Cuando en abril de este año, mediante la Resolución 1543, que lleva su firma, el ministro de Justicia y Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, el ex penitenciario Ricardo Casal, dispuso que la vieja Escuela de Investigaciones de la Policía Bonaerense –situada sobre el camino Centenario, en Berazategui– pasara a llamarse “Escuela de Policía Juan Vucetich, sede Comisario General Jorge Vicente Schoo”, pocos se percataron que elección de ese nombre tenía un alto valor simbólico. La designación reivindica la figura de uno de los promotores del funcionamiento de los grupos parapoliciales de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) de manera coordinada con la Bonaerense y bajo el paraguas protector de sus jefes. En otras palabras, se trata de una reivindicación del terrorismo de Estado.
Según una nota publicada este domingo en el diario Miradas al Sur, en 1974 Schoo fue nombrado por el sindicalista de ultraderecha, Victorio Calabró, como director de Instituos de la Bonaerense. Una de las primeras medidas que tomó fue la de convocar a su amigo y mentor ideológico, el helenista y latinista Carlos Alberto Disandro, fundador de la CNU, para que diera clases magistrales en los cursos de Seguridad para oficiales organizados por la Escuela Superior de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Al mismo tiempo, la banda de la CNU capitaneada primero por Patricio Fernández Rivero y luego por Carlos Ernesto Castillo (a), El Indio dejó de funcionar como una organización armada de ultraderecha sin vínculos con el Estado para transformarse en un grupo de tareas parapolicial que realizaba sus acciones y asesinaba a sus víctimas en zonas liberadas por la Bonaerense.
La relación entre Disandro y Schoo databa de fines de la década de los ’50. El latinista y el policía solían compartir veladas en una vieja casa de la calle 115 entre 60 y 61 de La Plata donde a principios de los ’60 funcionaba el Instituto Cardenal Cisneros, que buscaba convocar a estudiantes universitarios para darles formación filosófica y política. Se trataba en realidad de un centro de captación y adoctrinamiento de nuevos adherentes a las teorías de Disandro sobre una Argentina que sufría los ataques de la sinarquía internacional y una Iglesia católica que, luego de la Encíclica Populorum Progressio de Juan XXIII, había caído en manos del judeo-marxismo.
Disandro y su amigo Jorge Schoo publicitaban estas ideas en la revista La Hostería Volante, pero el policía no se conformaba con mantener sus convicciones en el plano de los planteos teóricos, que también incluían la xenofobia y el racismo. Un hecho ocurrido en 1966, cuando era jefe de la Regional La Plata de la Bonaerense, lo pinta de cuerpo entero. El día del santo nacional de Perú, San Martín de Porras, un grupo de estudiantes peruanos había convocado a un acto religioso seguido de una protesta política en la Iglesia San Ponciano. A la salida de la misa, un operativo policial dirigido en persona por Schoo terminó con la detención de algunos de los asistentes. Mientras los uniformados metían a los estudiantes en los celulares, un cronista del diario El Día le preguntó al jefe de la Regional cómo había reconocido a los revoltosos entre tanta gente que salía de la Iglesia. La respuesta de Schoo fue contundente: “Por sus características antropológicas”. Los detenidos fueron deportados a su país de origen por la dictadura de Onganía.
Las ideas de Disandro y Schoo dejaron una fuerte impronta de formación autoritaria en la Bonaerense y siguieron presentes en la formación de los cadetes mucho tiempo después de terminada la dictadura. En 1997, la fuerza editó para uso de los alumnos de sus institutos un Manual de Conducción Policial, que siguió utilizándose por lo menos hasta 2001. La redacción fue encargada a dos policías retirados, el comisario general Jorge Vicente Schoo y el inspector Hugo Ignacio Silva.
El prólogo quedó en manos de un activo participante del terrorismo de Estado: el comisario general Rodolfo Alejandro González Conti, titular de la Dirección General de Seguridad de la Bonaerense hasta 1979, donde fue colaborador directo de Ramón Camps.
Quizás uno de los pasajes más potentes del manual sea el que aborda el tema de la democracia: “Toda autoridad proviene de Dios –escribe Schoo-Si no proviene de Dios, ¿de dónde podría provenir? (…) El orden sólo puede subsistir en orden. Y el orden roza lo sagrado (…) Después de la Revolución Francesa surgen los regímenes democráticos con una gran carga de resentimiento. La forma monárquica de gobierno es la que ha perdurado más tiempo, históricamente hablando. La autoridad era ejercida por la nobleza, apoyada en la religión (…) Su autoridad era respetada”. En cambio, la democracia rompía con todos estos valores sagrados de orden y autoridad: “La democracia –concluye el comisario de la CNU– podía funcionar bien en Atenas (o) en una tribu de cazadores, donde todos los miembros se conocen entre sí y conocen el arte de la caza”. Al rebautizar a una de las sedes de la Escuela Juan Vucetich con el nombre de Jorge Vicente Schoo, el ministro Ricardo Casal rinde homenaje a estas ideas y también a las acciones promovidas por un ideólogo del terrorismo de Estado. Sólo le falta volver a incluir el manual en el plan de estudios de los cadetes |
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