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domingo, 15 de enero de 2012

Las claves no reveladas de la cirugía a la presidente Cristina Kirchner

Lo que dice, y lo que no, el comunicado oficial y cómo se llegó al diagnóstico y la operación.

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El periodista y médico Nelson Castro analiza el comunicado oficial de la salud de la Presidenta. | Foto: TELAM

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Imaginar todo lo sucedido alrededor del cáncer de tiroides que afortunadamente la Presidenta nunca tuvo hubiera sido difícil y propio de una mente afiebrada y atravesada por una estructura compleja de pensamiento. La realidad, sin embargo, ha superado una vez más –y con creces– a la ficción. Y la historia de este episodio, del que esta columna dio datos precisos que aquí habremos de ampliar y explicar en detalle, ha dejado, lamentablemente, una secuela de desprestigio para la medicina argentina.
Como se sabe, felizmente la doctora Cristina Fernández de Kirchner no tenía un cáncer de tiroides. Como ya dijimos, ésa ha sido una muy buena noticia para ella, para su familia y para la institucionalidad del país. En cualquier país –y mucho más en la Argentina– es muy importante que el presidente se halle en buen estado de salud para completar la totalidad de su mandato.
No hace falta dar más explicaciones acerca de la trascendencia que el estado de salud del jefe de Estado adquiere. El impacto político producido por una afección que compromete seriamente su salud es mayúsculo. Junto con ese impacto hay otro que, a su vez, se proyecta sobre la población en general. Vaya aquí un ejemplo que ilustra el significado de este concepto:
Cuando en 1985 se le diagnosticó un cáncer de colon al presidente de los Estados Unidos Ronald Reagan, la claridad con que se informó a la ciudadanía sobre esa enfermedad tuvo una consecuencia positiva de alto impacto en la salud pública, ya que en conocimiento de la eficacia de los métodos diagnósticos destinados a identificar lesiones colónicas que se encuentran en los primeros estadios del mal, mucha gente concurrió a la consulta, por lo que el diagnóstico precoz de dicha enfermedad aumentó significativamente, lo que hizo que muchos de esos pacientes fueran sometidos al tratamiento correspondiente y se curaran.
Aquí pasó algo similar en los días siguientes a la difusión pública del carcinoma papilar que finalmente la Presidenta nunca tuvo. La cantidad de consultas que comenzaron a recibirse en los consultorios de los servicios de Endocrinología aumentó significativamente. Pero, a partir del alta presidencial y del brusco cambio diagnóstico, las redes sociales explotaron con las dudas de muchísimos pacientes que tras haberse sometido a una punción biopsia de la tiroides o haber estado a punto de hacerla fueron invadidos por la desconfianza acerca de la eficacia de ese recurso diagnóstico. El tema del falso positivo irrumpió en sus vidas, dato no menor que trajo a muchos de ellos incertidumbre y angustia.
Otro tanto ocurrió y sigue ocurriendo en el mundo médico. Destacados patólogos argentinos, que viven el episodio con dolor profesional, se ven en la obligación de tener que explicar esto a especialistas destacados de todo el mundo, para quienes la patología argentina tiene exponentes de referencia en el campo de las afecciones tiroideas.
Dicho ésto, vayamos a la narración y explicación completa de lo que sucedió con el cáncer que la Presidenta no tuvo:

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