Ambrosio Díaz nació en General Conesa, pero hizo su vida entre el Par
tido de La Costa y Dolores, donde vive actualmente. Un recorrido de
trabajo, esfuerzo y memorias.
Solo 113 kilómetros separan Dolores de San Clemente del Tuyú, en el
Partido de La Costa. Dos ciudades distintas, la primera: una foto
perfecta que resume la llanura pampeana. La segunda: un pueblo con
mar, como dice Joaquín Sabina.
Ambas están tejidas de historias, a veces paralelas, a veces perpendi
culares, unidas, como la de la vida de Ambrosio Leonel Díaz, el vecino
de 93 años que fue pionero en La Costa y armó una vida también en el
Primer Pueblo Patrio.
En diálogo con Fabián Silva, un costero en busca de historias que entre
vista y recopila semblanzas de personajes de la región, Díaz recordó su
infancia, juventud y compartió su presente.
“Viví en San Clemente cuando era una familia grande”, dijo entre risas.
Díaz fue un afortunado, la vida lo sorprendió, como el mismo contó.
“Casi sin querer pase de peón rural a heredero de una estancia”, explicó.
Su mamá era María Antonia Díaz y su papá fue su empleador. “Yo tra
bajé y me crié en la estancia de don Juan Martínez Pando ubicada exac
tamente frente al acceso a la localidad de General Conesa. Así fue que,
sin querer, vine a heredar un pedazo de campo (…) Estuve trabajando
con quien sin saberlo era mi padre. En esa época había tantos silencios
como ese”, recordó. Fue cuando murió Martínez Pando que María
Luisa, su hermana, le dio la noticia de que era hijo y heredero.
La historia de Ambrosio Leonel comenzó en 1927, en General Conesa.
En 1942 se mudó a San Clemente y allí vivió 9 años, pero no fue una
época cualquiera. Fue el momento en el que esa ciudad crecía con
fuerza: “Si me nombrás gente vieja de San Clemente, los conocí a todos”
, le mencionó con risas a Silva.
Cuando Díaz llegó a San Clemente, lo hizo para trabajar en la casa de
los Baigorria, una familia amiga que lo cobijó hasta 1950, cuando vol
vió a General Conesa. Con ellos acarreaba arena con un carro tirado
por un caballo. “Con que me dieran de comer, no precisaba más”,
dijo, sin embargo, le fue muy bien y recordó que antes de volver a su
ciudad natal había cobrado “un platal”, precisamente 45 pesos, en un
solo pago. Recibió ese dinero después de arar un potrero en el campo
“El Cuis Blanco”, de Baleix, trabajo que le llevó tres meses.
Ambrosio siempre trabajó. Desde su infancia. De niño lo hacía “de pres
tado”, como el mismo definió, para familiares que actualmente viven en
Santa Teresita. Su función era mover caballos o arar el campo.
La paga: comida.
También fue peón en la estancia Los Overos, ubicada sobre Ruta
11; más tarde aprendió el oficio de mecánico en la ciudad costera,
precisamente en el taller de “Marianito” González, donde conoció a
Don Arturo De Elía, dueño de un importante hotel sobre la playa en
Mar del Tuyú.
Ambrosio sabía mucho de trabajar y de sacrificio, pero hasta los diez
años nunca había ido a la escuela. Después de esa edad fue dos años
a la de General Conesa, pero debió abandonar porque, como le dijeron
por aquel entonces, “no se podía andar perdiendo el tiempo en esas
cosas”.
Patrón, padre y herencia: sorpresas de la vida
Cuando Ambrosio cuidaba la estancia tuvo como primer patrón a Don
Juan de los Ángeles Martínez Pando, que lo trató con tanto cariño y
consideración que hasta le regaló un auto Chevrolet modelo 1951. Siem
pre los unió un vínculo fuerte, pero luego de la muerte de Martínez Pan
do llegó una sorpresa completamente inesperada: el estanciero era el
padre de Díaz. Ahora era hijo y heredero.
Barrio El Tala, uno de los lugares en el mundo de Ambrosio
Desde el año 1967 Ambrosio y su familia tienen una casa en el barrio El
Tala de San Clemente, donde pasan los veranos. Ese hogar se llama
Juan de los Ángeles en recuerdo de su padre.
En ese momento todo “era un descampado”, pero Díaz confiaba en el
futuro y antes de poner un ladrillo sembró una semilla: junto a Marce
lino Baigorria plantó un árbol en el vivero municipal Cosme Argerich
fue en 1942.
Para ser camionero tiene que saber mecánica
Antes de entrar a trabajar en el taller de Marianito González, Ambrosio
trabajó en una verdulería y frutería donde tenían tres camiones.
Quería manejarlos, pero para eso tenía que saber mecánica. Esa fue
la razón por la que se metió en el taller, quería su carnet.
Amante del automovilismo y el fútbol, se metió en esos mundos.
Corría carreras en un Ford A que le había regalado Rafael de la Cruz,
de General Conesa. Junto a González llevaron ese auto a San Cle
mente, lo desarmaron y lo prepararon.
Corrían por las playas de Mar de Ajó, San Clemente y también en
General Madariaga. Siempre por diversión. También por las calles
del centro, que en aquel momento eran de arena blanda.
La familia de Ambrosio, el pilar de su vida
Ambrosio Díaz se casó con Elsa Barreriro (85) en el 1954. Vivieron
en el campo hasta 1970. Juntos tuvieron dos hijos: Edgardo Leonel
y Alberto Marino, que era actor, modelo y bailarín y hasta llegó a trabajar con Libertad Lamarque y Susana Giménez, pero murió en 1993.
Edgardo, por su parte, formó una familia y tiene cuatro hijos: Paula (37), Agustina (23), Santiago (10) y Gonzalo (7). Las dos primeras son las que le dieron el título de bisabuelos a Ambrosio y Elsa con la llegada de Ana y Francisco.
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