Eduardo Lucita es miembro de EDI-Economistas de Izquierda. Integró la izquierda revolucionaria de los 60 y 70. Trabajó más de 20 años en los ferrocarriles y dirigió la mítica revista Cuadernos del Sur. En una entrevista con LPO, repasó el proyecto económico del kirchnerismo, sus límites y aciertos. Además, las causas del colapso ferroviario que derivó en la tragedia de Once.
La cita es en “El Libertador” en Corrientes y Dorrego: “Un café que también suelo usar como oficina”, anticipa por teléfono al acordar la entrevista. Es uno de esos bares tradicionales que todavía resisten el alguna esquina porteñas. Pide “una lágrima”, la endulza con sacarina. El sol entra por la ventana y calienta la mesa, como adivinando la charla.
¿Cómo caracterizaría a la experiencia económica del kirchnerismo?
El kirchnerismo se ha beneficiado ampliamente de dos medidas que no tomó: La declaración del no pago de un porcentaje importante de la deuda externa, que en ese momento era de 81.800 millones de dólares. Rodríguez Saá hizo una suspensión de pago unilateral, forzado por la situación, que duró 38 meses. En esos 38 meses no vinieron los Marines, no pasó nada, y el gobierno pudo destinar esos fondos para otras cosas. Así, tuvo una mayor capacidad financiera.
La segunda medida que no tomó y de la que se benefició ampliamente es la macro devaluación de Duhalde. Estos dos elementos jugaron decisivamente, sobre todo la macrodevaluación, porque pulverizó los salarios, favoreció las exportaciones y frenó las importaciones, forzando un mecanismo de protección inmediato. Dolarizó los ingresos del Estado vía retenciones, pero dejó pesificado los gastos, sobre todo los salarios. Se revirtieron así dos temas centrales de la crisis: el déficit del comercio exterior y el déficit financiero. Inmediatamente se pasó a lo que duró hasta ahora, que se conoce como superávits gemelos.
¿Y la reactivación del aparato productivo?
Por esas dos medidas, las empresas tuvieron mejores condiciones para trabajar y pudieron duplicar su tasa de ganancia. Y todo sin inversión, porque la capacidad instalada era muy grande. Hasta el 2007 pudieron abastecer el mercado interno sin ninguna necesidad de realizar inversiones. Es decir, con costo fijo cero. Por otro lado, tenían que financiar su capital operativo y como no había crédito, porque los bancos estaban en crisis, lo que hicieron fue traer los dólares que se habían llevado afuera durante la Convertibilidad. Por cada dólar que sacaron, trajeron 33 centavos de dólar que le rendía más que el dólar anterior.
Todo eso lo hereda el kirchnerismo, que siempre fue muy hábil cuando dice “nosotros no hicimos la devaluación ni entramos en default”. Pero que se beneficiaron enormemente de eso, no cabe la menor duda.
¿O sea que Hubo una alianza de esos grandes capitales con Kirchner?
Lo que el capital le encomienda al kirchnerismo es poder realizar esa tasa de ganancia. Por lo tanto dinamiza el mercado interno con aumentos de salarios, convenciones colectivas, 20 aumentos consecutivos de la jubilación, subsidios (a los bancos pero también a la gente), paritarias. El gran crecimiento de las organizaciones de desocupados en realidad se basa en eso: Cualquiera que pasaba por el ministerio conseguía un plan. La cuestión era alimentar el consumo.
Se reducen los niveles de pobreza y desocupación. Esos primeros cuatro o cinco años de administración kirchnerista fueron muy eficientes. El mercado interno se dinamizó y las empresas ganaron mucho dinero.
¿Cómo jugó en todo esto el famoso viento de cola?
El kichnerismo fue muy hábil en aprovechar las situaciones que heredó, pero también para inducir ciertas políticas estatales favorables a esa situación. En eso contó también con otro favor que fue el mercado internacional, que venía en crisis y comenzó a reanimarse en mayo del 2003, mientras que la economía argentina comenzó a reanimarse a mediados del 2002, con la devaluación.
Entonces cuando a Néstor Kirchner le toca el “viento de cola”, la economía estaba mejor parada que un año antes. Y lo aprovechó inmensamente. Además, acá hubo dos cosas que en ese momento no se reparó demasiado, pero que salieron a la luz y es que el campo invirtió mucho en los noventa, se modernizó tremendamente. El campo argentino hoy es uno de los más productivos del mundo y eso le permitió responder rápidamente y abastecer el mercado externo.
La otra cuestión es que durante la década de los noventa se consolida un polo industrial exportador, que continúa hasta hoy.
Además, los precios de los commodities se dispararon...
Claro, hay un cambio en los términos del intercambio mundial, a partir de la demanda de China, del sudeste asiático y de la India. Podemos decir que estamos atravesando un período en donde hay escasez relativa de materias primas y de productos energéticos y sobreproducción relativa de productos e insumos industriales. Lo primero tira los precios de los commodities hacia arriba y lo segundo baja el de las manufacturas. Lo que era tradicional en las economías capitalistas dependientes, como las de toda América Latina, era que cada vez tenían que exportar más toneladas de granos para importar la misma cantidad de productos. Eso se invierte radicalmente y es lo que dura hasta ahora.
El neodesarrollismo
¿Y la industria que rol jugó en el modelo kirchnerista?
En la Argentina la industria siempre fue dependiente del flujo de la renta agraria a través del Estado. Desde sus orígenes no es competitiva, ni lo va a ser nunca, entonces necesita aparte de la tasa de ganancia por parte de la plusvalía que le extrae a los trabajadores, una parte de la cuota que le viene vía el flujo de la renta agraria.
De manera que hay “viento de cola”, pero no es lo único. También hay políticas estatales, que se verifican en la segunda administración kirchnerista.
¿Cuáles son esas políticas?
El primer período, que es del 2003 al 2008, es de crecimiento rápido y sin obstáculos. Del 2008 a fines del 2012 es de crecimiento pero con problemas, que el gobierno tiene que ir eludiendo, por medio de la nacionalización de las AFJP, la crisis de las retenciones, nacionalización de AySA y del Correo, la expropiación del 51% de las acciones de YPF. Todo ese paquete de nacionalizaciones le permiten al Estado hacerse de una cantidad de dinero. Se ve una mayor y más fuerte intervención del Estado en la segunda etapa de la administración kirchnerista, que es mucho más difícil, que en la primera. A Cristina le toca la difícil, no como a Kirchner que le tocó la fácil, a pesar de que aparece como el héroe nacional.
¿Qué balance haría entonces de la experiencia kirchnerista?
Lo que está claro es que en estos años se ve un ciclo expansivo de la economía como no hubo nunca en la historia de la Argentina. Hay que remontarse a los primeros años del siglo XX para encontrar 4 años de tasa de crecimiento del PBI del 10 por ciento, sobre la base de inversiones externas muy fuertes. Pero acá tenes 8 años, salvo el 2009 que impactó la crisis mundial, de crecimiento con promedio del 8 por ciento anual. En todo este período de administración kirchnerista el PBI creció un 90%, pero el PBI industrial creció más que el promedio. Eso explica el fuerte crecimiento del trabajo. Hoy la Población Económicamente Activa (PEA) ronda las 16 millones de personas. En los noventa había 60 mil metalúrgicos, hoy hay 250 mil; había 25 mil en SMATA y hoy hay 100 mil, y esto se reproduce en textiles, gráficas y otros sectores industriales.
¿Entonces, hay un proceso de industrialización real?
Entre los economistas hay dos visiones: los kirchneristas dicen esta es una matriz productiva diversificada, industrialista, con inclusión social. Otros dicen: “Acá está todo igual a los 90, no pasó nada”. Si uno analiza la composición del Producto Bruto en el año 1998, que fue el más alto de la Convertibilidad, y analiza el 2011, hay uno o dos puntos más en la composición del PBI. Punto más, punto menos, la estructura es la misma. Acá no pasó nada grave.
Ahora si uno analiza la evolución del Producto Bruto del 98 al 2002, ve que cae y ahí empieza a crecer. Pero el producto bruto industrial cae menos que el promedio, y cuando crece, lo hace mucho más que el promedio. Ahí hay un proceso de expansión de la industria, que es en el que se afirma el kirchnerismo.
Hay un fuerte proceso de recuperación industrial, pero no se puede decir que hay un proceso de industrialización ampliada, porque no hay grandes inversiones que permitan lograr un click, un momento bisagra.
¿Y qué habría que hacer para logarlo?
Hay toda una discusión respecto a si eso es posible en un proceso de globalización como el actual. Muchos dicen que volver a una industria integrada, más allá de si es buena o mala, eficiente o ineficiente, pero integrada al fin, como teníamos en los sesenta, ya no es posible. Hay que tener en cuenta que la matriz de Insumo Producto de la Argentina tiene entre un 38 y un 40 por ciento de importados. ¿Cómo resolver eso en un proceso de globalización?
Vos fijate que la industria de punta, que es la automotriz, es totalmente deficitaria en términos de divisas. Entre el 60 u 80 por ciento de los autos armados en la Argentina es importado. Los autos tienen componentes importados de 17 países.
¿Cómo caracterizaría a la experiencia económica del kirchnerismo?
El kirchnerismo se ha beneficiado ampliamente de dos medidas que no tomó: La declaración del no pago de un porcentaje importante de la deuda externa, que en ese momento era de 81.800 millones de dólares. Rodríguez Saá hizo una suspensión de pago unilateral, forzado por la situación, que duró 38 meses. En esos 38 meses no vinieron los Marines, no pasó nada, y el gobierno pudo destinar esos fondos para otras cosas. Así, tuvo una mayor capacidad financiera.
La segunda medida que no tomó y de la que se benefició ampliamente es la macro devaluación de Duhalde. Estos dos elementos jugaron decisivamente, sobre todo la macrodevaluación, porque pulverizó los salarios, favoreció las exportaciones y frenó las importaciones, forzando un mecanismo de protección inmediato. Dolarizó los ingresos del Estado vía retenciones, pero dejó pesificado los gastos, sobre todo los salarios. Se revirtieron así dos temas centrales de la crisis: el déficit del comercio exterior y el déficit financiero. Inmediatamente se pasó a lo que duró hasta ahora, que se conoce como superávits gemelos.
¿Y la reactivación del aparato productivo?
Por esas dos medidas, las empresas tuvieron mejores condiciones para trabajar y pudieron duplicar su tasa de ganancia. Y todo sin inversión, porque la capacidad instalada era muy grande. Hasta el 2007 pudieron abastecer el mercado interno sin ninguna necesidad de realizar inversiones. Es decir, con costo fijo cero. Por otro lado, tenían que financiar su capital operativo y como no había crédito, porque los bancos estaban en crisis, lo que hicieron fue traer los dólares que se habían llevado afuera durante la Convertibilidad. Por cada dólar que sacaron, trajeron 33 centavos de dólar que le rendía más que el dólar anterior.
Todo eso lo hereda el kirchnerismo, que siempre fue muy hábil cuando dice “nosotros no hicimos la devaluación ni entramos en default”. Pero que se beneficiaron enormemente de eso, no cabe la menor duda.
¿O sea que Hubo una alianza de esos grandes capitales con Kirchner?
Lo que el capital le encomienda al kirchnerismo es poder realizar esa tasa de ganancia. Por lo tanto dinamiza el mercado interno con aumentos de salarios, convenciones colectivas, 20 aumentos consecutivos de la jubilación, subsidios (a los bancos pero también a la gente), paritarias. El gran crecimiento de las organizaciones de desocupados en realidad se basa en eso: Cualquiera que pasaba por el ministerio conseguía un plan. La cuestión era alimentar el consumo.
Se reducen los niveles de pobreza y desocupación. Esos primeros cuatro o cinco años de administración kirchnerista fueron muy eficientes. El mercado interno se dinamizó y las empresas ganaron mucho dinero.
¿Cómo jugó en todo esto el famoso viento de cola?
El kichnerismo fue muy hábil en aprovechar las situaciones que heredó, pero también para inducir ciertas políticas estatales favorables a esa situación. En eso contó también con otro favor que fue el mercado internacional, que venía en crisis y comenzó a reanimarse en mayo del 2003, mientras que la economía argentina comenzó a reanimarse a mediados del 2002, con la devaluación.
Entonces cuando a Néstor Kirchner le toca el “viento de cola”, la economía estaba mejor parada que un año antes. Y lo aprovechó inmensamente. Además, acá hubo dos cosas que en ese momento no se reparó demasiado, pero que salieron a la luz y es que el campo invirtió mucho en los noventa, se modernizó tremendamente. El campo argentino hoy es uno de los más productivos del mundo y eso le permitió responder rápidamente y abastecer el mercado externo.
La otra cuestión es que durante la década de los noventa se consolida un polo industrial exportador, que continúa hasta hoy.
Además, los precios de los commodities se dispararon...
Claro, hay un cambio en los términos del intercambio mundial, a partir de la demanda de China, del sudeste asiático y de la India. Podemos decir que estamos atravesando un período en donde hay escasez relativa de materias primas y de productos energéticos y sobreproducción relativa de productos e insumos industriales. Lo primero tira los precios de los commodities hacia arriba y lo segundo baja el de las manufacturas. Lo que era tradicional en las economías capitalistas dependientes, como las de toda América Latina, era que cada vez tenían que exportar más toneladas de granos para importar la misma cantidad de productos. Eso se invierte radicalmente y es lo que dura hasta ahora.
Eso favorece a la Argentina. Este cambio de tendencia, para muchos analistas va a durar muchos años más, y por ese lado el país tiene ciertas garantías. Esto potencia la renta agraria, la renta de la soja, y le da fuerza a todo un sector neoconservador en la Argentina, que se ve ahora cuando los productores amenazan con demorar la comercialización de la oleaginosa. Por lo cual, pueden agudizar la crisis del sector externo, lo que se llama la restricción externa, y desfinanciar momentáneamente al Estado.
El neodesarrollismo
¿Y la industria que rol jugó en el modelo kirchnerista?
En la Argentina la industria siempre fue dependiente del flujo de la renta agraria a través del Estado. Desde sus orígenes no es competitiva, ni lo va a ser nunca, entonces necesita aparte de la tasa de ganancia por parte de la plusvalía que le extrae a los trabajadores, una parte de la cuota que le viene vía el flujo de la renta agraria.
De manera que hay “viento de cola”, pero no es lo único. También hay políticas estatales, que se verifican en la segunda administración kirchnerista.
¿Cuáles son esas políticas?
El primer período, que es del 2003 al 2008, es de crecimiento rápido y sin obstáculos. Del 2008 a fines del 2012 es de crecimiento pero con problemas, que el gobierno tiene que ir eludiendo, por medio de la nacionalización de las AFJP, la crisis de las retenciones, nacionalización de AySA y del Correo, la expropiación del 51% de las acciones de YPF. Todo ese paquete de nacionalizaciones le permiten al Estado hacerse de una cantidad de dinero. Se ve una mayor y más fuerte intervención del Estado en la segunda etapa de la administración kirchnerista, que es mucho más difícil, que en la primera. A Cristina le toca la difícil, no como a Kirchner que le tocó la fácil, a pesar de que aparece como el héroe nacional.
¿Qué balance haría entonces de la experiencia kirchnerista?
Lo que está claro es que en estos años se ve un ciclo expansivo de la economía como no hubo nunca en la historia de la Argentina. Hay que remontarse a los primeros años del siglo XX para encontrar 4 años de tasa de crecimiento del PBI del 10 por ciento, sobre la base de inversiones externas muy fuertes. Pero acá tenes 8 años, salvo el 2009 que impactó la crisis mundial, de crecimiento con promedio del 8 por ciento anual. En todo este período de administración kirchnerista el PBI creció un 90%, pero el PBI industrial creció más que el promedio. Eso explica el fuerte crecimiento del trabajo. Hoy la Población Económicamente Activa (PEA) ronda las 16 millones de personas. En los noventa había 60 mil metalúrgicos, hoy hay 250 mil; había 25 mil en SMATA y hoy hay 100 mil, y esto se reproduce en textiles, gráficas y otros sectores industriales.
¿Entonces, hay un proceso de industrialización real?
Entre los economistas hay dos visiones: los kirchneristas dicen esta es una matriz productiva diversificada, industrialista, con inclusión social. Otros dicen: “Acá está todo igual a los 90, no pasó nada”. Si uno analiza la composición del Producto Bruto en el año 1998, que fue el más alto de la Convertibilidad, y analiza el 2011, hay uno o dos puntos más en la composición del PBI. Punto más, punto menos, la estructura es la misma. Acá no pasó nada grave.
Ahora si uno analiza la evolución del Producto Bruto del 98 al 2002, ve que cae y ahí empieza a crecer. Pero el producto bruto industrial cae menos que el promedio, y cuando crece, lo hace mucho más que el promedio. Ahí hay un proceso de expansión de la industria, que es en el que se afirma el kirchnerismo.
Hay un fuerte proceso de recuperación industrial, pero no se puede decir que hay un proceso de industrialización ampliada, porque no hay grandes inversiones que permitan lograr un click, un momento bisagra.
¿Y qué habría que hacer para logarlo?
Hay toda una discusión respecto a si eso es posible en un proceso de globalización como el actual. Muchos dicen que volver a una industria integrada, más allá de si es buena o mala, eficiente o ineficiente, pero integrada al fin, como teníamos en los sesenta, ya no es posible. Hay que tener en cuenta que la matriz de Insumo Producto de la Argentina tiene entre un 38 y un 40 por ciento de importados. ¿Cómo resolver eso en un proceso de globalización?
Vos fijate que la industria de punta, que es la automotriz, es totalmente deficitaria en términos de divisas. Entre el 60 u 80 por ciento de los autos armados en la Argentina es importado. Los autos tienen componentes importados de 17 países.
Claro, esto no es un fenómeno solamente argentino. Posiblemente la composición importada en otros países no sea tan fuerte como acá, que está el acuerdo con el Mercosur que te traba cualquier cosa. Pero si no hubiera Mercosur, no habría industria automovilística, no sólo acá, sino en Brasil, porque no son competitivas internacionalmente. Es un problema del capitalismo dependiente argentino. No depende de cual o tal gobierno. Lo único que pueden hacer es tomar tal o cual medida, porque romper con esa dependencia implica tomar medidas mucho más profundas que ninguno de los gobiernos que hubo desde que volvió la democracia –y tampoco creo que los que vengan, al menos com este sistema- están dispuestos a tomar.
¿O sea que la pretensión revolucionaria o reformista del kirchnerismo es limitada?
Cuando uno analiza el kirchnerismo, ve cambios y continuidades. Esto se ve claramente en el bloque de poder. El bloque de las clases dominantes que se consolidó en los años noventa, es exactamente el mismo que ahora. Sobre todo porque no hay una fracción del capital nacional, una fracción de la burguesía, que dispute ese lugarcito bajo el sol, como había en los años 50 o 60. Eso no quiere decir que no haya burgueses nacionales. Heller, el banquero guevarista, es un burgués nacional, Buzzi, de la Federación Agraria, también es un burgués nacional, pero no tienen fuerza política para disputar.
Todo el intento del gobierno en crear desde el Estado toda una burguesía nacional en la que apoyarse, más allá de los negociados y el capitalismo de amigos, es un intento por recrear una burguesía nativa. Esa es la ilusión de Kirchner cuando hablaba de capitalismo serio.
El modelo coreano y la inflación
¿En qué modelo pensaba el kirchnerismo cuando lanza esa idea de recrear la burguesía nacional?
Yo creo que el kirchnerismo tiene la ilusión de recrear un proceso similar al que vivió Corea. A fines de los 50, principios de los 60, Corea creó desde el Estado una muy fuerte burguesía nacional. Pero las condiciones geopolíticas del mundo eran otras, eso había sido apoyado por Estados Unidos porque recién salía de la guerra con Corea del Norte. Estaba el conflicto de Vietnam que ya se venía, China y todavía estaba el bloque soviético. A tal punto fue favorecido en su creación por EEUU que se montó en Corea una gran fábrica de televisores color y se le entregó todo el mercado norteamericano cautivo.
Esas condiciones geopolíticas hoy no existen. En las condiciones actuales es muy difícil recrear una burguesía nacional, es muy difícil la ilusión que plantea la Presidenta a cada rato de inversiones extranjeras que vengan a desarrollar el país, porque no estamos en la época del desarrollismo. Esto que hay ahora es un neodesarrollismo, que nace del neoliberalismo y encuentra ahí sus limitaciones. Son limitaciones estructurales del capitalismo argentino y de la extracción de clase propia del kirchnerismo.
¿Por qué esas condiciones ya no están?
El mundo cambió. En este momento la orientación de las inversiones productivas externas van hacia China, la India, Brasil a México, no para estos lados, porque es un mercado muy chico. Además, en esta vocación neodesarrollista, el gobierno argentino, como puede, pone trabas. A la remisión de utilidades, control de capitales, a los precios. Una serie de medidas que el capitalismo mundial no está dispuesto a sostener. Muchas de las cosas que se hicieron en los 50 o 60 el capitalismo actual no las soporta.
¿Cómo explica la inflación?
La derecha y los liberales siempre plantean que la inflación es producto de un exceso de demanda. Lo que dicen es que hay que bajar la demanda para que se equipare con la oferta y así todo va a funcionar armoniosamente. Bajar la demanda significa menos gasto público, menos emisión y menos salario.
Es evidente que a medida que crece el nivel de emisión, algún grado de incidencia tiene sobre la inflación. Se está emitiendo al 40% pero acá las causas son varias. La principal es la alta tasa de ganancia con la que funciona el capitalismo argentino, que es un sistema capitalista muy concentrado. Hay 500 empresas fuertes que explican el 30% del PBI de la Argentina. Hay 200 empresas formadoras de precios y hay 50 empresas que explican el 15% del PBI. Estas son las empresas decisivas. Si el Estado, en vez de controlar precios en los locales a la calle, no controla los costos de producción de las 200 formadoras de precio y establece índices de rentabilidad razonables, como el sistema mundial y no la locura que es acá, no hay forma de controlar la inflación.
Pero en los 90 la estructura estaba tan concentrada como ahora…
Sí, pero tuvimos 3, 4 años de recesión en donde hubo tasas de deflación. Es otra cosa. No había inflación pero los salarios estaban planchados. Ahora los salarios se recuperaron mucho. Hoy los salarios se han recuperado al nivel del 2001 o un poco más en términos reales, lo cual para la burguesía argentina pesa. Si bien el componente salarial en el costo de un producto terminado no es significativo, las empresas siempre aprovechan.
El segundo punto es que esta no es una inflación de demanda sino de oferta. Hay poca oferta de productos porque no hay inversión de ampliación de la capacidad instalada. Los capitales apenas invierten para seguir por atrás a la demanda pero nunca se anticipan ampliando la capacidad. La tercera cuestión que incide sobre el precio de los alimentos es su precio a nivel mundial, que se traslada a todos los productos agropecuarios.
Eso tira para el precio de los alimentos. Por eso la política de retenciones no es sólo política fiscal sino que trata de desprender los precios locales de los internacionales. En realidad para eso la solución es la nacionalización del comercio de granos. Recuperar el IAPI, pero de una forma nueva, moderna, más ágil, más eficiente. El Estado tiene que fijar los costos y vender. No hay otra forma. El peso de la renta agraria volvió para quedarse, y va a ser un factor desestabilizador y de conflicto permanente.
¿Cómo afecta la inflación a los trabajadores?
Vamos a iniciar un año de mayor conflictividad social que los años anteriores, por el proceso inflacionario, que no es desbocado, pero que viene incrementándose desde el 2007, 2008. Se va acumulando y cada vez se espiraliza un poco más. La segunda cuestión que afecta a dos millones y medio de trabajadores sobre once o doce, el 25% de los asalariados, y que es mucho más en los asalariados que están en blanco, es el mínimo no imponible para las ganancias.
Primero, considerar ganancia al salario ya es un debate propio. Pero además al no actualizarse las escalas, paga el que gana 6000 pesos. Que a vos te echen del trabajo, te indemnicen, y vos pagues impuestos por esa indemnización es una inequidad. Pero además es una inequidad que paguen impuestos los que viven de un salario y no la renta financiera. Y tampoco hay impuesto a la herencia, porque la sacó Martinez de Hoz y nunca se volvió a implementar.
Todo esto va a traer conflictos, lo de los docentes es la punta del iceberg.
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