Es el más testarudo del gabinete y choca con el ala política. Esta sema
na fue cuestionado por incompatibilidad de intereses. Lamenta afectar
la imagen de Macri.
Un legado. Para el país, para el Gobierno, para los argentinos, para su familia y, también, para él mismo. Un nuevo y último desafío que lo haría entrar en los libros de Historia, el salto al otro lado del mostrador, ese que amenazaba dar desde hace una década cuando en solitario se le plantaba al otrora poderosísimo matrimonio Kirchner. Sabía que iba a ser difícil, y para eso se propu
so, por sobre todas las otras, la promesa de no traicionarse jamás a
sí mismo y a sus principios. La testarudez que lo caracteriza la cono
ció Mauricio Macri apenas invitó al entonces CEO de Shell a sumar
se al Gobierno que aspiraba liderar. “Mirá que las acciones de la em
presa son mías, no las voy a vender”, le puso como única condición
al candidato del PRO y le advirtió por dónde venía la mano: Juan Jo
sé Aranguren dice siempre lo que piensa. Muchas veces, más de lo
que al Gobierno le gustaría.
En el partido todos entendían que sumar a alguien como Aranguren
era una apuesta arriesgada. A pesar de que, en los casi cuarenta años
que pasó en Shell -donde escaló de cadete a CEO-, demostró ser al
guien de inteligencia y capacidad notable, nadie desconocía la falta
de experiencia política del hoy ministro de Energía. Pero más de uno
se sorprendió ante la poca cintura de la que Aranguren hizo gala en
varias ocasiones: cuando dijo que los cortes de luz programados eran
“lo que hay”, en referencia a la complicada situación energética del
aís, o la vez que aseguró que si “el conductor piensa que la nafta está
demasiado cara, la dejará de comprar”, luego de los aumentos. Algu
nos, incluso, se enojaron. Los cortocircuitos entre el ala política del Go
bierno, en especial el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el encar
gado del ajuste más duro que hubo hasta ahora no fueron menores. In
cluso hubo rumores, que luego fueron desmentidos, de renuncia. “Yo
no amago: si me tengo que ir, me voy”, lanzó el ministro, fiel a su es
tilo. Pero sabe que sus comentarios hicieron ruido y asume la culpa.
Cambiemos. No fue sencilla la adaptación para Aranguren. Desde que
se peleó fuerte con los Kirchner en el 2005 por su intención de aumen
tar los valores de la nafta, el CEO de Shell empezó a construir una carre
ra política que nadie, ni siquiera él, se hubiera imaginado. “Antes de los
cruces con el anterior gobierno, Aranguren era un jugador de mitad de
tabla en el mundo petrolero”, dice un empresario del sector. Los que
conocen a “Juanjo” -todos sus colaboradores lo llaman así- aseguran
que no hubo premeditación ni estrategia en la escalada de conflictos
con Guillermo Moreno (ver recuadro) y con Néstor que lo llevó, en
gran medida, a ocupar el cargo que hoy tiene: cuando se convence de
algo, es imposible lograr que Aranguren cambie de opinión. Tanta con
fianza se tiene que, cuando Macri le dio a elegir entre YPF y el Ministe
rio de Energía, Aranguren no lo dudó y eligió el hierro más caliente. Su determinación fue inamovible hasta los primeros días de junio, en los
que tuvo que recular en su plan energético y anunció que se le pondría
un techo de 400% a los aumentos de gas para las residencias y 500%
para los comercios. La medida, una victoria del sector del Gobierno que
más en contacto está con los gobernadores e intendentes que sufren el
tarifazo, se entendió como un virtual tirón de orejas al ministro, aunque
luego el Presidente salió a defenderlo.
“No fue un error, es parte de un aprendizaje”, dicen desde el entorno de Aranguren, y destacan que el ex CEO de Shell está entendiendo que a
veces la política pesa más que las estrategias que se piensan con la cal
culadora en mano. Todo este tira y afloje es nuevo para él, alguien que
venía de un mundo muy profesional y estructurado: en su silencioso
mea culpa sufre horrores, cuentan sus íntimos, cuando ve lo mal que
le repercute al Gobierno, y en especial al Presidente, sus últimas meti
das de pata. Su peor semana desde que asumió, donde oscilaba entre
la bronca y la tristeza, fue luego de sus polémicas declaraciones sobre
la nafta.
Lo mío es mío. Uno de los focos de los problemas era algo que él ya le
había advertido al mismo Macri: su fuerte vinculación con la empresa
que lo vio crecer. Su participación en Shell, que según su última declara
ción jurada asciende a más de $ 16 millones en acciones, lo pone al bor
de del delito de la incompatibilidad. Incluso fue denunciado por los dipu
tados kirchneristas Martín Doñate y Rodolfo Tailhade, e imputado por el
fiscal Carlos Stornelli. De acuerdo a la acusación, Aranguren habría be
neficiado directamente a su ex empresa y a sí mismo, mediante el au
mento de la tarifa del gas y por la decisión de comprar este elemento a
Chile -que a su vez lo compra a una empresa de la que Shell es acciona
ria- y no a Bolivia, como se venía haciendo desde hace años. “Está mo
vido por un interés personal”, dice Tailhade.
Desde el ministerio niegan cualquier conveniencia. Aseguran que ahora
el gas se importa desde Chile porque Bolivia entró en crisis como abas
tecedora, y que cualquier contacto directo entre la cartera y Shell se ha
ría a través de los subalternos de Aranguren, quien se negó a vender al
go que siente que se ganó y que le gustaría dejar como herencia. El mi
nistro, como siempre, está seguro de lo que hace.
so, por sobre todas las otras, la promesa de no traicionarse jamás a
sí mismo y a sus principios. La testarudez que lo caracteriza la cono
ció Mauricio Macri apenas invitó al entonces CEO de Shell a sumar
se al Gobierno que aspiraba liderar. “Mirá que las acciones de la em
presa son mías, no las voy a vender”, le puso como única condición
al candidato del PRO y le advirtió por dónde venía la mano: Juan Jo
sé Aranguren dice siempre lo que piensa. Muchas veces, más de lo
que al Gobierno le gustaría.
En el partido todos entendían que sumar a alguien como Aranguren
era una apuesta arriesgada. A pesar de que, en los casi cuarenta años
que pasó en Shell -donde escaló de cadete a CEO-, demostró ser al
guien de inteligencia y capacidad notable, nadie desconocía la falta
de experiencia política del hoy ministro de Energía. Pero más de uno
se sorprendió ante la poca cintura de la que Aranguren hizo gala en
varias ocasiones: cuando dijo que los cortes de luz programados eran
“lo que hay”, en referencia a la complicada situación energética del
aís, o la vez que aseguró que si “el conductor piensa que la nafta está
demasiado cara, la dejará de comprar”, luego de los aumentos. Algu
nos, incluso, se enojaron. Los cortocircuitos entre el ala política del Go
bierno, en especial el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el encar
gado del ajuste más duro que hubo hasta ahora no fueron menores. In
cluso hubo rumores, que luego fueron desmentidos, de renuncia. “Yo
no amago: si me tengo que ir, me voy”, lanzó el ministro, fiel a su es
tilo. Pero sabe que sus comentarios hicieron ruido y asume la culpa.
Cambiemos. No fue sencilla la adaptación para Aranguren. Desde que
se peleó fuerte con los Kirchner en el 2005 por su intención de aumen
tar los valores de la nafta, el CEO de Shell empezó a construir una carre
ra política que nadie, ni siquiera él, se hubiera imaginado. “Antes de los
cruces con el anterior gobierno, Aranguren era un jugador de mitad de
tabla en el mundo petrolero”, dice un empresario del sector. Los que
conocen a “Juanjo” -todos sus colaboradores lo llaman así- aseguran
que no hubo premeditación ni estrategia en la escalada de conflictos
con Guillermo Moreno (ver recuadro) y con Néstor que lo llevó, en
gran medida, a ocupar el cargo que hoy tiene: cuando se convence de
algo, es imposible lograr que Aranguren cambie de opinión. Tanta con
fianza se tiene que, cuando Macri le dio a elegir entre YPF y el Ministe
rio de Energía, Aranguren no lo dudó y eligió el hierro más caliente. Su determinación fue inamovible hasta los primeros días de junio, en los
que tuvo que recular en su plan energético y anunció que se le pondría
un techo de 400% a los aumentos de gas para las residencias y 500%
para los comercios. La medida, una victoria del sector del Gobierno que
más en contacto está con los gobernadores e intendentes que sufren el
tarifazo, se entendió como un virtual tirón de orejas al ministro, aunque
luego el Presidente salió a defenderlo.
“No fue un error, es parte de un aprendizaje”, dicen desde el entorno de Aranguren, y destacan que el ex CEO de Shell está entendiendo que a
veces la política pesa más que las estrategias que se piensan con la cal
culadora en mano. Todo este tira y afloje es nuevo para él, alguien que
venía de un mundo muy profesional y estructurado: en su silencioso
mea culpa sufre horrores, cuentan sus íntimos, cuando ve lo mal que
le repercute al Gobierno, y en especial al Presidente, sus últimas meti
das de pata. Su peor semana desde que asumió, donde oscilaba entre
la bronca y la tristeza, fue luego de sus polémicas declaraciones sobre
la nafta.
Lo mío es mío. Uno de los focos de los problemas era algo que él ya le
había advertido al mismo Macri: su fuerte vinculación con la empresa
que lo vio crecer. Su participación en Shell, que según su última declara
ción jurada asciende a más de $ 16 millones en acciones, lo pone al bor
de del delito de la incompatibilidad. Incluso fue denunciado por los dipu
tados kirchneristas Martín Doñate y Rodolfo Tailhade, e imputado por el
fiscal Carlos Stornelli. De acuerdo a la acusación, Aranguren habría be
neficiado directamente a su ex empresa y a sí mismo, mediante el au
mento de la tarifa del gas y por la decisión de comprar este elemento a
Chile -que a su vez lo compra a una empresa de la que Shell es acciona
ria- y no a Bolivia, como se venía haciendo desde hace años. “Está mo
vido por un interés personal”, dice Tailhade.
Desde el ministerio niegan cualquier conveniencia. Aseguran que ahora
el gas se importa desde Chile porque Bolivia entró en crisis como abas
tecedora, y que cualquier contacto directo entre la cartera y Shell se ha
ría a través de los subalternos de Aranguren, quien se negó a vender al
go que siente que se ganó y que le gustaría dejar como herencia. El mi
nistro, como siempre, está seguro de lo que hace.
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