El calendario entra en etapa de definiciones y Cambiemos deberá configurar su futuro en los próximos días. Descreyendo de las encuestas sobre las que construyó su carrera política, y que hoy le pronostican una probable derrota, Mauricio Macri sigue convencido de que es el único candidato del oficialismo con chances de triunfar en las próximas elecciones y de que si diera un paso al costado arrastraría, en su fracaso, a todo lo que armó durante los últimos doce años. Diecinueve días faltan para el cierre de listas y el Presidente está decidido a aguantar los embates de la economía, sus aliados y el círculo rojo para confirmar que buscará la reelección.
Sin Cristina Fernández de Kirchner como némesis, para Macri es un desafío mantener la centralidad. La última semana se embarcó en la cruzada de buscar un compañero de fórmula que lo ayude a repuntar en las encuestas, que desde hace meses registran un sangrado lento, pero constante. Hubo tres propuestas que recibieron sucesivos rechazos: ni el ex ministro de Economía Martín Lousteau; ni el dirigente radical Ernesto Sanz; ni el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, aceptaron el convite presidencial. Las negativas son síntoma del desgaste que sufrió el mandatario y de las desconfianza que existe respecto a sus chances electorales.
Sin Cristina Fernández de Kirchner como némesis, para Macri es un desafío mantener la centralidad. La última semana se embarcó en la cruzada de buscar un compañero de fórmula que lo ayude a repuntar en las encuestas, que desde hace meses registran un sangrado lento, pero constante. Hubo tres propuestas que recibieron sucesivos rechazos: ni el ex ministro de Economía Martín Lousteau; ni el dirigente radical Ernesto Sanz; ni el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, aceptaron el convite presidencial. Las negativas son síntoma del desgaste que sufrió el mandatario y de las desconfianza que existe respecto a sus chances electorales.
La presión radical para “ampliar la coalición”, como se decidió en la Convención del lunes pasado, es apenas una forma elegante de pedir que otro nombre encabece la oferta. En la cúpula radical imaginan todavía la posibilidad de una gran primaria entre Roberto Lavagna, María Eugenia Vidal y Urtubey. En su defecto, si Macri persiste en la carrera hacia la reelección, exigirán disponer ellos del segundo lugar de la boleta, pero no aceptarán que el nombre lo elijan en la Casa Rosada. Consideran que le corresponde al partido decidir quién los representará en la fórmula. El titular de la UCR, Alfredo Cornejo, no tiene todos los boletos para la rifa, pero sí buena parte del talonario.
Hoy, el principal salvavidas del Presidente es Vidal. A pesar de todos los pedidos que recibió para hacerse cargo del hierro caliente, la gobernadora se mantuvo firme en su postura: sólo aceptará asumir la candidatura presidencial si se lo pide el propio Macri. En La Plata ya trabajan full time para posicionarla frente a la candidatura de Axel Kicillof, al que intentarán convertir en una especie de Aníbal Fernández bis. “Ella o La Cámpora” es el mensaje que comenzará a pintarse en paredones del Conurbano en estas horas. El plan es desnacionalizar la elección bonaerense: el objetivo ya no es aportar votos a Macri sino esperar que el Presidente no le reste demasiados votos a ella.
La misma dinámica va a repetirse en los municipios que gobierna, y pretende conservar, Cambiemos. Como ya sucedió en las provincias donde hubo elecciones, los candidatos oficialistas vienen abandonando con premura el color amarillo y evitan las fotos con dirigentes nacionales en la campaña. En algunos distritos los estrategas cambiemitas piensan, incluso, repartir tijeras para promover el corte de boleta. Un recurso que patentó, hace dos décadas, en plena crisis de representación, el entonces intendente de Morón, Martín Sabatella. Ironías de la política argentina
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