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domingo, 26 de mayo de 2013

Con el monitoreo de Máximo, La Cámpora se adueñó de la Plaza de Mayo


LPO recorrió la celebración que tanto esperó el Gobierno. Los jóvenes de la agrupación cristinista dominaron la avenida Rivadavia y de ahí se agolparon al escenario. Kolina se hizo sentir por Yrigoyen y gobernadores y gremios se conformaron con globos. El hijo de Cristina estuvo en el palco.
Con el monitoreo de Máximo, La Cámpora se adueñó de la Plaza de Mayo
Cristina con bandera de La Cámpora.
“Vamos, vamos a copar la plaza”, ordenó un joven con pechera azul de La Cámpora, en la esquina de Reconquista y Rivadavia, desde donde coordinaba a centenares de pares con remeras blancas.

Con su idea permanente de desconcertar, la agrupación cristinista eligió esta vez la Rivadavia y no la Yrigoyen para desplegar a los millares de militantes de todo el país llevados desde la plaza de Mayo, en el acto que eligió la presidenta para levantar su imagen tras un abril cargado de malas noticias.

Divididos de a puñados que respondían a coordinadores de azul, las columnas comenzaron a pasar luego de las 17, mientras en el escenario Silvio Rodríguez terminaba su repertorio.

Algunas pecheras tenían la frase repetida luego por Cristina y que apunta a ser el nuevo lema de campaña: “La Patria es el otro”.

Cuando los fuegos artificiales marcaron la llegada de Cristina, las banderas blancas de La Cámpora ya monopolizaban también el centro de la plaza, el espacio que divide la pirámide y el vallado del escenario. Según la agencia oficial Télam había 700 mil personas, la mayoría desparramada por las inmedicaciones de la plaza.
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Máximo Kirchner, en el escenario.


Desde allí tenían cuatro ojos que los miraban: los de Andrés “Cuervo” Larroque, secretario general de la organización; y los de Máximo Kichner, su líder indiscutido. Su hermana Florencia prefirió recorrer la plaza de a pié.

Un dato: sobre esa calle casi no se vieron banderas del Movimiento Evita, que convocó a millares de militantes desde el espacio La Corriente de La Militancia, pero por alguna decisión logística decidieron no copar la plaza. La agrupación que sí lo hizo fue Nuevo Encuentro, de Martín Sabbatella, con banderas turquesas casi sobre las vallas.

También se hizo notar Kolina, de Alicia Kirchner que dominó la calle Yrigoyen donde irrumpó con camiones hasta la esquina de Balcarce. 

La ministra tuvo ganas de hacerse ver: Kolina, además, desplegó una bandera en la catedral metropolitana, en las narices de La Cámpora. Al lado había una de Miles, de Luis D’Elía, de poca presencia. 

Con Cristina y sin Néstor la plaza dejó de ser la que era: sindicatos, gobernadores e intendentes dejaron de tener preeminencias y las agrupaciones “propias” son las que dominan la escena.

Oscar Parrilli les pide a todos que lleven banderas sin nombres y genera reacciones curiosas: el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, desplegó dos globos, uno con su nombre de pila y otro con “Balestrini conducción”.

Darío Díaz Pérez, de Lanús, colgó banderas sobre Rivadavia, difíciles de tomar por las cámaras.

En otra época, los globos eran la forma que tenían los gremios para mostrarse. Ahora fue la herramienta tomada por los pocos gobernadores que dijeron presente en la plaza: Francisco “Paco” Pérez, de Mendoza; Sergio Urribarri, de Entre Ríos; y José Alperovich, de Tucumán. 

La presencia gremial también marcó el signo de los nuevos tiempos. Se vieron banderas de Smata, de Satsaid (Televisión), Uocra y trabajadores estatales como los del Indec. No mucho más.

Como se esperaba, Fito Páez y Silvio Rodríguez lograron acercar algo de público independiente a la plaza.El cubano suavizó la tarde y fue seguido por varios coros de mujeres de todas las edades que tarareaban sus estrofas.

Pero las banderas partidarias predominaban y hacían de la plaza un escenario bien distinto al de 2010, cuando millares de personas se acercaron a ver recitales al obelisco y ni siquiera esperaron un discurso presidencial.

Para Kirchner, cuenta su hijo Máximo en la película de Paula Luque, con eso bastó para empezar a quebrar a una oposición que se cayó a pedazos tras su muerte.

Cuando la llegada de Cristina era inminente, el chamamé “Chango” Spasiuk logró activar a a la gente con una explosiva banda de percusión que terminó de consagrarse con su interpretación del himno.

La presidenta prefirió no hablar a las 21 y lo hizo a las 18. Tras los fuegos artificiales que la despidieron, dejó el resto de la noche para los brasileros de Os Paralamas (fue muy emotivo su permanente homenaje a Charly García, Fito Paéz, Los Pericos pero sobre todo a Gustavo Cerati) y el cierre con los mexicanos de Café Tacuba, entre otros.

Antes Cristina había bailado con Pablo Lescano y con los militantes, ante quienes levantó una bandera de la Cámpora, la nave insignia de su segundo período presidencial.

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