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domingo, 20 de marzo de 2022

Alberto dixit: “Si querían un chirolita hubieran elegido a Parrilli”

 



Las diferencias entre Alberto y Cristina, al revés de lo que sostiene la 

portavoz Cerrutti, no son personales sino políticas y de fondo. El cree 

que todo irá bien. Ella que caminan hacia el fracaso. Mientras tanto, La

 Cámpora gana la calle

Sergio Massa salió del despacho de Cristina en el Senado -todavía lleno 

de vidrios por los piedrazos contra los ventanales- y no dudó en what

sappearle al Presidente: “llámala” escribió mientras caminaba hacia el

 recinto de Diputados. No iba solo. Su circunstancial compañía miró 

de reojo la respuesta: “Es que me va a putear…”. Eran las cuatro de la 

tarde del jueves 10 de marzo. La lista de oradores para opinar sobre el 

acuerdo con el FMI recién comenzaba en la Cámara baja.

Massa insistió dos veces más.

Casi a las seis, cuando finalmente llegó el mensaje presidencial, prime

ro a Mariano Cabral, secretario privado de CFK, y después a ella misma, 

el despacho de la vicepresidenta no tenía sólo los vidrios rotos.

Estaba incendiado. Es cierto. Ella nunca contestó.

Alberto Fernández, en sus 27 meses de mandato, debe estar acostumbra

do a que le claven el visto. El silencio y la distancia fue la manera que, al 

parecer, eligió Cristina para demostrar, según los momentos, su discon

formidad, su tristeza, su decepción o su ira. Pero, por decisión del Presi

dente, esta es la primera vez que se comunica oficialmente y con detalle 

la incomunicación entre el binomio electo en diciembre de 2019

Gabriela Cerrutti, la portavoz del Gobierno, lo hizo público primero en

su conferencia semanal y después ante Ernesto Tenembaum en radio: 

Lo que sucede ahora es que no se hablan, el día en que sucedió le en

vió un mensaje para ver como estaba y no le respondió”.

Hasta ahí los hechos. Que ya son de detallado conocimiento público 

como los dimes y diretes de los famosos en los programas chimente

ros de la tele. Paro Cerrutti, esta falta de comunicación no se inscribe 

en la esfera política sino de “relaciones personales”.

Craso error. Alberto y Cristina tuvieron diferencias estilísticas desde 

siempre. Pero hoy el mutuo hartazgo personal está sostenido por dos

 miradas casi antagónicas de lo que es el presente pero, sobre todo, 

lo que será el futuro del país a mediano plazo. Para el Presidente el 

acuerdo con el FMI que mañana debatirá el board en Washington no 

implica un ajuste. Es más, entiende que es el inicio de una etapa de 

mayor tranquilidad en los mercados y la confirmación de que Argenti

na deja atrás la pandemia para confirmar el camino de la recuperación 

que se inició el año pasado con el crecimiento del 10%.

Tan entusiasmado está Alberto con el porvenir que en un exabrupto cua

si suicida en términos comunicacionales, preanunció la guerra contra la

 inflación con cuatro días de anticipación. El término no solo quedó gran

dilocuente ante la suavidad de las medidas del discurso de ayer, sino

 que encima disparó aumentos de precios “por las dudas”, en las prin

cipales alimenticias del país.

Mala praxis que se sumará seguramente en el índice de marzo que ya

 viene disparado por el aumento de los combustibles, la suba del valor

 internacional de los comodities por la guerra y el arrastre del 4,7 de 

febrero.


Si al menos hubiera usado filminas para explicar tranquilo que está pa

sando con los precios internacionales como hacía en la pandemia, una 

parte de la gente al menos entendería. Pero no puede ni con eso”, se 

lamentaban, lapidarios, alrededor de la vicepresidenta.

Igual está claro que la crítica de Cristina a la gestión no es sólo en tér

minos comunicacionales. Desde los funcionarios que no funcionan

 hasta el acuerdo con el FMI, la vicepresidenta está convencida hoy 

que el Gobierno -mas allá de la pandemia- no está cumpliendo con las

 expectativas que generó cuando le ganó al macrismo. Está convenci

da que el acuerdo es ajuste, que elevar las tasas de interés generará 

freno al crecimiento, que atar el dólar a la inflación es comerse la cola

 y generará una espiral especulativa e inflacionaria y que la recupera

ción del salario real en este contexto y con esta dirección es casi im

posible.

El gran problema es que hoy de todo esto y a puertas cerradas no se

 habla en la coalición gobernante. Porque no solo no se habla del aten

tado al despacho de la vicepresidenta. No se habla de nada. Y ahí el 

problema deja de ser personal para pasar a ser fundacional en lo pol

ítico.

Está claro que Alberto no hubiera llegado nunca a Presidente si no lo

 hubiera elegido Cristina. Ahora qué pacto inicial hubo y claramente 

se rompió es aún una incógnita. En el Instituto Patria dicen que “Al

berto se apunó”, dando a entender que cuando tuvo el poder de la

 lapicera se mareó.

El Presidente tiene otra versión: “Me dijo que conmigo podíamos acer

car a Massa y a los gobernadores. Si querían un chirolita lo hubieran

 puesto a (Oscar) Parrilli”, se sinceró esta semana ante un amigo que 

no es de los cortesanos habituales y que está, como muchos, preocu

pado por el futuro de la coalición. O, mejor dicho, por el futuro de los 

dos años que quedan de gobierno.

Está claro que semejante transparencia en los encontronazos de Alber

to y Cristina hace que el kirchnerismo y el “albertismo” esté hoy más 

en ebullición que nunca. Cualquier excusa es buena para desatar tem

pestades. Los K le siguen contando las costillas a Martín Guzmán y los

 amigos del Presidente no pierden oportunidad para convencerlo que 

se saque de encima a todos los funcionarios que responden a Máximo.

El que se va a encontrar en una encrucijada esta semana que empieza

 hoy es el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla Corti

La Cámpora anunció ayer que el próximo 24 de marzo volverá a hacer 

la tradicional caminata de 13 kilómetros desde la ex ESMA hasta Plaza 

de Mayo, como hicieron en el 2017, 2018 y 2019, y que se cortó por la 

pandemia. La consigna es bien peronista “Primero la Patria”.

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