Por
Demián Verduga
Scioli profundizó sus encuentros con dirigentes opositores al Gobierno Nacional. Picadito con Moyano y charla con Lavagna. El debate en su entorno entre rupturistas y conciliadores.
Daniel Scioli profundizó los gestos de diferenciación del kirchnerismo que había comenzado a tener a principios de enero, cuando se mostró en un picadito de fútbol con Mauricio Macri. En los últimos días volvió a juntar deporte con política y jugó otro partido, esta vez con Hugo Moyano. Además, sus operadores hicieron trascender esta semana un encuentro con Roberto Lavagna. Se suma una reunión reservada que tuvo con Luis Barrionuevo, las habituales con Alberto Fernández, y la reconciliación con su hermano José Pepe Scioli, que funciona de puente directo con Francisco De Narváez. El Colorado ya declaró que estaría dispuesto a ser candidato a gobernador bonaerense detrás de Scioli presidente. Todos estos dirigentes tienen algo en común: son abiertamente opositores al Gobierno Nacional.
El objetivo del ex motonauta es mostrarse como el dirigente con más volumen político después de Cristina Fernández, un presidenciable capaz de aglutinar sectores peronistas de (casi) todos los colores.
El origen de este proceso no hay que buscarlo en las reuniones que Scioli tuvo la última semana. Arrancó hace unos tres años, en el 2009, luego de la derrota electoral que tuvo el Frente para la Victoria. Como buena parte de la dirigencia política, empresarial y sindical de la Argentina, Scioli creyó que ese resultado era la muestra de que el ciclo kirchnerista había llegado a su fin. Tomó una enorme distancia de las leyes que se debatieron luego de la derrota electoral, como la ley de medios y la de Matrimonio Igualitario. Una actitud por cierto muy distinta de la que había asumido con la Resolución 125, que, con su estilo, había acompañado.
En el año 2010 creía que había llegado su turno. Se reunió con Néstor Kirchner y le dijo que quería ser candidato a presidente. Kirchner le contestó que compitiera con él en las internas abiertas y Scioli finalmente se quedó en la provincia.
Es importante recordar este período de la historia reciente. Allí están las señales de que lo que ahora emerge con más claridad no se cocinó en pocas semanas.
El objetivo del ex motonauta es mostrarse como el dirigente con más volumen político después de Cristina Fernández, un presidenciable capaz de aglutinar sectores peronistas de (casi) todos los colores.
El origen de este proceso no hay que buscarlo en las reuniones que Scioli tuvo la última semana. Arrancó hace unos tres años, en el 2009, luego de la derrota electoral que tuvo el Frente para la Victoria. Como buena parte de la dirigencia política, empresarial y sindical de la Argentina, Scioli creyó que ese resultado era la muestra de que el ciclo kirchnerista había llegado a su fin. Tomó una enorme distancia de las leyes que se debatieron luego de la derrota electoral, como la ley de medios y la de Matrimonio Igualitario. Una actitud por cierto muy distinta de la que había asumido con la Resolución 125, que, con su estilo, había acompañado.
En el año 2010 creía que había llegado su turno. Se reunió con Néstor Kirchner y le dijo que quería ser candidato a presidente. Kirchner le contestó que compitiera con él en las internas abiertas y Scioli finalmente se quedó en la provincia.
Es importante recordar este período de la historia reciente. Allí están las señales de que lo que ahora emerge con más claridad no se cocinó en pocas semanas.
Halcones y palomas. Scioli hizo nuevamente pública su pretensión de ser candidato a la primera magistratura durante una entrevista radial brindada el sábado 12 mayo de este año. Esta aspiración, legítima en cualquier político, genera un debate dentro del sciolismo. La contienda se da entre los que creen que el camino para el 2015 es tomar distancia del kirchnerismo y los que piensan exactamente lo contrario.
En la línea rupturista están agrupados los dirigentes políticos que vienen de la tropa duhaldista. Uno de ellos es Baldomero CachoÁlvarez, actual senador bonaerense, ex intendente de Avellaneda, ex ministro de Desarrollo Social de Scioli, que se autopostuló vicegobernador en 2010, y que había apoyado la candidatura a senadora de Chiche Duhalde contra la de Cristina Fernández en 2005. También está el dirigente histórico del PJ bonaerense Isidoro Laso. Laso fue diputado provincial durante los 20 años de predominio duhaldista en la provincia de Buenos Aires. Durante ese período llegó a ser vicepresidente de la Cámara baja provincial, cuando la conducía Osvaldo Mercuri, otro miembro de la mesa chica del duhaldismo desde siempre. El año pasado, Scioli había propuesto a Laso para que integrara la lista de diputados nacionales del FpV y el Gobierno Nacional lo vetó. Laso se quedó en La Plata y ahora es subsecretario de Reforma Política del gobierno provincial y asesor del gobernador. Otro miembro de los halcones es el senador Osvaldo Goicoechea, ex intendente de General Lavalle, ex funcionario de Scioli y uno de los principales impulsores de la agrupación sciolista La Juan Domingo.
El sector conciliador piensa que el camino del ex motonauta hacia la presidencia es exactamente el contrario, que debería construir dentro del kirchnerismo y apostar a ser el elegido de Cristina. Esta línea la impulsan dirigentes más jóvenes. El dato de la edad no es un detalle, ya que los halcones son todos mayores de 50, por lejos. Entre laspalomas están, entre otros, el jefe de Gabinete de Scioli, Alberto Pérez, y el ministro de Infraestructura provincial, Alejandro Gaspar Arlía.
Si se miran los gestos políticos que adoptó el gobernador los últimos días, queda claro que el debate político dentro del sciolismo lo vienen ganando los halcones.
En la línea rupturista están agrupados los dirigentes políticos que vienen de la tropa duhaldista. Uno de ellos es Baldomero CachoÁlvarez, actual senador bonaerense, ex intendente de Avellaneda, ex ministro de Desarrollo Social de Scioli, que se autopostuló vicegobernador en 2010, y que había apoyado la candidatura a senadora de Chiche Duhalde contra la de Cristina Fernández en 2005. También está el dirigente histórico del PJ bonaerense Isidoro Laso. Laso fue diputado provincial durante los 20 años de predominio duhaldista en la provincia de Buenos Aires. Durante ese período llegó a ser vicepresidente de la Cámara baja provincial, cuando la conducía Osvaldo Mercuri, otro miembro de la mesa chica del duhaldismo desde siempre. El año pasado, Scioli había propuesto a Laso para que integrara la lista de diputados nacionales del FpV y el Gobierno Nacional lo vetó. Laso se quedó en La Plata y ahora es subsecretario de Reforma Política del gobierno provincial y asesor del gobernador. Otro miembro de los halcones es el senador Osvaldo Goicoechea, ex intendente de General Lavalle, ex funcionario de Scioli y uno de los principales impulsores de la agrupación sciolista La Juan Domingo.
El sector conciliador piensa que el camino del ex motonauta hacia la presidencia es exactamente el contrario, que debería construir dentro del kirchnerismo y apostar a ser el elegido de Cristina. Esta línea la impulsan dirigentes más jóvenes. El dato de la edad no es un detalle, ya que los halcones son todos mayores de 50, por lejos. Entre laspalomas están, entre otros, el jefe de Gabinete de Scioli, Alberto Pérez, y el ministro de Infraestructura provincial, Alejandro Gaspar Arlía.
Si se miran los gestos políticos que adoptó el gobernador los últimos días, queda claro que el debate político dentro del sciolismo lo vienen ganando los halcones.
Alberto y De Narváez. La lista de los dirigentes que, por ahora, comulgan en el sciolismo incluye a dos que buscan el mismo puesto, Sergio Massa y Francisco De Narváez. Ambos pretenden ocupar el sillón de la gobernación en el que hoy se sienta el ex motonauta. También es parte del grupo el ex jefe gabinete Alberto Fernández, que vive un dilema personal, debatiéndose entre su deseo de transformarse en un dirigente ganador de elecciones y su eterno destino de operador.
De Narváez dijo públicamente a principios de febrero que “Scioli es el único que puede derrotar a Cristina”. Cuatro meses después, en mayo, fue más lejos y declaró: “Apoyaría la candidatura de Scioli para el 2015, si él se aleja del Frente para la Victoria”.
La relación del gobernador con el Colorado no es directa. Quien hace de puente es José Pepe Scioli, el hermano del gobernador. Los Scioli tuvieron un enfrentamiento antes de las elecciones del año pasado. Daniel impugnó la candidatura a senador nacional de José, que iba en la lista del partido de De Narváez. El argumento de Daniel fue que José no cumplía con el requisito de dos años de residencia en el distrito. Hubo idas y vueltas en la justicia electoral bonaerense y finalmente José pudo competir, aunque perdió. Pero como dice el refrán, la sangre no se hace agua. Los hermanos se han reencontrado. Después de varios meses, José volvió al edificio de la gobernación esta semana para reunirse con su hermano y otros miembros de su mesa de decisión política. José es quien lleva y trae distintos posibilidades de acercamiento con el Colorado, aunque todas son complejas porque hay varios intendentes peronistas, Massa en especial, que sueñan con el mismo lugar que De Narváez.
El intendente de Tigre también se reúne con Scioli, pero todavía no rompió todas las lanzas con la Casa Rosada, juega a varias puntas.
El caso de Alberto Fernández es diferente. Su proyecto es más aventurero. Él es el autor intelectual del discurso político que quiere utilizar como espada el sciolismo rupturista, la idea de que hubo otro kirchnerismo, el de Néstor, que fue moderado, dialoguista y medido, y que Scioli es en realidad el mejor exponente de aquella época que quedó atrás. Forzar tanto la realidad puede que no dé resultado, aunque nunca se sabe.
El ex jefe de gabinete además quiere ser candidato a senador por Capital con el respaldo del sciolismo. En principio aspira a competir desde allí en las internas abiertas del 2013, aunque no descarta presentarse por fuera, si Scioli lo respalda. Esta expectativa contiene el sueño de dejar atrás su histórico rol de operador y transformarse en un ganador de elecciones, un viraje muy poco común en la política argentina. Habrá que mirar alguna encuesta para ver si Alberto Fernández es la excepción a la regla.
De Narváez dijo públicamente a principios de febrero que “Scioli es el único que puede derrotar a Cristina”. Cuatro meses después, en mayo, fue más lejos y declaró: “Apoyaría la candidatura de Scioli para el 2015, si él se aleja del Frente para la Victoria”.
La relación del gobernador con el Colorado no es directa. Quien hace de puente es José Pepe Scioli, el hermano del gobernador. Los Scioli tuvieron un enfrentamiento antes de las elecciones del año pasado. Daniel impugnó la candidatura a senador nacional de José, que iba en la lista del partido de De Narváez. El argumento de Daniel fue que José no cumplía con el requisito de dos años de residencia en el distrito. Hubo idas y vueltas en la justicia electoral bonaerense y finalmente José pudo competir, aunque perdió. Pero como dice el refrán, la sangre no se hace agua. Los hermanos se han reencontrado. Después de varios meses, José volvió al edificio de la gobernación esta semana para reunirse con su hermano y otros miembros de su mesa de decisión política. José es quien lleva y trae distintos posibilidades de acercamiento con el Colorado, aunque todas son complejas porque hay varios intendentes peronistas, Massa en especial, que sueñan con el mismo lugar que De Narváez.
El intendente de Tigre también se reúne con Scioli, pero todavía no rompió todas las lanzas con la Casa Rosada, juega a varias puntas.
El caso de Alberto Fernández es diferente. Su proyecto es más aventurero. Él es el autor intelectual del discurso político que quiere utilizar como espada el sciolismo rupturista, la idea de que hubo otro kirchnerismo, el de Néstor, que fue moderado, dialoguista y medido, y que Scioli es en realidad el mejor exponente de aquella época que quedó atrás. Forzar tanto la realidad puede que no dé resultado, aunque nunca se sabe.
El ex jefe de gabinete además quiere ser candidato a senador por Capital con el respaldo del sciolismo. En principio aspira a competir desde allí en las internas abiertas del 2013, aunque no descarta presentarse por fuera, si Scioli lo respalda. Esta expectativa contiene el sueño de dejar atrás su histórico rol de operador y transformarse en un ganador de elecciones, un viraje muy poco común en la política argentina. Habrá que mirar alguna encuesta para ver si Alberto Fernández es la excepción a la regla.
Golpes de efecto. Otro rasgo de la construcción política del ex motonauta es su esencia mediática. Scioli no tiene tradición de armado territorial. La agrupación que lanzaron desde su entorno, La Juan Domingo, que nació a principios de mayo, buscó tapar ese bache. Pero alcanza con ver la foto de aquel acto inaugural en Los Toldos, donde había sobre todo funcionarios bonaerenses y un puñado de intendentes de localidades chicas, para confirmar que el gobernador sigue teniendo esta falencia estructural. Esto implica que su instalación política seguirá basada en muchas comunicación, gestos, picaditos de fútbol, asados y demás yerbas, que tendrán, como esta semana, su eco en los medios del establishment, que no tratan a Scioli tan bien como a Mauricio Macri, pero lo cuidan.
La posición de los intendentes frente a esta construcción es clave. Los que conducen los distritos más importantes, como Fernando Espinoza, de La Matanza, tienen relación directa con la Casa Rosada. Además hay varios que están muy identificados con el kirchnerismo, como Darío Díaz Pérez, de Lanús, y Francisco Barba Gutiérrez, de Quilmes. Sin embargo, no hay que engañarse, la mayoría de los jefes comunales peronistas –no todos–, terminará alineándose detrás de quien parezca ganador.
Más allá de las especulaciones sobre el camino que seguirá Scioli para ser candidato presidencial en 2015, hay un gran interrogante: ¿qué piensa de las decisiones de los últimos años, como la ley de medios y la estatización de YPF? ¿Para qué quiere ser presidente? El propio gobernador, por estilo y estrategia, esquiva definiciones contundentes. Por eso, además de los duhaldistas y sindicalistas despechados, hay corporaciones que lo ven como su esperanza política, ya que las ideas de Scioli aún son un misterio.
La posición de los intendentes frente a esta construcción es clave. Los que conducen los distritos más importantes, como Fernando Espinoza, de La Matanza, tienen relación directa con la Casa Rosada. Además hay varios que están muy identificados con el kirchnerismo, como Darío Díaz Pérez, de Lanús, y Francisco Barba Gutiérrez, de Quilmes. Sin embargo, no hay que engañarse, la mayoría de los jefes comunales peronistas –no todos–, terminará alineándose detrás de quien parezca ganador.
Más allá de las especulaciones sobre el camino que seguirá Scioli para ser candidato presidencial en 2015, hay un gran interrogante: ¿qué piensa de las decisiones de los últimos años, como la ley de medios y la estatización de YPF? ¿Para qué quiere ser presidente? El propio gobernador, por estilo y estrategia, esquiva definiciones contundentes. Por eso, además de los duhaldistas y sindicalistas despechados, hay corporaciones que lo ven como su esperanza política, ya que las ideas de Scioli aún son un misterio.
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