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miércoles, 29 de junio de 2011

Cristina: el camino a la reelección

El impacto nacional e internacional que tuvo el nada sorprendente anuncio de la Presidenta sólo se explica por las altas expectativas que existen sobre sus chances de éxito electoral. El análisis crítico del politólogo Julio Burdman pone el acento en la decisión de Cristina Fernández de presentarse a un nuevo período presidencial
 
* Por Julio Burdman

El escenario más probable, a cuatro meses de los comicios, es la reelección. Esta perspectiva es excepcional. El personalismo y la continuidad presidencial no son una característica de la matriz política argentina. Fuimos regidos a lo largo de 140 años por una Constitución antireeleccionista y durante la mayor parte del siglo XX, ninguno de los presidentes -ni siquiera los dictadores militares- pudieron completar sus mandatos.
La creencia generalizada, sin embargo, dice que nuestros presidentes son gobernantes hegemónicos y reyes en potencia. Una exageración sin fundamentos históricos, en todo caso solo aplicable a ciertos liderazgos provinciales. A nivel presidencial, más fuerte que el continuismo ha sido la fobia antireeleccionista. Hay una tradición de discurso que está en los cimientos de nuestra independencia y sus ideales republicanos, que se prolonga con el antirosismo, el liberalismo del siglo XIX y el radicalismo, que se ha obsesionado con el fantasma del presidencialismo monárquico. Todos la tenemos marcada a fuego en nuestro inconsciente. De Alfonsín a Kirchner, los presidentes fueron acusados, ya desde sus primeros años, de querer eternizarse en el poder. El temor a que los presidentes duren demasiado en un país en que duran poco y nada, es como un alambrado de púas en el centro de la ciudad de Luxemburgo.
Roca y Perón fueron los únicos líderes políticos de nuestra historia constitucional que duraron más allá de lo previsto. Menem quiso hacerlo, pero no llegó. Y ahora, con el kirchnerismo, nuevamente se plantea la posibilidad de que un gobierno trascienda la temporalidad de su mandato y se transforme en una "era política". Sobreponerse a los límites que impone la tradición antireeleccionista, sólo se logra en circunstancias excepcionales, que son las que en este caso explican la ventaja que lleva Cristina Kirchner en las encuestas.

Por un lado, un entorno económico favorable con un pronóstico aún positivo. La crisis en Europa y la desaceleración en Estados Unidos proyectan -por varios años- precios altos para nuestros productos exportables y más transferencia de capitales a los emergentes. Por el otro, su organización política, que con sus luces y sombras, es muy superior a la de las fuerzas de oposición. Y finalmente, un clima de ideas que lo acompaña. El kirchnerismo ha logrado que se lo identifique con la integración latinoamericana, la distribución del ingreso, el fortalecimiento del Estado, el cuestionamiento de la globalización financiera, la renovación generacional y otras metas y valores que son respaldadas por la opinión pública urbana y los referentes de la sociedad civil. Tiene las ideas de su lado. Este aura de triunfo cultural, si bien es comprendido en principio solo por el segmento más educado del electorado, tiene un efecto multiplicador, que explica la sociología electoral clásica: lo que creen los líderes de opinión, pronto se disemina hacia el conjunto.
Con estas cartas en mano, que neutralizan el espíritu antireeleccionista de la sociedad, el desafío de la oposición es enorme. No puede competir en materia de organización política ni mostrar fórmulas económicas superadoras, y carece de relatos ideológicos alternativos. Su apuesta lógica, por ende, es al desgaste personal.

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