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domingo, 2 de septiembre de 2012

YPF: un plan en busca de la soberanía energética


Por 
 Gabriel Bencivengo


Las cartas están echadas y, sin duda, están a años luz de las jugadas por Repsol durante los años en que la empresa española condujo los destinos de YPF. En la práctica, y aunque todavía no se conocen los detalles de la propuesta que acercará Miguel Galuccio a los potenciales socios de la petrolera a fines de septiembre cuando desembarque en Houston, las líneas generales y los límites quedaron claros. Que la compañía recuperada por el Estado nacional se proponga repartir el 5% de las utilidades en los próximos años implica una definición tajante. Se diría que suficiente para alejar aves de paso, algunos buitres y no pocos caranchos. No se tratará, entonces, de asociarse con cualquiera y a cualquier precio.
La presentación del plan de inversiones para los próximos cinco años marca el inicio de una nueva etapa. Los objetivos, las prioridades y la estrategia del Estado.
El escenario presentado por el CEO de YPF supone una tasa de reinversión en línea con el objetivo de financiar con flujos propios el 80% de la inversión quinquenal calculada en 32.700 millones de dólares; de los cuales, el 73% se destinará a explotación, un 22% a tareas de refinación, un 4% a la exploración de diversas áreas y un 1% para la corporación. Un plan cauto en materia de endeudamiento. “La estabilidad financiera de YPF está asegura”, subrayó Galuccio. El mensaje, según los entendidos, tuvo como destinatarios a grupos locales y extranjeros que criticaron la expropiación y presionaron, tras la reglamentación de la Ley de Soberanía Hidrocarburífera, para obtener un marco regulatario que les permitiera a las multinacionales que se reunieron con Galuccio –Exxon Mobil, Chevron y Cnooc– la libre disposición del recurso y las divisas que el negocio produce.
La idea de mantener una fuerte y persistente política de reinversión de utilidades implica ganar grados de autonomía de cara a las presiones que existen y existirán. La jugada es fuerte y de su éxito dependerá, en buena medida, que YPF consiga acoplar la producción de hidrocarburos con el crecimiento que el país registró durante la última década, brecha que amplificó la política predatoria de Repsol. Un norte estratégico que transita, según se ocupó en recordar Galuccio, por detener el declino de la producción, alcanzar el autoabastecimiento para recomponer el balance energético nacional, reposicionar a YPF como líder regional y, en una etapa posterior, hacer de la compañía una exportadora con presencia internacional. Un objetivo múltiple. “Ambicioso, pero realista”, según la definición de Galuccio.
Las posibilidades de alcanzar los objetivos son altas. “El único acreedor que exigió un repago acelerado fue Repsol, y ya se le pagaron los 125 millones de dólares que exigía”, precisó el ex directivo de Schlumberg.
Repsol al margen, YPF ya renegoció con éxito la extensión de las líneas de financiamiento con entidades locales y recibió propuesta de bancos internacionales. En las próximas semanas, encarará una prueba importante. Tal vez la mayor de este primer capítulo: la emisión en tres etapas de obligaciones negociables por un monto de hasta 3.500 millones de pesos. La colocación se hará mediante seis bancos locales. El primer desafío de esta naturaleza para la nueva conducción. La decisión ya fue comunicada a la Comisión Nacional de Valores (CNV) y, según se especula, el primer paso se dará luego del road show que Galuccio realizará en Houston, la capital mundial del petróleo.
Ningún cuento chino. Cuando se trata de especular sobre los posibles socios de YPF, muchas miradas apuntan al Oriente. Más precisamente, a uno de los dos gigantes petroleros de origen chino que desembarcaron en los últimos años. Tiene su lógica. Ambos intentaron comprarle a Repsol parte las acciones que la española tenía en YPF antes de que el Estado retomara el control de la empresa. Otro dato: el gobierno chino siempre alentó la articulación de negocios a nivel Estado. Con la recuperación de YPF, las posibilidades se acrecientan.
Una de los gigantes en cuestión es la petrolera China National Offshore Oil Company (Cnooc), propietaria del 50% del Grupo Bridas –que posee desde 2010 el 40% de Panamerican Energy (PAE)–. Para algunos, la principal candidata a ingresar en Vaca Muerta. En los hechos, Bridas Corp firmó un memorando de entendimiento con YPF –otro tanto hizo Corporación América, de Eduardo Eurnekian–. Casualidad o no, el mismo día en que Galuccio precisó el plan quinquenal de YPF, la Secretaría de Comercio aprobó la compra de Bridas de la refinería de Campana y de la red de estaciones de servicio que Exxon Mobil (Esso) tiene en la Argentina. Inmediatamente después de aprobada la operación, Bridas y Cnooc anunciaron que invertirán 900 millones de dólares en la planta refinadora, la cuarta del país. La experiencia y el posicionamiento de PAE –concesionaria de Cerro Dragón– ubica a la sociedad de Cnooc con los hermanos Bulgheroni en primera fila.
La otra petrolera china es Sinopec. Su desembarco se concretó en 2010, cuando adquirió la totalidad de las acciones de la filial local de la estadounidense Occidental Petrolum Corp (OXY), movida que le permitió hacerse de 23 concesiones que totalizan unos 1.500 pozos para la extracción de petróleo y gas en las provincias de Mendoza, Santa Cruz y Chubut. Especulaciones al margen, lo cierto es que, hasta el momento, las principales compras por parte de firmas provenientes de la República Popular de China se orientaron al sector de los hidrocarburos. El interés se traduce en los registros del comercio exterior. Entre 2002 y 2004, las exportaciones de crudo hacia China fueron de apenas 35 millones de dólares. Hoy, el escenario es otro: 1.300 millones de dólares entre 2009 y 2011.
En retrospectiva. El próximo 24 de septiembre se cumplirán veinte años de un hecho legislativo que significó un punto de quiebre en la política energética nacional: la aprobación de la Ley 24.145, que habilitó la venta de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Sociedad del Estado al capital extranjero. La sanción de la norma no llegó por casualidad. El punto de inflexión reconocía antecedentes: las privatizaciones periféricas de la dictadura cívico-militar, proceso durante el cual muchos de los entonces contratistas de YPF devinieron en los actuales concesionarios de yacimientos. Los mismos actores que, al igual que ayer, presionan por un marco regulatorio liberal. En ese proceso, la enajenación final del paquete accionario expresó una relación favorable al sector privado, balance que el Gobierno Nacional está empeñado en revertir.
La tarea no será sencilla. Los números lo prueban y el propio Galuccio dio pistas sobre el enorme desafío que deberán enfrentar los cuadros profesionales y técnicos de YPF. Valga como ejemplo el declino en la producción de gas natural. En este caso, el horizonte de reservas, a raíz de la ausencia de tareas de exploración, se ubica en apenas siete años. “Se trata, prácticamente, de relanzar la producción”, advirtió Galuccio. El CEO de la compañía aportó un dato elocuente: al momento de retomar el Estado el control de la empresa, no había proyectos gasíferos en cartera. La situación obligó a crear un equipo especial dedicado al tema.
Revalorizar YPF. Salir a explorar en serio es la consigna. Se tratará, entonces, de poner en valor libro las reservas aún no comprobadas de la compañía. Algo así como el 80% de las estimadas. Los números que manejan en YPF señalan que se deberán invertir en exploración unos 1.400 millones de dólares durante los próximos cinco años para incluir las cuencas en producción, las áreas offshore, las cuencas nunca exploradas -como la Chaco-Paraná- y las formaciones que encierran potencial en hidrocarburos no convencionales. “Si somos exitosos, podemos cambiar el escenario local. El desafío es enorme para YPF, pero también para la industria local”, puntualizó Galuccio. Parte sustancial del desafío es Vaca Muerta. El propio CEO de la compañía expresó que se explorarán diferentes modalidades asociativas y que la formación ya está en condiciones de arrancar.
El camino implicará correcciones en materia de precios con el objetivo de mejorar la rentabilidad de la empresa y alcanzar una rentabilidad suficiente para soportar el 80% de la inversión requerida en el próximo lustro. Con esa meta, según anunció Galuccio, se reducirá la brecha entre el precio del gasoil y las naftas que produce YPF y el de sus competidores, aunque siempre por debajo del precio de importación. Lo mismo sucederá con los usuarios industriales de gas natural y los beneficiarios del programa Gas Plus; muchos de los cuales operan en mercados oligopólicos, o directamente monopólicos, produciendo insumos de uso difundido con energía subsidiada. La decisión, está claro, tocará intereses que, seguramente, atraerán la atención de la cadena nacional del desánimo, siempre dispuesta al título catástrofe.
Revertir la lógica. El proceso que abrió la dictadura cívico-militar y no pudo revertirse en los ’80 produjo en YPF un desequilibrio que permitió que calara la la versión que señalaba a la petrolera como una empresa ineficiente. De allí a la privatización habría un paso. La transferencia de las áreas más rentables dotó paulatinamente a un pequeño número de compañías locales, asociadas al capital extranjero, de un poder de lobby que se tradujo en lógicas coactiva. La enajenación de YPF por parte de Repsol; la desregulación y liberalización del mercado de hidrocarburos hicieron el resto. La consecuencia fue simple: quienes habían nacido supeditados a la lógica del Estado terminaron condicionándolo. Hoy, se impone desandar el camino de las privatizaciones y la valorización financiera. Del éxito de la nueva YPF dependerá la posibilidad de alinear a un sector clave con los intereses del conjunto de la sociedad.

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