Con el neurocirujano Facundo Manes como catalizador, los radicales
podrían competir, y hasta ganar, contra Santilli en la PASO de Juntos por
el Cambio. Jorge Macri, Lilita Carrió y Bullrich, ¿aliados externos? La
frase de Mauricio Macri que los sublevó: “Los radicales son un re-lastre”.
En la tradición judeo-cristiana la resurrección de Lázaro de Betania a
cargo de Jesucristo es uno de los “milagros” más poderosos. Incluso
es una de las historias más populares en los Evangelios (San Juan 11).
Sin ser profanos, en una apretada síntesis para twitter podríamos resu
mirlo así: en una de sus visitas a la casa de Lázaro, Jesús llega cuando
el dueño de casa ya había muerto hacía cuatro días. Y conmovido por el
dolor de la hermana y la esposa del difunto, Jesús hace abrir el sepulcro
y a una orden suya (“Lázaro, ven afuera”), el muerto resucita y sale con las
manos y los pies vendados.
Mil novecientos años después el poeta romántico Gustavo Adolfo Becquer
resignificó la historia y escribió en su poema El Arpa: “Y una voz, como
Lázaro espera/que le diga levántate y anda”.
De ahí en adelante, cualquier hecho en apariencia “milagroso” o que impli
que una resurrección o vuelta a la vida después de estar sin ella, es conec
tado a la historia bíblica de Lázaro.
Lo paradójico del caso, es que el “Lázaro” político en cuestión es la Unión
Cívica Radical, el partido político más laico y anti confesional de la Argen
tina. Por marca de agua de origen -sus padres fundadores Leandro N. Alem
e Hipólito Yrigoyen fueron reconocidos masones-, y por tradición partidaria
, el radicalismo siempre encarnó el laicismo como una de sus banderas
irreductibles.
A la UCR la dieron por muerta y sepultada después del golpe cívico-militar
de 1930, y sobrevivió a más de una década de proscripción abierta y
“fraude patriótico” de la alianza entre los viejos conservadores y el ala
más fascista del llamado “Partido Militar”. Con la irrupción vertiginosa
de Perón y Evita en la historia política argentina, la UCR protagonizó su
segunda resurrección, encarnada en la figura mítica del bloque de “los
44” diputados nacionales que siempre se “autopercibieron” (para usar
un modismo new age) con la resistencia al “Régimen” peronista.
En el devenir histórico, la Revolución Libertadora que prometía borrar de
la existencia a Perón y sus herederos también incluyó a la UCR entre los
proscritos. Sólo que tres años después, cuando se vio obligada a abrir el
juego a una democracia condicionada (no permitió que participara el pe
ronismo), el radicalismo se encontró como la única vía de expresión demo
crática de carácter popular. Y desde 1958 (triunfo de Arturo Frondizi) has
ta 1966 (caída de Arturo Illia), la UCRI y la UCR del Pueblo dieron a luz
dos turnos presidenciales, demostrando la vigencia del ideario radical.
En los siguientes diecisiete años, el radicalismo fue más Lázaro que nunca
antes. Al golpe del general Onganía sobre el debilitado gobierno de Arturo
Illia, le sucedió una verdadera convulsión: el advenimiento del proyecto
nacionalista católico de Onganía, el surgimiento y consolidación de grupos
radicalizados del peronismo y la extrema izquierda, el regreso de Perón a
la Argentina, su arrollador triunfo electoral y su muerte el 1 de julio de 1974
, el bizarro mandato de Isabel Perón y el abierto enfrentamiento armado en
tre la derecha peronista organizada alrededor de la Triple A del maquiavéli
co López Rega, y la crisis institucional que desembocó en el golpe militar
más violento y trágico de la historia.
Y al derrumbe de la barbarie del auto llamado Proceso de Reorganización
Nacional le faltaba un acto definitivo: la guerra de Malvinas y una derrota
a manos de las tropas inglesas comandadas por Margaret Thatcher. Y de
fondo, una extraordinaria crisis económica producto de haber tomado
una deuda externa como nunca antes en su historia la Argentina había
contraído.
Con un país en el fondo del mar, fue otra vez el radicalismo el que se mos
tró como la opción más confiable para la mayoría del electorado. La caris
mática figura de Raúl Alfonsín y su atractivo eslogan de venir a enfrentar
una entente sindical-militar, arrastró la simpatía de millones de jóvenes
que nunca habían votado antes. En diciembre de 1983, la UCR tocó el
cénit de su popularidad en casi cien años de existencia. El extraordina
rio triunfo de Alfonsín con el 52% de los votos en la primera vuelta opa
có las hazañas electorales de Yrigoyen en 1916 y 1924. Alfonsín consi
guió lo que parecían dos misiones imposibles: derrotar al peronismo
en elecciones “limpias” e inaugurar el período de continuidad democrá
tica plena (con recambios de gobierno por parte de la oposición) más
prolongado de la historia argentina.
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