La presidenta quiere ascender al virtual jefe de la fuerza, denunciado por delitos de lesa humanidad, aun cuando el jefe de su bloque haya hecho saber que no tiene apoyo suficiente. Zannini será el encargado de gestionar el apoyo. La sólida alianza que no puede romperse.
“El pliego de César Milani no va a pasar. Si Cristina insiste, que lo nombre ministro de Defensa”, se lo escuchó decir a Miguel Pichetto en los pasillos del Senado hace un mes, cuando buscaba garantizar el quórum para la sesión de esta semana.
Su comentario llegó a la Casa Rosada, pero lejos estuvo de inquietar a Cristina Kirchner, que envió la orden de retomar el pliego de Miliani a teniente general, congelado en julio por las denuncias sobre delitos de lesa humanidad.
Aquella vez, la presidenta decidió evitar el duro debate que se avecinaba cuando el Cels de Horacio Verbitsky pidió considerar la denuncia sobre la participación de Milani en un allanamiento que derivó en la detención de Ramón Alberto Olivera en La Rioja, durante la última dictadura militar.
La presentación del Cels fue acompañada por otra similar de la procuradora Alejandra Gils Carbó. Como Verbitsky, Gils Carbó tiene una estrecha relación con Carlos Zannini, quien frecuenta a Pichetto.
El secretario Legal y Técnico recibió la orden de Cristina para ignorar estas presentaciones y buscar los votos que le den el ascenso a Milani.
Anoche entraron al Sendo otros 240 ascensos militares, un clásico de todos los finales de año, porque se trata de efectivos que en muchos casos deben mudarse para ejercer sus tareas.
Por los plazos que corren, se estima que la negociación será con el nuevo recinto, donde al kirchnerismo a priori sólo le sobran dos votos para tener la mayoría. Pero Pichetto no quiere garantizar que ese número comenzará a funcionar justo con Milani.
En julio el rionegrino había apelado a sus ya clásicas movidas mediáticas para explicarle a Cristina que no lo obligaría a pelear por sus caprichos.
La jugada consiste en que varios de sus habituales aliados expresen públicamente su oposición al tema y dejen claro que él no podrá conseguir los votos.
Una carta habitual para estas jugadas es la santafesina Roxana Latorre: el año pasado salió a rechazar la designación de Daniel Reposo como procurador, cuando la oposición no garantizaba los dos tercios.
El pliego de Milani lo repudiaron públicamente los fueguinos Osvaldo López y María Rosa Díaz y el neuquino Horacio Lores.
Sin el cargo de teniente general, Milani es presentado en la página oficial del Ejército como jefe del Estado Mayor General y con ese rol participó de actos oficiales, siempre al lado del ministro de Justicia, Agustín Rossi.
Para no frenar los ascensos del resto de los militares, el Senado debe confirmarlo como teniente general. A esta altura, es una cuestión de forma, aunque no menor hacia adentro de la fuerza.
A cargo de la dirección de Inteligencia, Milani forjó una buena relación con Cristina Kirchner y eso le valió llegar al segundo lugar del ejército detrás de Alberto Pozzi, a quien echó en junio para pedir su ascenso.
El denunciado por delitos de lesa humanidad supo ganarse en 2010 el apoyo de todo el bloque oficialista con una recorrida por sus instalaciones de trabajo, donde se destacaba un exhaustivo monitoreo sobre las costas de las islas Malvinas.
Era lo que podía mostrar: la ley de inteligencia obliga al jefe de esa área del ejército a limitar su tarea al exterior del país.
Pero la insistencia de Cristina en darle poder alimenta sospechas sobre que sus tareas limitan tanto como debe.
Su comentario llegó a la Casa Rosada, pero lejos estuvo de inquietar a Cristina Kirchner, que envió la orden de retomar el pliego de Miliani a teniente general, congelado en julio por las denuncias sobre delitos de lesa humanidad.
Aquella vez, la presidenta decidió evitar el duro debate que se avecinaba cuando el Cels de Horacio Verbitsky pidió considerar la denuncia sobre la participación de Milani en un allanamiento que derivó en la detención de Ramón Alberto Olivera en La Rioja, durante la última dictadura militar.
La presentación del Cels fue acompañada por otra similar de la procuradora Alejandra Gils Carbó. Como Verbitsky, Gils Carbó tiene una estrecha relación con Carlos Zannini, quien frecuenta a Pichetto.
El secretario Legal y Técnico recibió la orden de Cristina para ignorar estas presentaciones y buscar los votos que le den el ascenso a Milani.
Anoche entraron al Sendo otros 240 ascensos militares, un clásico de todos los finales de año, porque se trata de efectivos que en muchos casos deben mudarse para ejercer sus tareas.
Por los plazos que corren, se estima que la negociación será con el nuevo recinto, donde al kirchnerismo a priori sólo le sobran dos votos para tener la mayoría. Pero Pichetto no quiere garantizar que ese número comenzará a funcionar justo con Milani.
En julio el rionegrino había apelado a sus ya clásicas movidas mediáticas para explicarle a Cristina que no lo obligaría a pelear por sus caprichos.
La jugada consiste en que varios de sus habituales aliados expresen públicamente su oposición al tema y dejen claro que él no podrá conseguir los votos.
Una carta habitual para estas jugadas es la santafesina Roxana Latorre: el año pasado salió a rechazar la designación de Daniel Reposo como procurador, cuando la oposición no garantizaba los dos tercios.
El pliego de Milani lo repudiaron públicamente los fueguinos Osvaldo López y María Rosa Díaz y el neuquino Horacio Lores.
Sin el cargo de teniente general, Milani es presentado en la página oficial del Ejército como jefe del Estado Mayor General y con ese rol participó de actos oficiales, siempre al lado del ministro de Justicia, Agustín Rossi.
Para no frenar los ascensos del resto de los militares, el Senado debe confirmarlo como teniente general. A esta altura, es una cuestión de forma, aunque no menor hacia adentro de la fuerza.
A cargo de la dirección de Inteligencia, Milani forjó una buena relación con Cristina Kirchner y eso le valió llegar al segundo lugar del ejército detrás de Alberto Pozzi, a quien echó en junio para pedir su ascenso.
El denunciado por delitos de lesa humanidad supo ganarse en 2010 el apoyo de todo el bloque oficialista con una recorrida por sus instalaciones de trabajo, donde se destacaba un exhaustivo monitoreo sobre las costas de las islas Malvinas.
Era lo que podía mostrar: la ley de inteligencia obliga al jefe de esa área del ejército a limitar su tarea al exterior del país.
Pero la insistencia de Cristina en darle poder alimenta sospechas sobre que sus tareas limitan tanto como debe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario