financiero con vencimiento de
corto plazo, 196 días, y a una tasa de interés del 4% mensual, ca
pitalizable, es decir, con un rendimiento por encima del 50% anual.
En paralelo, se daba a conocer un nuevo acuerdo con el FMI, por
el cual el organismo ampliaba el monto original del préstamo stand-by,
que finalmente se conoció sería en 7.100 millones de dólares, a la
vez que comprometía el adelanto de los fondos a desembolsar
trimestralmente por US$3.000 millones. Estos adelantos de los
años 2020 y 2021, a este año y el próximo, implican que en lugar
de recibir US$6.000 millones este año, se obtengan US$13.400, y
en lugar de ingresar US$11.400 en 2019, ingresen US$22.800. El
objetivo de esta transacción es hacer desaparecer, de forma tran
sitoria y en el corto plazo, al fantasma del default. Con estos fon
dos, la Argentina tendría cubierto su programa financiero, al
menos hasta el fin del año próximo, vale aclarar, año electoral.
Sin embargo, esta novedad resultó acompañada de un ejercicio
académico puesto en marcha en el BCRA, por sus nuevas autori
dades, Guido Sandleris, y su amiga, Verónica Rappoport. Con pre
tensión de clase de Política Monetaria I, se dió a conocer un
esquema mediante el cual el tipo de cambio oscilará entre dos
amplias bandas, un límite inferior en $34, y un límite superior en
$44. A este segmento se lo denomina: zona de no intervención,
en un forzado intento comunicacional de alejarlo de la famosa
Tablita de Martinez de Hoz, tal como se recuerda al experimento
del crawling-peg en la Argentina. Es decir, mientras el tipo de
cambio fluctúe entre ambos límites, el BCRA se desentenderá
de la cotización.
Asimismo, estas bandas crecerán diariamente a un ritmo del 3%
mensual. Es decir, que para noviembre las bandas ya serían de
$35,02 y 45,32, y así sucesivamente. Pero, a la vez, como para
poner todas las cartas sobre la mesa, lo cual sería necesario en
el planteo del ejercicio de Política Monetaria I, aunque no queda
claro que se trate de la mejor estrategia para contener una corri
da en el mercado cambiario argentino, Sandleris reconoce que en
caso de quebrarse alguna de las bandas, intervendría en el mer
cado, pero sólo con 150 millones de dólares por día. Eso es todo
lo autorizado por su jefa, Christine Lagarde. Cabe recordar que,
en momentos en que la corrida contra el peso se profundizaba, el
BCRA tuvo que realizar intervenciones por más de 1.000 millones
de dólares en una sola jornada. Pareciera un magro poder de fue
go el que Christine le otorga a Guido.
Con los desequillibrios presentes, tras reflejar un déficit comercial
récord, de US$1.127 millones en agosto, devaluación mediante, y
con una fuga de capitales acumulada de US$23.000 millones en tan
sólo ocho meses, las dudas son si alcanzan los dólares compro
metidos por el FMI para cubrir el programa financiero, y los déficits
externos que parecieran no cerrarse, sino todo lo contrario.
El apoyo conseguido por el gobierno en el mundo es político. Res
ponde a decisiones de estrategia geopolíticas. Pero la reacción del
mercado evidencia que allí donde no hay más dios que el dinero,
dominan los números. Los precios de los activos argentinos vol
vieron a caer, y el dólar retomó la suba y con más fuerza. La vulne
rabilidad es muy alta. Reaparece el fantasma del default. La realidad
se impone a la idea. Guido no es Toto. Las cartas están echadas
. Ahora, el pánico le gana a la codicia.
(*) Economista, Docente (UBA), Especialista Macroeconomía y Mer
cados Financieros, Director de Ágora Consultores