La escasez de divisas monopoliza hoy la atención del Gobierno. La Presidenta es muy consciente de la gravedad del problema. Le preocupa el 2014, porque la soja podría caer a U$S 400, debilitando aún más las reservas que ese año se ubicarían por debajo de los 30 mil millones. Amado Boudou le acercó un plan alternativo pero choca con Guillermo Moreno. Las dudas de Cristina.
A días de las primarias, no son las elecciones lo que tiene en vilo al gobierno, sino la falta de dólares que atraviesa el país. Cristina puso a la escasez de divisas al tope de sus preocupaciones, relegando incluso a la inflación, que en el último mes volvió a dispararse.
La Presidenta se estuvo reuniendo con interlocutores de primer nivel con los que habló abiertamente de este problema. Una fuente le confió a LPO que en esos diálogos Cristina apareció muy consciente del problema. Escucha, consulta y no se deja engañar: Tiene muy en claro que los dólares son una cuestión fundamental para la economía y el riesgo que entraña esta situación para su Gobierno.
Cristina sabe que podrá atravesar lo que queda del año forzando los mecanimos que ideó Guillermo Moreno –cepo cambiario y comercial- pero el problema es lo que vendrá en el 2014.
Según los analistas, el precio de la soja podría desplomarse a una franja que va de los U$SS450 a los U$S400 –o incluso menos- la tonelada, en un contexto en donde el Banco Central seguiría perdiendo reservas y se estima que a fines del año que viene podría caer por debajo de los U$S30 mil millones, si se paga el cupón de PBI.
Este dato se volvió crítico para el Gobierno, al punto que consumió ingentes esfuerzos artesanales las última semanas para evitar que las reservas no perforaran el piso de U$S37 mil millones.
La probable caída del precio de la soja –el famoso viento de cola- es multicausal: cuestiones climáticas que vaticina mejor cosecha en el resto del mundo, menor demanda de China cuyo producto pasó de crecer 8 a 7 por ciento, y eventual suba de tasas de la Reserva Federal que tira hacia abajo precio de los commodities.
Más drástica, la consultora Elypsis estimó que en el mediano plazo el precio de la soja caerá a U$S370. En términos fiscales un 2% del total recaudado.
El problema es que esas restricciones se combinan con otro límite: El cepo a las importaciones que impuso Guillermo Moreno también es un modelo en vía de extinción. El país acumula demandas en la OMC practicamente de todas las potencias económicas del planeta, conflicto que en el caso de Brasil ya se transformó en un serio entredicho político que llega a nivel presidencial.
Es decir que el método actual para cuidar los pocos dólares que ingresan, es un camino muy incierto para imaginarlo proyectado durante todo el año que viene. Así que tenemos en la mesa de arena: Menos reservas, menos dólares que ingresan por caída del precio de la soja y un cansancio en el material de los atajos ideados por Moreno para frenar el drenaje de divisas.
El giro
Son estas limitaciones las que trajeron de regreso a la mesa del poder un curso de acción que se insinuó a principios del segundo mandato de Cristina y luego se descartó: Un acercamiento a los mercados. Como entonces, el abanderado de esa posición es el vicepresidente Amado Boudou.
La hoja de ruta es sencilla, normalizar las relaciones con el Club de Paris, llegar a un entendimiento con los holdouts y solucionar los principales conflictos arbitrales que se eternizan en el CIADI.
Con esos deberes cumplidos, volver a los mercados internacionales a tomar deuda a tasas razonables y con esos fondos recomponer reservas e iniciar una normalización del mercado cambiario que afloje la creciente presión que la falta de divisas está ejerciendo sobre el cuello de la economía.
Argumentan los que empujan este giro ortodoxo, que podría recuperarse la confianza en el país y atraer inversiones que permitan aumentar la oferta de bienes y servicios y acaso contribuir también a paliar la inflación.
Este curso de acción se choca de frente con la cerrada oposición de Guillermo Moreno y su más flamante pupilo: el viceministro Axel Kicillof, que terminó subordinándose al secretario de Comercio.
El giro ortodoxo se insinuó con el acuerdo con Chevron, que le regala a la petrolera estadounidense retenciones cero y le permite girar utilidades a su antojo.
Y más claro, en el último discurso de Cristina ante la ONU cuando sorprendió al elogiar la globalización. “Somos un mundo global. Debo confesarles que en un primer momento veía esa globalidad como una amenaza, pero hoy lo veo como una inmensa virtud”, afirmó una Cristina desconocida.
La duda
El problema es que Cristina no tiene claro si al final del giro que le proponen encontrará los dólares que necesita la economía argentina. O por el contrario habrá consumido ingentes porciones de capital político –renunciaría por ejemplo a la bandera del desendeudamiento- para encontrarse con que el problema sigue allí.
Es verdad que hay argumentos de peso para alimentar la precaución presidencial. Algunos analistas sostienen que el recuerdo cercano del default del 2001 –el más grande de la historia global-, más la manipulación de los índices del Indec, vuelven poco probable que Argentina, aún solucionando sus conflictos con el mercado, logre tasas razonables.
Cristina vuelve así a ubicarse en la misma disyuntiva de dos años atrás, cuando amagó con hacer un ajuste. Sólo que ahora las condiciones son más adversas. La economía ya no crece a tasas chinas, el superávit de cuenta corriente se desvaneció, las reservas cayeron 15 mil millones de dólares, se implementó el cepo al dólar y la brecha cambiaria se fue al 60%.
La duda que consume a Cristina remite a la paradoja del gato de Schrödinger, el físico cuántico que graficó la incertidumbre esencial de la realidad con un ejemplo sencillo: Un gato encerrado en una caja que contiene una botella de gas venenoso atada a una partícula radiocativa con un 50% de posibilidades de desintegrarse y liberar el gas, matando el gato. Hasta que no se abra la caja no se sabra si el gato esta vivo o muerto. Pero al abrir la caja se influye en el desenlace, sólo que con un resultado impredecible.
Es ese principio de incertidumbre el que paraliza a la Presidenta y congela el debate crucial que enfrenta el Gobierno ¿El gato está muerto o vivo? Posiblemente ambas cosas y eso es acaso lo más fascinante de la política.
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