Citó fragmentos de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium
y les dijo que "sería conveniente que en lugar de ir tanto a Roma
a sacarse fotos con él, lo leyeran un poco más". Recordó que la Ar
gentina del '55 "era violenta en serio".
Ella misma se encargó de aclarar la primera cuestión. Dijo entonces que a figuras
como el cura villero Carlos Mugica no se los "homenajeaba" sino que se los "cele
braba con alegría, por todo el amor que supieron dar". La convocatoria multitudi
naria en torno a la coqueta esquina de Juncal y 9 de Julio, quedaba claro, no era un
homenaje anclado en el pasado sino una fiesta. Una fiesta plebeya como las que du
rante tanto tiempo habían acompañado a Mugica –el joven de familia adinerada que
creció en la calle Gelly y Obes de Recoleta– en su elección de vida. Pero la concen
tración que reivindicó con fervor al sacerdote asesinado por la Triple A hace exacta
mente 40 años tuvo, aparte del carácter festivo, cierto aire de reivindicación y desa
gravio. El documento de la jerarquía de la Iglesia argentina había cargado el ambiente
de polémica. Una frase, escrita para generar impacto y con alguna resonancia con
el discurso más agresivo de la oposición, había impactado en el corazón del kirchne
rismo: "La Argentina está enferma de violencia." La presidenta dedicó la mayor par
te de su discurso a contestar ese presunto diagnóstico. "Hoy no tenemos una sociedad enfrentada en forma violenta, por suerte", subrayó en medio de una ovación y mues
tras de cariño de la multitud.
Tras su repaso por la historia argentina, la presidenta realizó una serie de definiciones fuertes, todas asociadas a la discusión sobre la presunta violencia del país. "Argentinos, que
La respuesta de la jefa de Estado al documento de la Conferencia Episcopal se valió
de las afirmaciones contenidas en otro texto escrito por autoridades de la Iglesia: nada
menos que la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el único documento de autoría exclusiva del Papa Francisco desde que se inició el pontificado. Cristina habló desde
un atril con el logo de presidencia que se había emplazado junto al monumento a Mugi
ca, el rostro del sacerdote tallado en hierro por el escultor Alejandro Marmo (ver su
plemento especial). La mandataria dedicó sus primeras palabras a los vecinos de la Vi
lla 31, con quienes había dialogado a través de una videoconferencia, y luego se retro
trajo a los años de juventud de Mugica, cuando la Argentina estaba conmocionada por
la decisión de los sectores antiperonistas de no respetar la institucionalidad democrá
tica e interrumpir por la fuerza el segundo mandato de Perón. "Mugica quedó impac
tado porque, al producirse el golpe de 1955, fue a un conventillo y vio escrito 'Abajo
los cuervos'. Aquella era una Argentina violenta en serio", recordó, en alusión al rol protagónico que tuvo la jerarquía católica en la organización del golpe a Perón.
La expectativa por una posible réplica de la presidenta a ciertas afirmaciones del documen
to de los obispos no tardó en confirmarse en
los hechos. Tras hablar de los conflictos entre peronismo y antiperonismo de los años '50,
Cristina volvió al presente y aludió al impac
to periodístico obtenido por la frase episco
pal sobre la "enfermedad" y la "violencia".
"Cuanto hoy me levanté y vi la tapa de los
diarios, y vi que alguien decía que hoy la Ar
gentina es una Argentina violenta, me di cuen
ta de que querían reeditar viejos enfrenamien
tos", subrayó. Fue en ese momento en el que levantó por el aire un libro encuadernado en
rojo. Era la edición de Evangelli Gaudium
que le obsequió el propio Francisco hace dos
meses, en su reciente visita al Vaticano. "Esta
es la exhortación del Papa Francisco a los obispos y a los pueblos. Sería tan convenien
te que algunos, en lugar de ir tanto a Roma a sacarse fotos con él, lo leyeran un poco
más", aconsejó. La mandataria se detuvo entonces en el apartado 34, que hace eje en
el peligro de la distorsión que puede sufrir el mensaje de la Iglesia cuando aparece en
los medios. "En el mundo de hoy, con la velocidad de las comunicaciones y la selección interesada de contenidos que realizan los medios, el mensaje que anunciamos corre
más que nunca el riesgo de aparecer mutilado y reducido a algunos de sus aspectos secundarios", dice ese apartado, que Cristina leyó completo desde el micrófono y ante
una muchedumbre atenta, silenciosa.
Las palabras de la presidenta eran escuchadas por una representación importante de
la Iglesia argentina. Sobre el palco principal, junto a la silla correspondiente a Cristina,
había representantes del Arzobispado porteño, de la Conferencia Episcopal y del Equi
po de Pastoral de Villas. Allí estaban monseñor Joaquín Sucunza, número 2 del arzobispo
Mario Poli; el obispo de Neuquén y vicepresidente del Episcopado, Virginio Bressane
lli; y los curas villeros Guillermo Torre (de la parroquia Cristo Obrero de la Villa 31,
donde descansan los restos de Mugica); José María Di Paola, alias "Pepe", de la Villa
21-24 de Barracas; entre otros. En esas gradas, destinadas a los invitados especiales, también se podía ver a los sacerdotes Domingo Bresci y Antonio Puigjané y al amigo
de la adolescencia de Mugica, Ricardo Capelli, quien sobrevivió al atentado en la parro
quia de Villa Luro en el que fue asesinado el cura (ver contratapa).
tantas veces nos dividieron, que nadie permita dividir al pueblo de Dios", exhortó.
En otro párrafo, y para diferenciarse de otros actores sociales, comentó que lo suyo
son los discursos sin "hipocresías, eufemismos, ni parábolas". Sobre el documento
del Episcopado, la mandataria se lamentó de que ningún medio se hubiera hecho eco
del "mensaje más profundo" que contenía el texto: la exhortación de que "el amor
vence al odio", una frase que suele verse en las remeras de la militancia kirchneris
ta. En su argumentación, la presidenta puso el acento en otras advertencias de Evan
gelii Gaudium, como que el consumismo desenfrenado produce desigualdad y violen
cia (apartado 60). También mencionó la referencia a la corrupción como "cáncer so
cial", pero al citar el texto des
tacó la palabra "empresarial", para poner el acento en un sector invisibilizado en las denuncias sobre corrupción.
Los funcionarios del Gabinete, más legisladores nacionales y porteños, se habían ins
talado en otro palco, a la izquierda. En la primera fila observaban Gabriela Alegre, el
macrista Cristian Ritondo –en representación del gobierno de la Ciudad–, el vicego
bernador Gabriel Mariotto, el secretario general de La Cámpora, Andrés Larroque,
y el titular de Diputados, Julián Domínguez. Todos escucharon con atención, sin ges
tos visibles, cuando la presidenta lanzó una frase fuerte dirigida a destinatarios, se
guramente vinculados al poder económico, pero que no terminó de identificar. "Los
que crean que con un título de un diario van a provocar a esta presidenta, discúlpen
me, pero no lo van a poder hacer. No me van a provocar", subrayó Cristina. Las mi
les de personas que pisaban el césped de los canteros de la 9 de Julio, o el asfalto de
la avenida, corearon entonces un cantito ya escuchado: "Che gorila/ no te lo deci
mos más/ si la tocan a Cristina/ qué quilombo se va a armar."
Antes de terminar, tras mencionar a los obispos y sacerdotes desaparecidos por la
dictadura, Cristina puso el acento en las dificultades que le acarreó a ella la pelea por
mayor inclusión social. "Con todos mis errores y horrores, con todos los pecados que
he cometido y cometeré, porque soy humana, estoy convencida de que en esa lucha
porque los hombres tengan una mejor vida, estoy haciendo el mejor homenaje a lo
que Mugica pedía a todos los argentinos”, subrayó. «
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