Esta mañana el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, tenía guardado un anuncio fuerte para ponerle contenido a sus conferencias diarias, que cada vez se le hacen más difíciles de sostener. Sin perder su tono robótico, anunció que la Argentina comenzará a importar tomates provenientes de Brasil por indicación directa de la Presidenta, como parte de la batería de medidas que el Gobierno está ensayando para frenar la inflación.
Según pudo saber La Política Online de fuentes oficiales, la idea la venía manejando el ministro de Economía, Axel Kicillof, quien convenció anoche a Cristina Kirchner que la iniciativa lograría mantener estables los valores del tomate y permitiría facilitar el cumplimiento del acuerdo de precios que lanzó hace pocos días atrás su protegido, Agusto Costa.
Casi de inmediato, la Presidenta ordenó a Capitanich hacer pública la medida y advertir a los demás sectores productores de alimentos básicos que ante cualquier suba de precios vendrá como contrapartida (y casi como castigo) la apertura de las importaciones.
Del tomate
LPO consultó a productores y representantes del sector para saber si es necesario importar tomates teniendo en cuenta que los precios del producto en el mercado local se mantienen estables desde octubre a esta parte y nada hace prever cambios en los próximos meses.
“Evidentemente el Gobierno no analizó bien la medida porque no tiene sentido importar tomates en pleno verano cuando en muchas zonas del país están registrando muy buenas cosechas en estos días”, apuntó Juan Carlos Favaro, productor de la provincia de Santa Fe.
“En los meses de septiembre/octubre por razones estacionales quizás se podría haber analizado esa posibilidad porque el cajón de 17 kilos llega a costar alrededor de 500 pesos”, indicó Favaro, y luego agregó que “ahora en esta época del año no vale ni un cuarto de ese precio”.
Especialistas consultados por LPO reconocen que el hecho de habilitar la importación de productos básicos que escasean en el mercado local es una medida que se toma en cualquier país serio del mundo. El tema es que, en el caso puntual del tomate, actualmente no es necesario implementar esta idea.
Sí lo fue, por ejemplo, durante el último trimestre del año pasado cuando el ex secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, se negaba sistemáticamente a habilitar las importaciones de trigo en momentos en los que los precios de los productos derivados se dispararon.
Por su parte, Martín Cibot, productor de la zona de Mar del Plata, comentó a este medio que “la demanda de tomates se cayó notablemente en las últimas semanas, al punto tal que estamos tirando lo que no vendimos porque se pudren”.
“Con estos precios que venimos recibiendo, más el aumento de combustibles y las paritarias que se vienen, estamos en un problema muy serio que va a incidir sobre el bienestar de las familias que viven de esta producción en la zona”, alertó Cibot.
En la misma línea, fuentes del Mercado Central, que prefirieron no dar su nombre, contaron a LPO que se están tirando alrededor de 4.500 kilos de tomate por semana y que se vende actualmente a un precio de entre 50 y 60 pesos por cajón de 17 kilos (el precio minorista se ubica en torno a los 15 pesos).
Como sea, los que conocen del tema señalan que la idea de importar tomates de Kicillof es tan disparatada que en ningún momento se analizaron los costos que traería la medida para los productores locales que sufrirían una inevitable baja en el precio de venta final del producto.
“Esto va a desalentar la producción de tomates y la próxima campaña sí vamos a tener un serio problema de abastecimiento porque muchos se van a retirar de la actividad”, dijo Alberto Pate, presidente de la Asociación de Productores Hortícolas de La Plata.
Lo cierto es que tampoco Kicillof evaluó los costos que la medida traería para los propios importadores que se ven muy desfavorecidos por la paridad cambiaria con Brasil. “Tengo mis serias dudas de que se concrete si quiera una importación porque los precios en dólares son altísimos”, agregó.
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