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domingo, 5 de enero de 2014

El peronismo empieza a discutir opciones para estabilizar al Gobierno


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Gobernadores y sindicalistas no aceptan el liderazgo político de Zannini, ante la ausencia de Cristina. Las opciones que empiezan a barajarse para poner un freno a la crisis de falta de conducción. La intimidad de la Presidenta en El Calafate.
El fin de semana pasado, en plena crisis de cortes de luz y piquetes, Cristina Kirchner
 decidió ir a comprar unos malvones a un vivero de El Calafate. El dato se comenta con preocupación en los círculos de decisión del peronismo, real sostén del Gobierno.
No es fácil acceder a la Presidenta. Solo acepta muy puntuales llamados de sus funcio
narios y de ocho consultas que le hacen, apenas responde dos y las otras seis suele despacharlas con una frase que empieza a ser marca registrada: “Hablalo con Coki”.
El problema es que Jorge Capitanich esta muy lejos de haberse constituido en un nue
vo eje de poder que suplante la ausencia de Cristina. Las definiciones políticas del oficia
lismo siguen en manos de Carlos Zannini. Pero ese dispositivo está en crisis.
No es querido ni respetado por el peronismo y menos por los sindicatos. Nada menos
 que el sustento real del Gobierno, mal que le pese a los kirchenristas ultras de La Cám
pora y otras agrupaciones, que plasmaron su idea política con unos afiches que tapizan
 el histórico edificio del Ministerio de Obras Públicas de la 9 de Julio, con la frase: “El peronismo será kirchnerismo o no será nada”.
Ese deseo es sólo eso, un deseo. La realidad es que a los peronistas que tienen responsa
bilidad de gobierno y deben poner la cara ante sus votantes o afiliados, los urgen deba
tes más concretos: ¿Cómo estabilizar y sacar de esta inercia desordenada a un Gobierno
 que no logra ponerle freno a la crisis?
Una idea que circula por estas horas es tratar de convencer a Cristina de la necesidad
 de convocar a elecciones internas para definir una nueva conducción del PJ a nivel nacio
nal, para poco después de mediados de año. “Ella necesita ponerle una zanahoria al pero
nismo, que le permita mantener un tiempo más el lugar de árbitro, sino se va a quedar
 sola y el poder se va a ir a otro lado”, razonaba ante LPO un experimentado dirigente
del establishment peronista.
La estructuración de esa interna sería el mecanismo ideado para formalizar una nueva
 liga de gobernadores, sindicalistas y dirigentes importantes que se conviertan en el eje
 de poder que de sustento al último año y medio de mandato de Cristina.
Se trataría claro de una derrota para Zannini, La Cámpora y otros sectores que usufruc
tuaron -acaso en exceso- un poder que emana de votos que ellos no tienen. Pero no pare
ce una mala solución para la crisis de liderazgo que vive el país.
Y en todo caso, en el peronismo profundo ya anticipan: “Si Cristina no se pone a la cabeza
 de ese proceso, se va a dar igual a pesar de ella, como ya pasó en el PJ bonaerense”, don
de los intendentes se quedaron con el partido.
Cristina está absolutamente focalizada en el cuidado de su salud, al punto que tiene abru
mado al médico que mantiene a su lado para el cuidado diario, con consultas permanentes.
 El doctor Facundo Manes, no sin poca habilidad, logró zafar del yugo de asistencia conti
nua a la Presidenta y recuperó parte de su vida.
Las prioridades de Cristina son incuestionables. Nada es mas importante que la vida y
 la salud. El problema es que por su propio estilo de construcción tan personalista, se ha producido un vacío de poder que la dupla Capitanich-Kicillof no han logrado sortear. Sus
 pares no los reconocen como última palabra de casi nada. Y ellos tampoco han demos
trado creatividad, decisión y claridad de rumbo. Tuvieron la oportunidad y hasta ahora
 fue desperdiciada.
El mecanismo de acceso a la última instancia de decisión sigue siendo el mismo: Zanni
ni o Máximo. Fue el que utilizó el diputado camporista José Ottavis, para abortar un
avance de Scioli. El gobernador ya tenía acordadas las autoridades de la Legislatura bonaerense, en un reparto que excluía al camporismo.
Ottavis logró que Cristina lo atendiera por teléfono –acaso a través de su amistad con Máximo-. Enfrente de él estaba Zannini, que por algún motivo hasta ese momento apo
yaba la iniciativa de Scioli.
Cristina lo escucho y expeditiva le contestó: “Esta bien, hagan lo que propones vos”, que
 era mantener casi sin cambios las actuales autoridades que incluyen al propio Ottavis
 como vicepresidente de la Cámara de Diputados bonaerenses.
“Pero Cristina, por favor deciselo a Carlos”, imploró Ottavis. “Bueno pásame”, le contes
tó la Presienta y cuando Zannini se puso al teléfono se limitó a decirle: “Hace lo que dice
 José”, y cortó.
El secretario Legal y Técnico tragó saliva y furioso le dijo a Ottavis: “Esta me la voy a
cobrar”.
Una instancia decisiva en la definición de poder y de no ser por el vínculo personal de
 Ottavis con Máximo, la Presidenta hubiera estado ajena a su resolución. No fue fácil involucrarla en esa ocasión y ahora según comentan en el Gobierno, es todavía más difícil.
Ese es el problema central. No hay conducción.
Se vio en la crisis eléctrica, el Gobierno parecía –parece- un barquito de papel zarande
ado por unos acontecimientos que no logra encausar. Pasó de tratar de tapar el tema en
 los medios, a la amenaza de estatización, a terminar en un anuncio de multas que remi
te a “soluciones” ya probadas y fracasadas. Como los acuerdos de precios.
“Cristina cada tanto llama a alguno, lo reta, pero después no pasa nada. Ya le tomaron
 el tiempo”, explicó otra fuente de acceso frecuente al poder. La Presidencia a control
 remoto no parece el mecanismo más adecuado para conducir un movimiento como el peronismo.
Es verdad que estamos en un tiempo especial. Que las vacaciones permiten alargar la indefinición y acaso trasmitan a algunos hombres importantes del Gobierno la equivo
cada sensación que están viviendo un mundo posible. Pero las vacaciones, como hace
 ya mucho tiempo lo descubrieron Los Ramones, no son eternas. 

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