Su celda cuenta con un baño, un televisor y una mesa de hormigón con dos banquetas. Lo visitaron dos hermanos. Y los psicólogos. Su vínculo con el “Conde” de La Plata
De libertades y excesos. Cualquier platense que mire por estos días las truculentas historias de los casos “Grassi” y el más reciente, el del “Conde” Martínez Poch encontrará dos inexplicables y alarmantes ejes en común. Con el sacerdote Julio César Grassi (59) hay una trama que excede el escandaloso escenario judicial, eclesiástico y político. Un cura condenado en tres instancias por uno de los delitos más aberrantes del código penal –abuso sexual infantil y corrupción de menores- y que gozaba de supinos privilegios, comenzando por una libertad con residencia premium, a metros de los menores ultrajados.
El caso de Jorge “Cris” Martínez Poch (50) (ver pág. 20), postula a un personaje denunciado 22 veces por exparejas, familiares y hasta sus propias hijas. También por delitos terribles contra la integridad física y sexual, cometidos durante años.
De fallos y fallas
En ambos casos falló la justicia y la policía en su faceta de prevención, investigación y hasta de reparación del daño ocasionado. Porque la extensión del perjuicio y las secuelas postraumáticas son insondables, y más, con un cúmulo de vejaciones perpetradas en la niñez. Pero si se habla de un factor común entre estos casos, la sociedad asiste absorta ante hechos que eran previsibles. Muchos-todos-varios, sabían. Y miraban para otro lado. Por culpa, temor o complicidad.
Durante años una fundación recibe fondos gubernamentales y de cadenas de supermercados –vía programas televisivos de alto rating- para que varios menores sean tenidos en un lugar con un “cura-padre” como única autoridad, al estilo de la vieja ley de Patronato, y el antiguo régimen de minoridad.
En tanto, con el “El Conde” Martínez Poch, la propia familia y las de las numerosas víctimas, asistían, temerosas, sin poder hacer nada, mientras él, seguía “haciendo”, lo que hoy se sabe en los estrados judiciales: torturas, golpizas, abusos de estupefacientes, inducciones al consumo forzado, ultrajes sexuales y sometimientos sádicos y masoquistas.
Con respecto al cura católico Grassi ayer se confirmó que fue alojado en el sector de internos evangelistas en Campana, donde hay otros presos célebremente famosos. Por caso, los jefes de la Unidad lo convocaron para que participe en el programa de radio de Carlos Carrascosa, condenado por el crimen de su mujer M. Marta García Belsunce.
Dicen que los primeros días de Grassi en presidio no son fáciles. Su etapa de adaptación incluye entrevistas con psicólogos y psiquiátras; y sus compañeros de pabellón también son acusados por delitos contra la integridad sexual. Todo se trata, en suma, de la adaptación y penetración en la vida intramuros.
El cura apelará con defensa platense
El abogado platense Carlos Irisarri, uno de los encargados de la defensa del sacerdote condenado por abuso sexual y corrupción de menores, anticipó a Trama Urbana que el miércoles "vence" el plazo para presentar el recurso extraordinario ante la Corte Suprema de la Nación, tras el fallo emitido por la Corte bonaerense que ratificó la condena a 15 años de prisión y su arresto dispuesto por el tribunal de Morón.
"El fallo último de la Corte de la Provincia, que lo dan cuatro jueces sobre siete, creo honestamente que es otra muestra de arbitrariedad. No entran en las cuestiones, es lo que yo le voy a plantear en la Corte de la Nación", sostuvo el letrado.
En tanto, adelantó que "si nos va mal en la Corte de la Nación, voy a plantearlo en la Interamericana de Derechos Humanos".
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