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lunes, 8 de febrero de 2016

En el Gobierno ya hablan de ministros de primera y de segunda

LPOMarcos Peña retó a algunos ministros por el rol timorato de los primeros dos meses. Les pidió que empiecen a gestionar.
En el Gobierno ya se habla de los ministros de primera y segunda categoría por el rol que les asignó Mauricio Macri a horas de que se cumplan los primeros dos meses de su gestión.
Quien definió las categorías fue el jefe de gabinete, Marcos Peña, 
que debió retar a algunos funcionarios por el desempeño que tuvie
ron hasta el momento.
Peña debió pedirle a un grupo de ministros que empiece a gestionar
 y que bajen el perfil en los medios de comunicación, la obsesión del
 jefe de gabinete. Ya les había exigido que no hablaran de la herencia
 kirchnerista, un pedido que en el Ejecutivo tildaron de "modelo ballena".
En la primera juegan por ahora Rogelio Frigerio, que adquirió un rol 
preponderante en el Gobierno pese a los chispazos que tuvo con el je
fe de gabinete y Alfonso Prat gay, que también tiene cortocircuitos 
con Peña.
También están Andrés Ibarra, el encargado de echar ñoquis campo
ristas, Jorge Triaca, el responsable de las paritarias, Juan José Aran
guren, la cara del tarifazo eléctrico y Guillermo Dietrich, de Transpor
te. A ese pelotón todavía pertenece la ministra de Seguridad, Patricia
 Bullrich, la más golpeada hasta el momento por el affaire de los pró
fugos de General Alvaer.
Quienes fueron degradados a la segunda fueron los ministros “más
 propios”, como Francisco Cabrera, Jorge Lemus, Carolina Stanley
 –los tres fueron ministros porteños- y Sergio Bergman.
El rabino es acaso el ministro con la gestión más nula hasta el mo
mento, ya que tardó mes y medio en definir el organigrama, interveni
do en varias áreas. Al mismo tiempo, el ministro de Ambiente protago
nizó un papelón en medio del incendio del parque Los Alerces, cuan
do retrasó una hora el vuelo de Aerolíneas de Esquel a Buenos Aires
 dando entrevistas y encima le reclamó a una azafata que le cargaran
 las millas, lo que le valió un insulto de uno de los pasajeros, según 
publicó Clarín.
Las últimas reuniones de gabinete fueron un ejemplo de la disciplina
 impuesta por Peña: los ministros de segunda ni siquiera se animan
 a pedir la palabra.

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