En medio de la tensión que sigue generando la inseguridad como eje en el horizonte provincial, con casos que no terminan de resolverse, como el trágico episodio de "Candela" en Morón, asomaron otros temas que alimentaron la agenda política y de gestión de Daniel Scioli. El primero de estos asuntos, y que no pueden ignorarse, tiene que ver con el reingreso al oficialismo del ex gobernador Felipe Solá. Es un logro del sciolismo, tras un minucioso período de conversaciones acerca de ventajas y desventajas de la oportunidad del anuncio. Según pudo saberse, las negociaciones desde la Gobernación con felipistas se habrían originado a principios de este año. Todo tenía que ver con una desaceleración de la agresividad que Solá mantenía con el kirchnerismo desde el famoso conflicto con el campo. En aquel entonces, por el 2008, el ex mandatario pasó de "comprender" al sector rural a apoyarlo casi incondicionalmente. Su votación en la Cámara de Diputados en contra de la Resolución 125, sobre las retenciones, fue, tal vez un "pecado político" que, con el correr del tiempo, se pretende transformar en algo anecdótico. Si las conversaciones con Scioli tuvieron su inicio hace al menos seis meses, eso explica toda una serie de conductas de Solá. Por ejemplo sus profundas discusiones con sus entonces compañeros de ruta del denominado Peronismo Disidente o Federal. O sus críticas por falta de transparencia de las internas de ese sector contra Eduardo Duhalde, Alberto Rodríguez Saá y Mario Das Neves. El tiempo del diálogo es importante para explicar el momento del arrepentimiento de Solá y su decisión de retornar a las arenas oficialistas. Porque el tiempo deberá explicar si el propio Felipe Solá produjo su propio punto de inflexión tras una frustración con sus compañeros "federales" o si, a sabiendas de su retorno, hizo alguna operación de "cabecera de playa" encubierta que terminó dividiendo aún más al grupo. Por caso, cuando renunció a su carrera presidencial. Las decisiones no son gratuitas y dejan alguna mácula en la trayectoria. En el caso de Solá, más allá de las decisiones de cambio en su itinerario, surge algún interrogante sobre su actual situación de legislador nacional por una lista opositora. Sobran los ejemplos de libros de pases abiertos permanentes para cambiar de bancada en algún momento del mandato. Pero el caso de Solá será por demás llamativo y contrastante con la imagen que intentó dar por 2009. De manera admirable, y con dos años de mandato por delante, decidió renunciar a su banca conseguida a través del Frente para la Victoria para postularse por el espacio que compartía con Francisco De Narváez y Mauricio Macri. Así, al resultar electo, legitimó su representación opositora, sin que haya oportunidad para ningún tipo de cuestionamiento. Ahora, cuando el horizonte del retorno está más claro, no se sabe qué es lo que hará con su escaño en el Congreso, que sus anteriores compañeros de ruta le reclaman. De la agenda político-partidaria es bueno asomar la vista hacia la agenda de gestión y el tema que resulta bastante arriesgado en un clima electoral, como podía ser el proyecto de regionalización. Este proyecto pasó de ser un simple asunto de agenda proactiva a un generador de divisiones y grietas en el lugar menos deseado, que es en la fórmula que comparten Daniel Scioli y Gabriel Mariotto. Este último, en una entrevista que mereció una amplia repercusión, cuestionó el momento y la forma de poner en marcha la iniciativa del gobernador y de su impulsor, Santiago Montoya. Mariotto se adjudica un rol de guardián de la doctrina de la fe kirchnerista y suele identificarse con la ortodoxia K, por eso cada una de sus disidencias suelen explotar en los medios. Su intención de marcarle la cancha a Scioli derivó en los últimos días en una serie de decisiones de parte del gobierno bonaerense, como es impulsar aún más el tema, redoblando la apuesta. No sólo se limitó a un asunto de anuncios, sino que hubo intención de imprimir mayor ritmo a su tratamiento y eventual aprobación. El hecho de haber enviado al jefe de Gabinete, Alberto Pérez, y al propio Santiago Montoya a Italia para un intercambio de propuestas habla a las claras de cuál es el camino a recorrer al respecto. No todo será tan fácil para Scioli con este proyecto que puede generar una huella en la historia del Estado provincial. La grieta en el oficialismo activó aún más ciertas resistencias de parte de bancadas legislativas e intendencias opositoras que no alcanzan a observar cuál será su rol institucional cuando ingresen a escena los administradores regionales previstos por la propuesta. El principal temor es el de perder poder y representatividad, quedando su imagen al borde de ser interpretada como decorativa. Con administradores que podrán disponer de importantes recursos y decisiones, los intendentes tendrán un importante filtro antes de llegar al centro del poder, debiendo pasar primero por los despachos de las autoridades regionales y ministros. A la regionalización de Scioli, por la vía de la centroizquierda, se la piensa como alguna de esas fantasías propuestas por organismos internacionales que siempre quieren un escenario para su prueba piloto. Por otra parte, desde el oficialismo provincial señalan que se trata de disolver decenas de barreras burocráticas para que las resoluciones no duerman en pilas de expedientes en La Plata. Hay necesidades que no pueden esperar, como la cobertura de cargos médicos en hospitales del interior, que suelen tardar hasta diez meses, realización de operativos de bacheos en rutas, prevención y seguridad y aquellas decisiones que se pueden tomar con cierta celeridad si hubiera un modelo de regiones. Probablemente a Scioli y a otro gobernador tal vez le convenga que se comente que haya soluciones rápidas para cuestiones cotidianas. Pero, igualmente, sigue sin quedar en claro el nuevo mapa de poder que constitucional y tradicionalmente tienen intendentes y aún ministros provinciales que simplemente perderán el poder doméstico de administrar ciertas soluciones. También habrá que ver si, bajo la excusa de instrumentar nuevas estructuras más agiles, estas resultan un cambio importante para el desenvolvimiento del Estado o, por el contrario, con el tiempo se transformarán en nuevas barreras burocráticas y filtros adicionales para evitar que se cuestione al poder central. El tiempo será juez para una eventual instrumentación que aún no está del todo resuelta. La opinión de Mariotto contempla, al parecer, un cuestionamiento ideológico respecto de la modalidad, pero también de oportunidad de aplicación en plena campaña electoral, justo cuando la oposición puede sembrar incertidumbre y confusión, sobre todo en el interior, que puede ser la zona más afectada. Una bandera de resistencia al planteo de un proyecto que traiga miedo y confusión puede restar alguna intención de voto importante. Sobre la cabeza de muchos dirigente de la vieja guardia asoma el síndrome del referéndum constitucional propuesto por el entonces gobernador Antonio Cafiero. La propuesta fue tan novedosa y moderna que no observó un seguimiento de la población bonaerense, que vio a la misma como confusa. La regionalización puede ser un gran desafío para intelectuales, pero aún faltan varias etapas de enamoramiento, dicen desde varios sectores políticos. |
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