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sábado, 18 de junio de 2011

Schoklender, Clarín y más allá Por Víctor Ego Ducrot Periodista, escritor y profesor universitario

Schoklender_

Clarín debe estar nervioso, porque si la fundación ingresa en la causa como querellante y su plantel de abogados logra demostrar a priori que el ex condenado por matricidio conformó una asociación ilícita, el o los acusados podrían transitar el juicio entre rejas.
Y si Sergio Schoklender supiese mucho más de lo que admite o no admite saber; y si hubiese hecho mucho más de lo que parece que hizo? ¿Y si la investigación judicial desembocase en hechos que aún nadie se atreve a mencionar, aunque algunos vienen susurrándolo desde hace tiempo? ¿Será por eso que Clarín está esbozando, quizás, un cambio de matiz en su estrategia salvaje sobre el escándalo? ¿Nadie se ha puesto a pensar (me acordé de la canción de Viglietti) que una de las calificaciones de los hechos formulada en un principio por el fiscal Jorge Di Lello –lavado de dinero– puede ser la punta de la cual tirar para que la madeja se convierta en una bomba en el bolsillo de quienes pretendieron y pretenden convertir la causa en un disparo contra el gobierno y su modelo de país?
Acaso sea eso lo que tanto irritó a quienes se niegan al ADN para saber si sus hijos son víctimas apropiadas durante la dictadura, cuando se enteraron que la fundación aspira a ser querellante e incluir la figura de asociación ilícita.
Pero vayamos por partes, no será este texto una pieza procesal, obligado al razonamiento de la evidencia, la prueba y la sentencia, sino que él mismo aportará, tal vez, algunas consideraciones como posibilidades políticas.
Resulta sintomático que Clarín apele a uno de sus sicarios de la palabra más desprestigiados, como lo es Daniel Santoro, para publicar ayer una nota que no se resiste a sí misma, con las mismas técnicas que lo llevaron a quedar expuesto, hace apenas unos días y como un principiante, a que la Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal le saliera al cruce, para desmentir los dichos del escriba, desnudar su mendacidad; sí, su hábito o costumbre de mentir.
A través de su chico de los mandados, Clarín había asegurado entonces que ese tribunal decidió en contra de una acordada de 2007 por la Corte Suprema de Justicia, para designar a la secretaria de Cámara María Alejandra Biotti. Santoro recurrió entonces a uno de sus recursos preferidos, el apelativo a “fuentes” no identificadas.
Ayer, en su opus “Una estrategia para asegurar que el único culpable sea Schoklender”, el buen alumno de la Noble, la sospechada por delitos de lesa humanidad pero para él, numen del periodismo, vuelve a montar sobre un mismo caballo de calesita: “Dolor, preocupación y sorpresa sienten jueces y fiscales de los tribunales federales.
No pueden creer que Hebe de Bonafini, a quien recibieron en 1983 con sus denuncias por la desaparición de personas, esté ahora enredada con los defalcos de dinero público de Sergio Schoklender. Por otro lado, perciben que hay un operativo del gobierno para crear ‘un cordón sanitario’ alrededor de Schoklender y que la causa no salpique a Hebe, ni a los funcionarios que debían haber controlado cómo el ex apoderado de las Madres manejó 765 millones de pesos.”
¿Quiénes son los jueces y los fiscales de los tribunales federales que se muestran tan sorprendidos, preocupados y doloridos? Santoro no lo dice, como tampoco cuenta qué funcionario gubernamental o enemigo del Ejecutivo le explicó lo del supuesto cordón sanitario, una patraña que reconoce el objetivo central de la banda mediática corporativa desde el minuto cero de este tema que para ella, la banda, suena como lo único que acontece en el mundo desde que el mundo existe: el gobierno nacional y las adhesiones que sigue recogiendo la presidenta Cristina Fernández, de cara a las elecciones de octubre.
Al leer su propio artículo debió haber lamentado el no uso de la vapuleada letra “k”, algo así como emanación del averno para los pupilos de Magnetto, la misma que les permite en dosis cotidiana confundir lo que es con lo que no es, lo que no sucedió con lo que efectivamente sucedió, como por ejemplo negar el contenido político favorable para Cristina de las recientes elecciones neuquinas (ver por favor la sección Gráfica Registrada en Tiempo Argentino de ayer).
Clarín debe estar nervioso, porque si la fundación ingresa en la causa como querellante y su plantel de abogados, conducido por Eduardo Barcesat, logra demostrar a priori que el ex condenado por matricidio conformó una asociación ilícita, el o los acusados podrían transitar el juicio entre rejas, con grandes dificultades para acceder a los medios –recordemos que  Sergio Schoklender supo acudir con presteza y disposición a las pantallas de TN (Grupo Clarín) – y, sobre todo, para acometer con maniobras y tener contactos privilegiados que puedan borrar huellas y tejer cortinas de humo en torno a los hechos que lo o los involucran.
La ingeniería empresaria que parece haber diseñado el hasta ahora principal acusado es típica, casi prevista por los manuales del lavado de dinero; conducta que por otra parte forma parte de la génesis histórica del capitalismo y que, desde las grandes acumulaciones financieras que posibilitaron el modelo burgués de la modernidad, más que combatida ha sido alentada por los círculos del poder económico, llámense Compañía de Indias Orientales o Compañía de Jesús, durante las disputas por las colonias chinas –en ellas participó como técnico contable nada menos que un señor llamado Adam Smith–, o aparatos bancarios y parabancarios de la actual economía transnacionalizada, que en nuestros días tienen principal asiento en las corporaciones de matrices estadounidenses y europeas (los chinos vienen corriendo de atrás pero están a punto de superarlas, si es que ya no lo hicieron).Para más datos, un libro que publiqué en 1999, El color del dinero (editorial Norma, Buenos Aires).
Ahora bien, ¿son los fondos que la fundación manejaba para sus proyectos de vivienda y aparecen como apropiados por Schoklender, de suficiente envergadura para una trama empresaria de carácter fantasma, con aviones, autos de lujos, propiedades inmobiliarias, cuentas bancarias que parecen enjambres y viajes permanentes por las más diversas rutas?
No cuento con fuentes ni apelaré a las “reservadas o confiables”, las que casi nunca existen aunque Santoro y todo Clarín les hayan dado categoría de evangelio, sino que mi experiencia concreta en búsquedas periodísticas en torno a esos asuntos; en el libro que acabo de citar mis informantes fueron agentes de inteligencia de la Secretaría del Tesoro de Estados Unidos y oficiales de cuentas de bancos de primer orden (todos entonces oportunamente citados). Sí, propongo desde este espacio que el periodismo no es una relato judicial y más debe ser contemplado como próximo a cierta suerte de ensayo respecto de hechos que conforman la materia noticiable, con preguntas, sospechas y dudas: qué otro dinero manejaba Schoklender y aún no ha salido a la luz; qué se hizo de la fortuna de sus padres asesinados; qué relaciones tuvieron ellos, en el contexto de la dictadura, con otros empresarios hoy encumbrados. ¿Estarán preocupados por todo eso Magnetto y sus socios del negocio periodístico y otros menesteres?  Quizá. Que la justicia investigue.

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