Por Milagros Moreni Nimer
Tiene 46 años, es camionero y se salvó de milagro. Aún le quedan secuelas el
virus que afectó al mundo
Los médicos del Hospital Municipal San Roque de Dolores llamaron un
día a la madre de Sergio Traverso, un vecino de Dolores y camionero,
para que se despidiera de su hijo. Él estaba internado por coronavirus y
su cuadro era tan grave que parecía irreversible. A los 46 años dio
vuelta el destino y 54 días después de haber caminado cerca de la muer
te se abrazó a la vida con tanta fuerza que recibió el alta.
Contra todo pronóstico y sin poder hablar cuando vio a su mamá en lo
que podría haber sido un último encuentro, le levantó el pulgar en señal
de demostrar lo que pensaba: “Yo de esta salgo”. Y así fue. Eso le decía
Traverso a cada uno que le preguntó por su estado de salud. “Yo le había
dicho a todo el mundo ‘de esta salgo, esta no me va a ganar’ porque soy
muy positivo y vi varios que estaban al lado mío y luego no volvieron”,
contó a ENTRELÍNEAS.
Su historia es una más de las de las más de 3000 que tuvo Dolores en
torno a esta pandemia, pero para él es diferente porque tuvo suerte y la
puede contar. Así lo dijo a este medio.
Apenas se sintió mal Traverso se hisopó, el resultado dio positivo. Pasó
algunos días aislado en su casa y el cuadro empeoró. Fue en ese mo
mento cuando llegó la internación. Un jueves ingresó al Hospital Munici
pal San Roque, para el sábado había empeorado y debieron buscar sue
ro equino en La Plata. Eso le hizo bien, pero en el momento no había cer
tezas y solo quedaba esperar dos semanas.
“Los 14 días esos se me hicieron bravísimos, no podía respirar, tenía
el tubo de oxígeno pero no podía respirar. La doctora decidió probar
con otro aparato y me pusieron una máscara bien apretada”, contó.
El techo y las paredes blancas de la habitación del hospital son lo único
que él vio durante casi dos meses. A los costados el escenario era deso
lador: había otros pacientes internados en su situación que a veces se
iban y no volvían, pero Traverso se apoyó en su forma positiva de vivir
para aferrarse a la batalla contra la enfermedad.
“Llega un momento en que perdés la noción del tiempo porque no ves a
nadie ahí adentro, estás solo y te apoyás en las enfermeras y los médi
cos que son muy cálidos. Eso realmente ayuda un montón”, aseguró.
Recibió el alta, pero las secuelas no lo abandonan
A casi tres semanas de que haya recibido el alta, Sergio Traverso aún con
vive con los daños que le dejó el coronavirus. “Te termina, las piernas te
quedan finitas, te falta el aire, se te cae el pelo. Hasta hace pocos días se
me seguía cayendo”, contó.
Parte de su recuperación también tuvo que hacerla con un kinesiólogo
que lo veía martes y jueves. Él siempre predispuesto se prestó a todos
los ejercicios y está seguro de que eso fue fundamental para salir ade
lante. También desde lo anímico por el peso del encierro y la soledad en
el proceso de la internación que no fue fácil.
La pérdida de su papá
“Desde que supe de la pandemia siempre pensé que todos nos íbamos
a contagiar, pero nunca imaginé que me iba a agarrar tan fuerte. Uno
nunca piensa que va a estar un mes y pico tan grave”, explicó Traverso.
Lo que tampoco pensó es que él contagiaría a su papá, quien no pudo
vencer a la enfermedad y murió.
Traverso cree saber cómo sucedió eso: “Iba poco a mi casa porque yo
trabajaba y no quería contagiar a mis padres, sin embargo lo terminé
haciendo porque cuando fui aunque los saludé desde la puerta, cuando
salí se acercó mi mamá y ahí estornudé. Así le pasé el virus, pero en ese
momento no sabía que lo tenía. Al otro día me empecé a sentir mal, me
hice el hisopado y dio positivo”.
“Un día, durante mi internación, vi que pasó la camilla con un paciente y
dije ‘ese es mi padre’ porque le vi la cabeza blanca. Después me conven
cí más porque ninguna de las enfermeras venía a conversar conmigo co
mo lo hacían habitualmente. Pensé que era raro, pero no dije nada hasta
que la doctora me dijo que era él”, recordó. Dos o tres días después lo
llevaron para que lo vea. Luego, falleció.
Tarda en llegar, pero al final hay recompensa
La cama de la habitación en la que Traveso estaba internado estaba “a
tres pasos” del baño, según él describió, sin embargo tenía dos tubos
de oxígeno: uno en cada uno de esos lugares porque no podía llegar de
uno a otro sin insuficiencia respiratoria.
El trabajo del personal de salud, su fe, su cuerpo sin enfermedades
preexistentes y su fuerza de voluntad lo ayudaron a que se salve y así
llegó el momento del alta, uno que jamás va a olvidar porque fue abso
lutamente diferente a como lo hubiese imaginado: “Cuando salí, vi que
me esperaban con carteles y aplausos. Ni me lo esperaba porque aun
que yo no me sentía bien y podía darme cuenta de cómo iban las cosas,
al paciente no le dicen todo. Me vinieron a saludar hasta las enfermeras
del turno noche”.
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