Por Eduardo Anguita
SUR
A poco de cumplirse 30 años de la guerra de Malvinas hay una escalada sobre el tema que requiere no perder de vista el momento de extrema tensión que vive el mundo, en el cual la posibilidad de un ataque de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Irán está al tope de la agenda. En ese contexto, conviene no perder de vista la justeza del reclamo argentino de recuperar las Malvinas, pero también es preciso tomar dimensión de que la intransigencia británica es parte de una estrategia para reposicionarse como un actor clave en territorios de vieja posesión colonial, especialmente en aquellos donde el petróleo es clave. La decisión del primer ministro David Cameron de visitar Arabia Saudita este fin de semana para fortalecer sus vínculos con el rey Abdullah está inscripta en la decisión de tomar un rol protagónico en la eventual escalada bélica norteamericana contra Irán. Arabia Saudita está separada de Irán por el Golfo Pérsico y es el otro gigante petrolero. Los saudíes viven en un régimen feudal a la medida de las multinacionales occidentales y cuentan con fuerzas armadas completamente equipadas por Estados Unidos y Gran Bretaña. Irán, en cambio, desde 1979 tiene un gobierno musulmán que emergió de la revolución que destronó a Mohammed Reza Pahlevi, un dictador puesto por Estados Unidos y Gran Bretaña al fin de la Segunda Guerra Mundial y que en 1953 destronó a Mohammed Mosaddeq, un primer ministro que había osado nacionalizar el petróleo iraní. Desde hace más de cuatro décadas, británicos y norteamericanos están obsesionados con recapturar el poder en Irán.
La casi segura decisión de promover un embargo petrolero por parte de la Comunidad Económica Europea antes de que termine enero puede recalentar aún más la zona. La prédica de los medios europeos contra ciertas costumbres de inmigrantes musulmanas (particularmente el chador y la burka, un tul con el que las mujeres se cubren parcial o totalmente el rostro) no es ajena al clima de racismo y fascismo que hoy viven los europeos. En el contexto de la crisis económica, el triunfo de la derecha española no sorprendió a nadie, del mismo modo que no sorprende que ante las próximas elecciones en Francia las preferencias de una sociedad de tradición democrática tengan a Nicolas Sarkozy y a Marine Le Pen como los mejor posicionados.
A un año del inicio de la llamada primavera árabe queda claro que la región petrolera más rica del planeta no está todo lo disciplinada que las multinacionales petroleras y los bancos desean. Con la excusa del avance del islam, el eje Washington-Londres quiere dar un zarpazo sobre Irán. Así como la invasión a Irak a principios de 2003 fue recibida con grandes movilizaciones de rechazo, esta vez en el Viejo Continente no parecen tener capacidad de multiplicación quienes quieren bregar por la paz, la democracia y la recuperación de los derechos avasallados por los banqueros. En tal sentido, no resulta casual que Standard & Poor's haya comunicado este viernes la baja de la calificación de nueve países europeos dejando a sus gobiernos en una posición más vulnerable, pues cualquier renegociación de deudas les significará condiciones más ventajosas para los banqueros. Esta medida ayuda a generar más miedo e incertidumbre al tiempo que la maquinaria bélica toma posiciones.
La casi segura decisión de promover un embargo petrolero por parte de la Comunidad Económica Europea antes de que termine enero puede recalentar aún más la zona. La prédica de los medios europeos contra ciertas costumbres de inmigrantes musulmanas (particularmente el chador y la burka, un tul con el que las mujeres se cubren parcial o totalmente el rostro) no es ajena al clima de racismo y fascismo que hoy viven los europeos. En el contexto de la crisis económica, el triunfo de la derecha española no sorprendió a nadie, del mismo modo que no sorprende que ante las próximas elecciones en Francia las preferencias de una sociedad de tradición democrática tengan a Nicolas Sarkozy y a Marine Le Pen como los mejor posicionados.
A un año del inicio de la llamada primavera árabe queda claro que la región petrolera más rica del planeta no está todo lo disciplinada que las multinacionales petroleras y los bancos desean. Con la excusa del avance del islam, el eje Washington-Londres quiere dar un zarpazo sobre Irán. Así como la invasión a Irak a principios de 2003 fue recibida con grandes movilizaciones de rechazo, esta vez en el Viejo Continente no parecen tener capacidad de multiplicación quienes quieren bregar por la paz, la democracia y la recuperación de los derechos avasallados por los banqueros. En tal sentido, no resulta casual que Standard & Poor's haya comunicado este viernes la baja de la calificación de nueve países europeos dejando a sus gobiernos en una posición más vulnerable, pues cualquier renegociación de deudas les significará condiciones más ventajosas para los banqueros. Esta medida ayuda a generar más miedo e incertidumbre al tiempo que la maquinaria bélica toma posiciones.
Remember Patagonia. En su exhaustiva investigación sobre los crímenes de la Patagonia Rebelde, el historiador Osvaldo Bayer se pregunta cuáles son las diferencias entre la primera expedición encabezada en 1920 por el coronel Héctor Benigno Varela, que terminó con una mediación entre los dirigentes sindicales y la Sociedad Rural de Santa Cruz, y la segunda expedición, un año después, en la que Varela “por su orden” fusiló a 1.500 peones. Entre las múltiples causas que llevaron a esa matanza, Bayer destaca una que, por estas horas, merece subrayarse. Gobernaba el país el radical Hipólito Yrigoyen y el conflicto con los peones de la esquila de ovejas se había agravado por la caída del precio internacional de la lana después de la Primera Guerra Mundial. Inglaterra no era sólo el comprador excluyente de las lanas sino que buena parte de las estancias santacruceñas eran británicas. A raíz de la queja de los estancieros ingleses, el embajador en Buenos Aires visitó a Yrigoyen y le planteó que si no daba un castigo ejemplar ante los desbordes anarquistas, la escuadra inglesa estacionada en las Islas Malvinas se desplazaría hasta el continente y actuaría enérgicamente para defender los intereses de los súbditos de la Reina. Desde ya, Bayer, en los cuatro tomos dedicados al tema, abunda en muchísimos más factores que intentan explicar el asesinato masivo de trabajadores. Sin embargo, este dato no es menor, sobre todo si se tiene en cuenta que a principios de 1919, cuando se produjo el conflicto en los talleres Vasena, donde había capitales ingleses, Yrigoyen había recibido juntos a Pedro Vasena y al embajador británico. Unos días después, la feroz represión dejó 700 muertos.
Las Islas Malvinas, como enclave colonial, funcionaba como una pieza más del complejo de intereses que tenía a la Argentina como una colonia de trato especial, sin virrey ni lord a cargo, pero con una casta de argentinos asociados a sus intereses que sabían que la “razón de Estado” era, en última instancia la razón de la Corona. Yrigoyen, aunque en muchas cosas mostró que no era un mascarón de los intereses ingleses, también actuó defendiendo la “razón de Estado”. Su liderazgo no alcanzaba –ni se planteaba– un modelo diferente al de venderle las materias primas a Gran Bretaña y comprarle los productos industrializados. Ni siquiera al de ponerles freno a los privilegios de los bancos y las compañías inglesas.
El endurecimiento del gobierno del conservador David Cameron sobre no dialogar con la Argentina la soberanía de las Islas Malvinas se da exactamente a 90 años de los fusilamientos de la Patagonia. Por supuesto, en un contexto completamente diferente y en el que Gran Bretaña ya no tiene fuertes intereses en la Argentina y eso hace imposible pensar en cualquier intromisión británica. Es más, es impensable que algún sector empresarial o político de la Argentina, de modo abierto o encubierto, salga a alinearse con Cameron.
Sin embargo, el clima político mundial es tan áspero que no se puede jugar con fuego. Hoy como ayer, los diplomáticos y los mandatarios de los países con intereses supranacionales (imperialistas) actúan para defender a las compañías de sus países. Y como es tan alto el grado de transnacionalización de las grandes empresas, no hay que perder de vista que el poderío de las empresas agroalimentarias, las petroleras y los bancos, entre otros tantos, está completamente imbricado con las decisiones de los jefes de Estado y líderes políticos de unos pocos países muy poderosos, entre los que está Gran Bretaña, principal socio de Estados Unidos en el complejo tecnológico militar mundial.
Las Islas Malvinas, como enclave colonial, funcionaba como una pieza más del complejo de intereses que tenía a la Argentina como una colonia de trato especial, sin virrey ni lord a cargo, pero con una casta de argentinos asociados a sus intereses que sabían que la “razón de Estado” era, en última instancia la razón de la Corona. Yrigoyen, aunque en muchas cosas mostró que no era un mascarón de los intereses ingleses, también actuó defendiendo la “razón de Estado”. Su liderazgo no alcanzaba –ni se planteaba– un modelo diferente al de venderle las materias primas a Gran Bretaña y comprarle los productos industrializados. Ni siquiera al de ponerles freno a los privilegios de los bancos y las compañías inglesas.
El endurecimiento del gobierno del conservador David Cameron sobre no dialogar con la Argentina la soberanía de las Islas Malvinas se da exactamente a 90 años de los fusilamientos de la Patagonia. Por supuesto, en un contexto completamente diferente y en el que Gran Bretaña ya no tiene fuertes intereses en la Argentina y eso hace imposible pensar en cualquier intromisión británica. Es más, es impensable que algún sector empresarial o político de la Argentina, de modo abierto o encubierto, salga a alinearse con Cameron.
Sin embargo, el clima político mundial es tan áspero que no se puede jugar con fuego. Hoy como ayer, los diplomáticos y los mandatarios de los países con intereses supranacionales (imperialistas) actúan para defender a las compañías de sus países. Y como es tan alto el grado de transnacionalización de las grandes empresas, no hay que perder de vista que el poderío de las empresas agroalimentarias, las petroleras y los bancos, entre otros tantos, está completamente imbricado con las decisiones de los jefes de Estado y líderes políticos de unos pocos países muy poderosos, entre los que está Gran Bretaña, principal socio de Estados Unidos en el complejo tecnológico militar mundial.
Irán. Al tope del peligro internacional, para la prensa hegemonizada por los intereses financieros, está el gobierno del presidente Mahmud Ahmadinejad. La tensión que se vive por la andanada de presiones políticas y financieras más el ataque terrorista que cobró la vida de un físico iraní puede llegar a convertirse en una guerra de consecuencias impredecibles. Las autoridades iraníes advirtieron que si “el Gran Satán” (Estados Unidos) y “los pequeños satanes” (los países europeos) concretan un embargo petrolero, ellos responderán con el cierre del Estrecho de Ormuz, ubicado en el Mar de Omán y por donde transita no menos del 20% del petróleo que se comercializa en el mundo. Estados Unidos advirtió que la V Flota, que vigila la zona, actuará para evitar una medida de esa naturaleza. Ahmadinejad trata de lograr apoyos en los pocos países que lo respaldan, como Venezuela, Cuba, Nicaragua y Ecuador. Barack Obama, en cumplimiento de “las razones de Estado”, envió al secretario del Tesoro norteamericano, Timoty Geithner, a Pekín para intentar suavizar el rechazo de China a la escalada norteamericana. Cabe aclarar que este país, segunda potencia económica del mundo, es el principal comprador del petróleo iraní y principal tenedor externo de títulos del Tesoro de Estados Unidos. Esta semana, en Bruselas, los países de la Comunidad Europea discutirán la posición ante el embargo promovido por Estados Unidos. Desde ya, son las principales compañías petroleras las que promueven esta medida porque no pueden soportar que Irán no cumpla con los mandatos del gran capital financiero. Y esas compañías, según lo señala el título de tapa de la edición del jueves pasado del diario de negocios británicoFinancial Times, “ya empiezan a cortar vínculos con Irán”. El diario aclara que las refinerías compran menos crudo pero que “continúan cumpliendo con los contratos" porque de lo contrario les caerían sanciones financieras a esas empresas.
“En caso de un embargo, las refinerías europeas pueden declarar medidas de fuerza” sin que les puedan caer penalidades. Lo interesante, para entender la lógica del poder, es que el embargo es “para que Irán cese con el sospechado programa de armas nucleares”. El término sospechado tiene un interés superior, ya que las empresas petroleras impulsan una medida con un argumento que no tiene nada que ver con el petróleo y que, además, está en categoría de “sospecha”. El Financial Times se suma al pedido del Departamento del Tesoro de que las empresas no comercien con el Banco Central de Irán –que opera las multimillonarias transacciones petroleras iraníes– porque “sería” quien financia el supuesto programa de armas nucleares. Las consecuencias de esta medida sería que los buques tanque se verían abarrotados y luego quién sabe qué harían los iraníes con el crudo que sale de los pozos.
Quienes están junto a este pedido del Tesoro norteamericano son los directivos de Goldman Sachs, el gigante de las finanzas beneficiado por el Tesoro norteamericano en 2008 y que ahora tiene a varios de sus ¿ex? directivos en lugares claves de Europa (primeros ministros de Grecia e Italia, Lucas Papademos y Mario Monti, y presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi). Esta semana, con la firma de David Greely, jefe del área de análisis petrolero, los clientes de Goldman Sachs recibieron una carta que dice, entre otras cosas: “Las refinerías empezaron a cortar vínculos con Irán anticipándose al embargo de Estados Unidos y la Unión Europea”.
En el gigante financiero francés Société Générale, uno de los especialistas en el tema del petróleo iraní es Michael Wittner, un norteamericano que atiende en la filial de Nueva York y ¿antes? se desempeñaba como agente de la CIA.
“En caso de un embargo, las refinerías europeas pueden declarar medidas de fuerza” sin que les puedan caer penalidades. Lo interesante, para entender la lógica del poder, es que el embargo es “para que Irán cese con el sospechado programa de armas nucleares”. El término sospechado tiene un interés superior, ya que las empresas petroleras impulsan una medida con un argumento que no tiene nada que ver con el petróleo y que, además, está en categoría de “sospecha”. El Financial Times se suma al pedido del Departamento del Tesoro de que las empresas no comercien con el Banco Central de Irán –que opera las multimillonarias transacciones petroleras iraníes– porque “sería” quien financia el supuesto programa de armas nucleares. Las consecuencias de esta medida sería que los buques tanque se verían abarrotados y luego quién sabe qué harían los iraníes con el crudo que sale de los pozos.
Quienes están junto a este pedido del Tesoro norteamericano son los directivos de Goldman Sachs, el gigante de las finanzas beneficiado por el Tesoro norteamericano en 2008 y que ahora tiene a varios de sus ¿ex? directivos en lugares claves de Europa (primeros ministros de Grecia e Italia, Lucas Papademos y Mario Monti, y presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi). Esta semana, con la firma de David Greely, jefe del área de análisis petrolero, los clientes de Goldman Sachs recibieron una carta que dice, entre otras cosas: “Las refinerías empezaron a cortar vínculos con Irán anticipándose al embargo de Estados Unidos y la Unión Europea”.
En el gigante financiero francés Société Générale, uno de los especialistas en el tema del petróleo iraní es Michael Wittner, un norteamericano que atiende en la filial de Nueva York y ¿antes? se desempeñaba como agente de la CIA.
Diplomacia. La Argentina tiene que digerir una situación compleja y no alcanza con el extendido sentimiento pro Malvinas que perdura en la sociedad. El primero es que aquella aventura bélica encabezada por el dictador Leopoldo Galtieri requiere, a esta altura, una investigación más exhaustiva sobre las pistas que lleven a entender cómo los británicos y norteamericanos provocaron e indujeron a los militares a meterse en la boca del lobo. Es un misterio aún si hay petróleo en el archipiélago, pero es probable que los ingleses tengan información al respecto. En la actualidad, con el petróleo argentino en manos de multinacionales sin ninguna participación del Estado, pensar en la soberanía también es pensar en cómo se recupera más capacidad de decisión en la exploración y explotación por parte del Estado. El segundo punto es que, respecto de Irán, no es fácil para la Argentina quedar cerca de Irán. No sólo por la investigación judicial que llevó a la casi certeza de la participación de funcionarios del gobierno iraní en el atentado de la sede de la Amia en 1994. También cabe preguntarse si el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner está dispuesto a que el reclamo de Malvinas quede asociado a un eventual ataque de las potencias occidentales a Irán que, por supuesto, si sucede, será presentado como una medida de defensa para evitar el impresionante avance del armamento nuclear iraní. Es evidente que las grandes multinacionales –y no pocos empresarios que apoyan al Gobierno– van a presionar para cerrar filas con las grandes potencias en esta escalada que, ojalá, no termine en un recrudecimiento de la guerra. Porque, mientras los ojos de los observadores miran el Estrecho de Ormuz, Siria está al rojo vivo, en Egipto avanzan los Hermanos Musulmanes, en Irak las mayorías chiítas desbordan al gobierno títere dejado por Estados Unidos y Palestina está lejos de encontrar una solución a
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