Al contrario de lo que vociferó por más de siete años, el kirchnerismo deja de lado cualquier posibilidad de recambio y renovación, y hace una alianza estratégica con Carlos Menem en La Rioja, a quien lleva en la boleta del FpV. Pruebas del pragmatismo K, que no duda en apelar a lo más viejo de la clase dirigencial para conseguir la tan ansiada reelección de Cristina. El silencio de la intelectualidad oficial y por qué para la Casa Rosada la nueva política quedó para tiempos venideros
Por Mario Baudry
En el año 2001 se escuchó con mucha fuerza el grito popular pidiendo la renovación en la clase política, tomando como caballito de batalla de esta pelea el tan consagrado “que se vayan todos”, que inundó el discurso político de aquellos que querían cambiar las formas de hacer política de los viejos partidos e implementar nuevas prácticas en nuestro país.
Cuando Carlos Menem se bajó del ballotage en abril del 2003, el ex presidente Néstor Kirchner aprovechó para proclamar a los cuatro vientos que su presidencia iba a representar los aires de cambio que tanto se pedía en la sociedad, harta de tener que soportar gobiernos que asumían con un discurso y cuando estaban en el poder hacían todo lo contrario a lo prometido.
Hábil como pocos en esto de entender los tiempos políticos, el santacruceño se apropió del discurso progresista del cambio y de la renovación política, y lo supo hacer valer para ganar innumerable cantidad de aliados que sirvieran para sacarlo de aquel magro 22 por ciento de los votos conseguidos en la primera vuelta del año 2003.
A más de ocho años de la asunción del kirchnerismo en lo más alto del poder, la realidad muestra que el discurso de renovación quedó en eso, en el discurso, viéndose en las listas del Frente para la Victoria las mismas caras que se ven desde el regreso de la democracia, dejando el cambio para otro momento.
La principal contradicción que muestra el kirchnerismo entre lo dicho y lo hecho, es el apoyo que da el kirchnerismo a Carlos Menem en la provincia de La Rioja, mostrando hasta qué punto el oficialismo practica su alto grado de pragmatismo para captar votos de todos los sectores de la política nacional, con tal de alcanzar su gran obsesión, como lo es la reelección de Cristina.
De tocar madera en el momento en que asumía como senador nacional en 2005 o denominarlo públicamente como el “innombrable”, el kirchnerismo ha pasado a hacer una alianza estratégica con el hombre que hasta hace un tiempo atrás acusaban de los grandes males de la Argentina moderna, sin que a ninguno de los hombres que hoy reivindican esto, se les note ningún cambio en el rostro.
Fue el propio riojano, quien dando quórum o ausentándose de votaciones claves en la Cámara Alta, ayudó al kirchnerismo en los últimos dos años para aprobar o dejar de lado proyectos que molestaban o beneficiaban al oficialismo, dejando en claro que como dice el viejo dicho de la política nacional “si querés estar en el poder, de vez en cuando te tenés que comer algún sapo”.
Resulta por demás llamativo que la intelectualidad K, tan adicta a las críticas a los años ’90 y a Carlos Menem, que le endilgan el haber propiciado la “destrucción” de la Argentina, no haya salido en las últimas horas a renegar de este acuerdo político. Pareciera que Carta Abierta o los panelistas de “6,7,8” no se han enterado de que la boleta del Frente para la Victoria lleva en la provincia de La Rioja los nombres de Cristina Fernández a presidente y de Carlos Menem a senador nacional, una de las tantas paradojas que da la política nacional.
Este espacio de intelectuales afines al gobierno, ha sido justamente el que en el último tiempo le ha dado al kirchnerismo el sustento desde lo discursivo. Este grupo de referentes del pensamiento de izquierda y centroizquierda nacional, entre los que figuran Ricardo Forster, Horacio González, Horacio Vertbisky, David Viñas, Norberto Galasso, Noé Jitrik, Eduardo Grüner, José Pablo Feinmann, Nicolás Casullo, Jaime Sorín, Orlando Barone, entre otros, que han hecho de la defensa del kirchnerismo su principal caballito de batalla en los últimos tiempos, defendiendo en muchas ocasiones hasta lo indefendible.
Por la trayectoria de muchos de ellos, resulta casi inaudito no escuchar ni una crítica a la alianza del gobierno con Carlos Menem, ya que el riojano representa todo lo contrario a lo que ellos pregonan, pero es tanto su apego al “modelo” kirchnerista, que se quedan callados antes estos aconteceres políticos, lo que no hace más que dañar la credibilidad que alguna vez supieron tener ante la sociedad.
Tampoco ha dicho nada la intelectualidad oficial sobre otros nombres que acompañan al gobierno nacional y que son los máximos defensores de la política oficial. No se les ha escuchado declaraciones sobre la minería a cielo abierto que fomentó el kirchnerismo o sus aliados políticos, como José Luis Gioja, así como tampoco de personajes como Gildo Insfrán, Amado Boudou, Hugo Curto, Aníbal Fernández, Juan José Mussi, Ramón Saadi, Hugo Moyano, Luis Beder Herrera, Alberto Descalzo, Julián Domínguez, entre otros, que de nueva política tienen poco.
En vez de interpretar el pedido de la población para el cambio de los métodos políticos, estas elecciones dejan en evidencia lo peor de la vieja política, de los arreglos entre dirigentes, de la denominada “rosca política”, con cargos que benefician a unos pocos y que perjudican a la sociedad en su conjunto.
Todos estos hechos marcan una decadencia profunda de la Argentina, donde las escuelas continúan sin calefacción en invierno y refrigeración en verano, los hospitales siguen sin insumos básicos para la atención de la población, los caminos dejan mucho que desear, las tarifas de los servicios aumentan indiscriminadamente sin que el Estado intervenga para dar una solución definitiva a este problema, y tantas otras cosas que muestran que el país en vez de mejorar y crecer mirando al futuro, lo único que hace es hundirse más y más en una situación de la cual será muy difícil salir.
La dirigentes argentinos deben reconsiderar seriamente su forma de manejarse ante los determinados hechos de la realidad, porque si siguen actuando de la misma manera que hasta el momento, sólo seguirán ganándose el repudio de la población y la Argentina mirará el futuro lleno de incertidumbre y con un pesimismo muy grande, y la decadencia seguirá sumergiendo a nuestro país en lo más profundo de las tinieblas.
En el año 2001 se escuchó con mucha fuerza el grito popular pidiendo la renovación en la clase política, tomando como caballito de batalla de esta pelea el tan consagrado “que se vayan todos”, que inundó el discurso político de aquellos que querían cambiar las formas de hacer política de los viejos partidos e implementar nuevas prácticas en nuestro país.
Cuando Carlos Menem se bajó del ballotage en abril del 2003, el ex presidente Néstor Kirchner aprovechó para proclamar a los cuatro vientos que su presidencia iba a representar los aires de cambio que tanto se pedía en la sociedad, harta de tener que soportar gobiernos que asumían con un discurso y cuando estaban en el poder hacían todo lo contrario a lo prometido.
Hábil como pocos en esto de entender los tiempos políticos, el santacruceño se apropió del discurso progresista del cambio y de la renovación política, y lo supo hacer valer para ganar innumerable cantidad de aliados que sirvieran para sacarlo de aquel magro 22 por ciento de los votos conseguidos en la primera vuelta del año 2003.
A más de ocho años de la asunción del kirchnerismo en lo más alto del poder, la realidad muestra que el discurso de renovación quedó en eso, en el discurso, viéndose en las listas del Frente para la Victoria las mismas caras que se ven desde el regreso de la democracia, dejando el cambio para otro momento.
La principal contradicción que muestra el kirchnerismo entre lo dicho y lo hecho, es el apoyo que da el kirchnerismo a Carlos Menem en la provincia de La Rioja, mostrando hasta qué punto el oficialismo practica su alto grado de pragmatismo para captar votos de todos los sectores de la política nacional, con tal de alcanzar su gran obsesión, como lo es la reelección de Cristina.
De tocar madera en el momento en que asumía como senador nacional en 2005 o denominarlo públicamente como el “innombrable”, el kirchnerismo ha pasado a hacer una alianza estratégica con el hombre que hasta hace un tiempo atrás acusaban de los grandes males de la Argentina moderna, sin que a ninguno de los hombres que hoy reivindican esto, se les note ningún cambio en el rostro.
Fue el propio riojano, quien dando quórum o ausentándose de votaciones claves en la Cámara Alta, ayudó al kirchnerismo en los últimos dos años para aprobar o dejar de lado proyectos que molestaban o beneficiaban al oficialismo, dejando en claro que como dice el viejo dicho de la política nacional “si querés estar en el poder, de vez en cuando te tenés que comer algún sapo”.
Resulta por demás llamativo que la intelectualidad K, tan adicta a las críticas a los años ’90 y a Carlos Menem, que le endilgan el haber propiciado la “destrucción” de la Argentina, no haya salido en las últimas horas a renegar de este acuerdo político. Pareciera que Carta Abierta o los panelistas de “6,7,8” no se han enterado de que la boleta del Frente para la Victoria lleva en la provincia de La Rioja los nombres de Cristina Fernández a presidente y de Carlos Menem a senador nacional, una de las tantas paradojas que da la política nacional.
Este espacio de intelectuales afines al gobierno, ha sido justamente el que en el último tiempo le ha dado al kirchnerismo el sustento desde lo discursivo. Este grupo de referentes del pensamiento de izquierda y centroizquierda nacional, entre los que figuran Ricardo Forster, Horacio González, Horacio Vertbisky, David Viñas, Norberto Galasso, Noé Jitrik, Eduardo Grüner, José Pablo Feinmann, Nicolás Casullo, Jaime Sorín, Orlando Barone, entre otros, que han hecho de la defensa del kirchnerismo su principal caballito de batalla en los últimos tiempos, defendiendo en muchas ocasiones hasta lo indefendible.
Por la trayectoria de muchos de ellos, resulta casi inaudito no escuchar ni una crítica a la alianza del gobierno con Carlos Menem, ya que el riojano representa todo lo contrario a lo que ellos pregonan, pero es tanto su apego al “modelo” kirchnerista, que se quedan callados antes estos aconteceres políticos, lo que no hace más que dañar la credibilidad que alguna vez supieron tener ante la sociedad.
Tampoco ha dicho nada la intelectualidad oficial sobre otros nombres que acompañan al gobierno nacional y que son los máximos defensores de la política oficial. No se les ha escuchado declaraciones sobre la minería a cielo abierto que fomentó el kirchnerismo o sus aliados políticos, como José Luis Gioja, así como tampoco de personajes como Gildo Insfrán, Amado Boudou, Hugo Curto, Aníbal Fernández, Juan José Mussi, Ramón Saadi, Hugo Moyano, Luis Beder Herrera, Alberto Descalzo, Julián Domínguez, entre otros, que de nueva política tienen poco.
En vez de interpretar el pedido de la población para el cambio de los métodos políticos, estas elecciones dejan en evidencia lo peor de la vieja política, de los arreglos entre dirigentes, de la denominada “rosca política”, con cargos que benefician a unos pocos y que perjudican a la sociedad en su conjunto.
Todos estos hechos marcan una decadencia profunda de la Argentina, donde las escuelas continúan sin calefacción en invierno y refrigeración en verano, los hospitales siguen sin insumos básicos para la atención de la población, los caminos dejan mucho que desear, las tarifas de los servicios aumentan indiscriminadamente sin que el Estado intervenga para dar una solución definitiva a este problema, y tantas otras cosas que muestran que el país en vez de mejorar y crecer mirando al futuro, lo único que hace es hundirse más y más en una situación de la cual será muy difícil salir.
La dirigentes argentinos deben reconsiderar seriamente su forma de manejarse ante los determinados hechos de la realidad, porque si siguen actuando de la misma manera que hasta el momento, sólo seguirán ganándose el repudio de la población y la Argentina mirará el futuro lleno de incertidumbre y con un pesimismo muy grande, y la decadencia seguirá sumergiendo a nuestro país en lo más profundo de las tinieblas.
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