El último mes, para el Gobernador fue turbulento, y de consecuencias aún no vistas. Todo el arco kirchnerista pareció emprender una cruzada en contra de sus aspiraciones presidenciales
El último mes, para el Gobernador fue turbulento, y de consecuencias aún no vistas. Todo el arco kirchnerista pareció emprender una cruzada en contra de sus aspiraciones presidenciales.
Los ataques fueron virulentos, pero previsibles; nada grave en el marco institucional pero que marcaron una cancha imaginaria para los próximos meses. Scioli asimiló el golpe y vio con estupor que no tenía las defensas necesarias para salir a campear la situación, y una vez más tuvo que poner en juego su carisma personal para dar vuelta la taba.
Pero de algo se percató el Gobernador, de que los hombres que encabezaban sus ministerios no estaban en condiciones de afrontar los tiempos venideros, como lo reconocía un hombre de su cercanía: “En diciembre se armó un gabinete para tiempos de paz, nadie pensó que nos iban a atacar de esta manera; hoy tenemos que armar un gabinete para la guerra…”.
La situación mutó en pocos meses y el mandatario bonaerense reaccionó rápidamente. Primero comenzó con un ajuste administrativo para afrontar la crisis económica; quiere depender lo menos posible del Gobierno nacional. El ajuste implica cambios drásticos en varios ministerios. Concentró la decisión política en su jefe de Gabinete y él se encarga personalmente del seguimiento de las cuentas fiscales.
Para lograr la meta debe cambiar la composición de su gabinete, comenzando por la DGCyE, donde Silvina Gvirtz se reconocía kirchnerista y ahijada política de Diego Bossio, titular de la Anses. No reconocía en Scioli a su mentor político.
El próximo paso es solucionar el tema de seguridad. La decisión de desdoblar el ministerio está tomada, quieren volver a la vieja estructura. Por un lado, Seguridad, que sumaría al Servicio Penitenciario, y por el otro, Justicia, donde -según dicen- ya tienen nombre, Iván Budassi, hombre de consulta permanente del Gobernador en cuestiones jurídicas.
El tema candente a resolver es Seguridad, donde el mando lo tiene el ministro Ricardo Casal, un hombre surgido del riñón administrativo de la Provincia, que estuvo durante mucho tiempo esperando poder ocupar el sillón del Fiscal de Estado, hoy vacante, pero que, por su desgaste en imagen, le sería casi imposible alcanzar.
Para reemplazar a Casal se menciona a Sergio Berni, viceministro de Seguridad nacional. El tema a resolver es si desde el gobierno central van a aceptar que un hombre de su riñón ocupe el sillón más conflictivo de la Provincia.
De ser así, se terminarían los ataques directos al gobierno de Scioli, por lo menos en el área Seguridad, ya que a partir de ese momento -como dicen los sciolistas puros- “los problemas de seguridad serían de Berni, Garré y Cristina…”.
En caso de no prosperar el nombramiento de Berni, llegaría un hombre de Alberto Pérez, Guido Lorenzino, quien en los hechos tiene amplia injerencia en los temas de seguridad.
El punto a solucionar es la suerte de Casal: si lo ponen en Justicia, como premio consuelo, o también se vería frustrada su continuidad, por el resultado de la Comisión del Caso Candela. Muchos esperan con ansiedad y nerviosismo el dictamen. Sobre todo quieren saber si en la comisión están incorporadas las escuchas de un organismo internacional que venían realizando sobre el tráfico internacional de drogas
y, por casualidad, tomaron una escucha en la que queda a las claras la supuesta participación policial en el hecho; esto no ha podido probarse hasta la fecha.
Lo que en diciembre era un gabinete de paz hoy se transformó en un gabinete para la guerra, y el Gobernador se está rodeando de colaboradores estrechos, que no sucumben ante el primer ataque del Gobierno nacional. En los próximos días se verán nuevas medidas tendientes al ajuste fiscal necesario para sobrevivir al vendaval, se vendrán más cambios en las segundas líneas. Scioli quiere rodearse de hombres propios. Quiere llegar a la contienda de 2013 en una posición de mayor poder que el actual, para negociar las listas o ir por fuera con su propio partido.
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