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domingo, 16 de marzo de 2014

Peronismo: Ahora, Coca-Cola light


Por Martín Rodríguez
Cuesta encontrar diferencias entre Scioli y
Massa. El negocio de ir divididos empieza a
 hacer agua cuando las opciones no son de
“ruptura”.
Argentina recuperó su crisis de representación, pero no recuperó su sistema
de partidos. Hay políticos, parlamento, corporaciones, militancia, pero no hay
 partidos políticos. Dicho esto, el peronismo actúa desde 2001 (en la caída del
 sueño bipartidista) como un subsistema del sistema de partidos, ofreciendo
 un juego de relevos a través de la situación de hecho de su poder institucio
nal. Digámoslo así: el peronismo produce representación en todo tiempo y es
pacio. ¿Cómo lo hace? Escueto: hay más distancia entre dos peronistas enfren
tados que entre cualquier peronista con un no peronista. Eso le permite reinau
gurarse, cambiar de signo, manteniendo un elenco estable de actores y promo
viendo renovaciones generacionales. Y eso tiene su sangre: 364 días de la trai
ción y un día de la lealtad. A Menem lo mató Duhalde. A Duhalde lo mató Kirch
ner. El peronismo es “durmiendo con el enemigo”. No hace pesar su identidad
sentimental sino su poder. El mito multiplicado de que nadie puede gobernar
 la Argentina sin él.
Hoy, lo curioso es que el kirchnerismo tiene su potencial recambio en peronis
tas que prometen una sucesión ordenada. O, en tal caso, “asesinos que no quie
ren matar a la víctima”. No quieren ganarle a la Coca-Cola, quieren lanzar una
 Coca-Cola light. No es Menem contra la moderación renovadora, ni Duhalde
contra el exceso liberal, ni Kirchner recuperando la tradición de la JP. Es lo iné
dito: un intento hereditario a partir de un enfriamiento de la política para orde
nar la economía. Hay más 2005 que 90’s en la promesa pos-kirchnerista del pe
ronismo.
¿No fueron los tweets de Massa contra el chavismo el gesto de mayor desobe
diencia simbólica hacia el kirchnerismo? Veamos sino sus mayores apuntes. La
 “crítica al INDEC” es fácil cuando no hay un solo kirchnerista que lo defienda
 en voz alta. Y todos los no kirchneristas tienen su plan contra la inflación: decir
 cuánta hay. Ese largo chiste autonarrado llamado Guillermo Moreno dejó esa
 pelota picando: “la verdad como gestión”, decir la inflación. El reclamo por la
inseguridad es un genérico: el mismo kirchnerismo tiene todas las líneas (contra
dictorias) juntas para enfrentarla. Desde el CELS hasta Granados-Berni, o sea:
 desde la auditoría de los derechos humanos permanente hasta el fortalecimien
to del poder policial. ¿Se acuerdan de los “titulares y suplentes” y esas citas a la
 burguesía para decirles a los gritos quién los representaba mejor? ¿O no era e
so en definitiva? Claro que el fin de ciclo tiene su melancolía, en este caso, típica:
 “oh, no hay burguesía nacional”.
En definitiva, la que parecía ser la “criticable agenda de Massa” es también la
 hoja de ruta de los últimos meses que tomó el gobierno (el apego a una nueva
racionalidad de crisis):
· Suba del mínimo no imponible
· Devaluación
· Combate a la inflación
· Combate a la inseguridad
· Auxilio financiero internacional
· Inversión extranjera
· Salida del cepo cambiario
· Estadísticas nuevas y creíbles
¿Estas iniciativas implicaban el “giro a la derecha” de la “agenda intermedia”?
 El gobierno negó el resultado de 2013 y a la vez se miró en el espejo de ese resul
tado. Cambió como nunca antes, aunque eso no se transparentara en su prosa
militante, nacida y criada en la contención de los propios. Pero cambió, giró, volvió
 sobre sus pasos, deshizo “banderas” (¡lucha cultural contra el dólar!) porque pue
de hacerlo, no tiene condicionamientos estructurales para hacerlo. Un cientista so
cial se preguntaría: ¿cuál es el sujeto del kirchnerismo finalmente? Si no es el sin
dicalismo, si no es la vieja o nueva burguesía nacional, si no es la clase media (a la
 que discursivamente desprecia).
Carlos Corach lo dice: “como nunca antes el No Peronismo tiene chances de llegar
 al poder”. Carlos Pagni dijo, entrevistado por la revista Crisis, que el dato de esta
década fue la extinción del partido radical. Un peronismo tan dividido pero que no
 se diferencia entre sí mejora la performance del No peronismo. En resumen, este
 peronismo fragmentado entre opciones no tan distintas, podría ser amenazado
con chances ciertas por el No peronismo. El negocio de ir divididos empieza a hacer
 agua cuando las opciones no son de “ruptura”. Por eso sobrevuela la palabra uni
dad. Algunos se empiezan a preguntar si esa no es una necesidad corporativa.
Cristina está sola y lo comprobó en 2013. Todos se dedican a la batalla cultural, nin
guno a “juntar votos”. Eso es inflación política: políticos de ideología cotizan mejor
 hacia dentro que políticos electorales. Eso, que suena tan bien, no implica necesa
riamente un avance de “los valores” por sobre “el pragmatismo” sino un subraya
do mayor entre esos dos mundos: la agenda de “la gente” y los temas de elite. En
campaña Conti se guarda y asoman los carilindos de las “cosas concretas”. Pero es
te doble estándar entre cultura y mercado, o entre izquierda social y mundo popu
lar, Cristina lo sintetiza. Eso explica su liderazgo excepcional, único. (Un caso de es
ta agenda elitista fue la reforma judicial: meses en la abstracción de una “discusión
 legítima” que copó la escena, cuando muchos de sus autores, en privado, ya reco
nocían la torpeza enmarañada de ese proyecto. Me consta.)
Pero los que sí juntan votos ahora son el problema del liderazgo pato-cojo de Cris
tina: Scioli y Massa, a quienes la amenaza del “candidato puro” kirchnerista aún no
 les hace mella. Scioli y Massa tendrían que contratar sofistas para mostrar qué los
 diferencia si los hacen hablar 15 minutos a uno contra el otro. Hoy organizan el sub
sistema peronista. Sobre su conservadurismo popular nadie explica esa relación (si
 son populares por ser conservadores, si viceversa) porque el problema es: cuántos
 de los que los votaron también votaron al kirchnerismo. Muchos. Muchos pobres.
El voto peronista sigue siendo más contradictorio y amorfo que las estilizaciones de
 relato. Los capitanes de la economía pondrán aportes, aviones, tapas, en la canasta
 que eventualmente más los represente, mientras van poniendo porotos en todas.
El camino al poder no es sencillo. Y si a Scioli o Massa les preguntan qué van a ha
cer con el dólar, la inflación, el tipo de cambio o las paritarias, dirán: Vemos. El esta
blishment apoyará al menos K a cambio de que revise la política fiscal. La gran pre
gunta post kirchnerista remite a las retenciones, a la política fiscal. A lo que nadie
 nunca dice hasta que desde adentro puede ver las cuentas. ¿Endeudarán la Argen
tina, como locos, de nuevo?
Más de veinte años de peronismo en el poder es el fondo de cocina inalterable de la
 Argentina: te amo, te odio, dame más. 

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