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Los primeros cambios en el gabinete nacional han traído un poco de aire fresco al alicaído staff gubernamental, y fueron bien recibidos en los mercados, aunque apaciguados con la designación de Axel Kicillof en Economía. En los pasillos de la Casa Rosada se habla de que los cambios continuarán; se busca reemplazar a Débora Giorgi, Carlos Tomada y Héctor Timerman. Desde el sciolismo ven con buenos ojos la sobreactuación de Capitanich y el massismo desapareció de la agenda política nacional
Los primeros cambios en el gabinete nacional han traído un poco de aire fresco al alicaído staff gubernamental, y fueron bien recibidos en los mercados, aunque apaciguados con la designación de Axel Kicillof en Economía. En los pasillos de la Casa Rosada se habla de que los cambios continuarán; se busca reemplazar a Débora Giorgi, Carlos Tomada y Héctor Timerman. Desde el sciolismo ven con buenos ojos la sobreactuación de Capitanich y el massismo desapareció de la agenda política nacional
Los primeros cambios en el gabinete nacional han traído un poco de aire fresco al alicaído staff gubernamental, y fueron bien recibidos en los mercados, aunque apaciguados con la designación de Axel Kicillof en Economía, al que le desconfían por sus anteriores ataques a las empresas privadas, como los responsables de la debacle inflacionaria nacional, y sus sesgos intervencionistas de la actividad.
En los pasillos de la Casa Rosada se habla de que los cambios continuarán; se busca reemplazar a Débora Giorgi, Carlos Tomada y Héctor Timerman. Dicen que si quieren salir a los mercados internacionales tienen que modificar la conducción en cancillería, ya que no es lo mismo un ministro de confrontación, como ha sido en los últimos años Timerman, que un canciller de consenso, como se necesita en la actualidad para los mercados.
Conforme se realicen las variantes, el mercado internacional analizará la confiabilidad de los interlocutores designados. Un solo dato llamó la atención y encendió las alertas de los financistas privados que marcan la tendencia económica; el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, ante el aumento de las naftas, deslindó una justificación poco creíble: cuando le preguntaron por qué había autorizado el incremento, dijo que se estaban cumpliendo acuerdos prexistentes.
Esto, lejos de apaciguar las aguas de la economía nacional, prendió un alerta en los analistas económicos; hasta dónde el jefe de Gabinete tiene libertad para manejar la economía, o debe seguir cumpliendo con acuerdos que muchos de los sectores económicos desconocen.
Al aceptar el cargo, Capitanich puso en juego su futuro político, y sabe en su interior que su suerte está atada a la suerte económica del Gobierno nacional: si a éste le va bien, el chaqueño puede ser un potencial candidato; si le va mal, estará fuera de juego.
La sobreactuación de su rol de jefe de Gabinete no ha sido tanta, pero sí ha tenido mucha repercusión, ya que hacía mucho tiempo que los despachos de la Casa Rosada y del Ministerio de Economía no se abrían todo un fin de semana para que los funcionarios trabajen. Con muy poco logró mucho.
La impronta que le puso el chaqueño a su nuevo cargo puede ser también su propia cruz. Al ser el centro de la escena nacional tiene dos situaciones que controlar: en primer lugar, los celos del kirchnerismo duro, que no está acostumbrado a que no sea otra que la misma Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, la que marque la tendencia; y por otro lado, la sociedad siempre hizo responsable de los descalabros políticos a los que asomaban la cabeza.
Desde el sciolismo ven con buenos ojos la sobreactuación de Capitanich, por cuanto creen que la ola de reclamos sectoriales se lo llevará puesto con el sólo transcurso del tiempo; los problemas sistémicos del Gobierno le van a jugar en contra, y sólo el carisma y aceptación popular de Scioli van a posicionar al Gobernador como el mejor candidato presidencial del oficialismo.
El massismo desapareció de la agenda política nacional. En primer lugar, por el exceso de confianza en la imagen de su líder, y en segundo término porque sobreestimó la derrota del kirchnerismo, creyendo que los contundentes triunfos electorales lo habían hecho desaparecer de la escena política nacional.
No es suficiente sólo la confianza en la imagen de un candidato; ahora entran a jugar el armado político y acuerdos sectoriales que resultan necesarios para crecer, y la carrera para el massismo va a ser cuesta arriba.
En el segundo caso, el kirchnerismo no está muerto; la historia nos muestra que cada vez que pierde una elección se recicla, y viene con más fuerza. La teoría del “pato rengo” difícilmente se aplique en ellos hasta cerca del plazo de vencimiento de mandato, por una simple razón: con la composición de las cámaras legislativas aún cuentan con el poder de daño, y tienen la posibilidad de aplicar premios y castigos a aquellos dirigentes políticos y sectoriales que les da el privilegio de manejar la caja de forma discrecional.
Lo único claro en el panorama político nacional es que no hay gobierno posible sin el peronismo dentro de él, y los coletazos que vamos a ver en los próximos tiempos serán solamente mutaciones del propio peronismo adaptándose a la nueva realidad.
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