Desde la muerte de Néstor Kirchner quedó un lugar vacio en el kirchnerismo. Cristina Fernández pasó a ocupar el lugar número 1, ¿ en el tercer gobierno K, Amado Boudou será el “2”?. El politólogo Julio Burdman analiza el futuro del actual ministro de Economía
Tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, se produce una vacancia en el organigrama político del gobierno. El kirchnerismo, hasta entonces, contaba con dos figuras dominantes: la Presidenta y el ex Presidente. Ambos con estilos y hasta roles diferentes, ya que Néstor era el jefe político y operador principal del oficialismo, y Cristina era la protagonista en ejercicio del liderazgo institucional y el poder electoral. Su ausencia, por tanto, generó un interrogante y una expectativa: se presumía que otro dirigente del oficialismo iba a sobresalir por encima del resto y ocupar una nueva función de "número 2" del gobierno.
Boudou, de todos los miembros del gabinete, es quien más ha crecido en los últimos tiempos. Fue nominado como candidato a Vicepresidente, la Presidenta le atribuyó la autoría intelectual de algunas de las decisiones más importantes del gobierno -es, probablemente, el único que recibió ese reconocimiento- y gradualmente, a partir de alianzas y la creación de un espacio propio, comienza a hacer sentir su influencia en la interna del oficialismo, que eventualmente se traducirá en apadrinamiento de funcionarios y candidatos.
También, Boudou viene desde hace un tiempo cultivando una imagen propia, simbolizada en su guitarra y sus mini-recitales, que llega a los jóvenes y a nuevos votantes del kirchnerismo.
¿Nace el amadismo? La pregunta, difícil de responder aún, sobre el aporte de Boudou al éxito electoral del kirchnerismo comienza a plantearse. Una característica que dificulta el cálculo es el hecho de que Boudou nunca fue candidato ni cuenta, por tanto, con un cursus honorum electoral propio. Desde esa situación acompaña a una mandataria que, contrariamente, se sostiene sobre una considerable cantidad de éxitos electorales acumulados. Por el momento, su incidencia se verá en la designación del ministro de Economía del tercer gobierno K, así como de otros funcionarios en áreas de Producción, Planificación y el Banco Central.
De esta forma, la legitimidad de Boudou no proviene de la autonomía que podría conferirle un poder electoral sino, precisamente, de su lealtad al gobierno. En todos sus discursos e intervenciones públicas, Boudou comienza a hablar con citas a la Presidenta. No se autoatribuye, como otros economistas devenidos en políticos, éxitos personales; él se planta como un implementador de las decisiones que toma Cristina Kirchner. Tampoco cuenta Boudou con alianzas fuertes en el justicialismo territorial.
El amadismo, en definitiva, dependerá de su éxito y eficacia en la gestión por comenzar y del rol que sepa construir desde una función tan llena de potencialidad como de polémica, como es la vicepresidencia de la Nación.
Boudou, de todos los miembros del gabinete, es quien más ha crecido en los últimos tiempos. Fue nominado como candidato a Vicepresidente, la Presidenta le atribuyó la autoría intelectual de algunas de las decisiones más importantes del gobierno -es, probablemente, el único que recibió ese reconocimiento- y gradualmente, a partir de alianzas y la creación de un espacio propio, comienza a hacer sentir su influencia en la interna del oficialismo, que eventualmente se traducirá en apadrinamiento de funcionarios y candidatos.
También, Boudou viene desde hace un tiempo cultivando una imagen propia, simbolizada en su guitarra y sus mini-recitales, que llega a los jóvenes y a nuevos votantes del kirchnerismo.
¿Nace el amadismo? La pregunta, difícil de responder aún, sobre el aporte de Boudou al éxito electoral del kirchnerismo comienza a plantearse. Una característica que dificulta el cálculo es el hecho de que Boudou nunca fue candidato ni cuenta, por tanto, con un cursus honorum electoral propio. Desde esa situación acompaña a una mandataria que, contrariamente, se sostiene sobre una considerable cantidad de éxitos electorales acumulados. Por el momento, su incidencia se verá en la designación del ministro de Economía del tercer gobierno K, así como de otros funcionarios en áreas de Producción, Planificación y el Banco Central.
De esta forma, la legitimidad de Boudou no proviene de la autonomía que podría conferirle un poder electoral sino, precisamente, de su lealtad al gobierno. En todos sus discursos e intervenciones públicas, Boudou comienza a hablar con citas a la Presidenta. No se autoatribuye, como otros economistas devenidos en políticos, éxitos personales; él se planta como un implementador de las decisiones que toma Cristina Kirchner. Tampoco cuenta Boudou con alianzas fuertes en el justicialismo territorial.
El amadismo, en definitiva, dependerá de su éxito y eficacia en la gestión por comenzar y del rol que sepa construir desde una función tan llena de potencialidad como de polémica, como es la vicepresidencia de la Nación.
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